Escapada

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Esther decidió sorprender a Donovan ése día. Pero, la pregunta del millón ¿Cómo? Entonces decidida envió un mensaje «Desayunamos juntos»  «envíame la localización y pasó por ti»
Donovan, sin maliciar sus intenciones hizo lo que pedía y se dispuso a alistarse.
Aquello de manejar auto de marchas la hastiaba pero bien valía la pena... tenía listo miel, café, gallo pinto, pan natilla...
Pero con otros propósitos.
Recogió a Donovan y quedamente se enrumbó hacia la montaña.
Vestía una sensual blusa  transparente que dejaba al descubierto sus encantos, apenas cubiertos por lencería roja de encaje. Esther se acostumbró a manejar descalza pero había preparado unos sensuales zapatos de tacón a juego.
Donovan apenas y alcanzaba a creer lo que veía: «Esta mujer me va a volver loco» pensó.
En sus adentros disfrutaba demasiado de la situación, su blusa mal abotonada cubría sus hermosas piernas a la altura de una minifalda, el cachetero se distinguía perfectamente en sus caderas anchas, la blusa apenas abotonada excitaba a Donovan.
Ella siguió manejando sin cruzar palabra hasta que él no aguantó más y posó su mano en la pierna cubierta por un pantimedia traslúcido.
Sintió la piel con diminutos acumulos de celulitis, tersa por acción del pantymedia, el desarrollado músculo ¿Cómo se llamaba?  Debí prestar más atención a la clase de biología... 
«Recuerda el salmo 39» susurró...
Obediente, siguió deslizándose cada vez más arriba hasta rozar con su meñique el clítoris.  Donovan se carcajeó, esa frase formaba parte de un chiste que tiempo atrás, en una mesa de tragos había oído.
Ella sonrió complacida y entonces notó el labial rojo de su boca que contrastaba perfectamente con la blancura impecable de sus dientes.
Al detener el auto frente a una rústica cabaña, Donovan se sintió contrariado, en tanto ella se calzaba. Los tacones eran tan finos que hacían a sus caderas  contonearse de un modo muy sensual. Sacó un maletín y se lo entregó, seguidamente una cartera, extrajo la llave y abrió la puerta...
Excitado y curioso sólo pudo seguir, hipnotizado por las   caderas cadenciosas, ver aquel trasero tan redondo y levantado le hacía recordar la sensación en su pelvis cuando la penetraba profundamente.
«Dúchate» ordenó.
Contrariado, se quedó mirándola perplejo «¿Está loca o qué le pasa?¡Acabo de hacerlo!» pensó: "¡Aún tengo el cabello húmedo" protestó.
Su mirada estricta lo acabó de convencer; entró al cuarto de baño donde un jacuzzi le recibió, mientras tanto ella preparó todo.
«Ponlo a funcionar y vienes» fueron sus palabas

«¿Qué le pasa? Está demasiado mandona hoy» pensó.
En la mesa le esperaba el desayuno preparado por ella olía a exquisito, las hierbas en contraste al arroz y los frijoles le hizo recordar su infancia, cuando ayudaba a su abuela a preparar desayuno para la familia... aquél café humeante y la mujer que le sonreía al tiempo que echaba sus brazos para besarlo era algo que le resultaba indescriptible... se sentó y ella aprovechó para hacer lo propio, en los regazos de él.  Sus miradas se cruzaron, un beso muy juguetón atrapó la lengua de Esther mientras ella reía la vibración se propagó en ambas bocas.

Decidida tomó en un tenedor un poco de pinto con huevo y se lo dio a él en la boca. El sonido del agua en el jacuzzi se oía de fondo mientras ellos comían. 

Esther desabrochó otro botón más de su camisa blanca transparente. Al través del encaje sus pezones erectos se distinguían manifiestos; en sus nalgas sintió la erección. Siguió el jugueteo mientras las manos hábiles se deslizaban por en medio de sus piernas acariciando...
Confiado, Donovan exploró las piernas de Esther atento a las mínimas expresiones de ella buscando los puntos que le fueran más gratos. Un diminuto hoyo  en la media fue descubierto por el dedo anular de él, mirándolo a los ojos, se inclinó y susurró en su oído: «Puedes desgarrarla, si te apetece» Sonrieron. El agujero fue haciéndose más y más grande dando paso a la hábil mano masculina. A ella le gustaban sus dedos, las uñas delicadamente recortadas y de distintos colores, éstos en función de la creación en que estuviera trabajando, las venas que se dejaban entrever...
El besuqueo continuó al mismo ritmo que las caricias. Ella se detuvo y fue a cerrar la llave del jacuzzi, dejando caer su camisa en el camino y  exhibiendo su piel. 

Erotismo a flor de pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora