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Alaia
21 de Mayo del 2018
Buenos Aires, Argentina

No sabía que era más horrible, estudiar para rendir en julio en época de mundial o tener que vivir el mismo tan de cerca. Mi papá tenía un cargo bastante alto en el cuerpo técnico de la selección argentina, por lo que me quería meter en su ambiente de trabajo para que yo pudiera tener más oportunidades laborales mientras terminaba la carrera de periodismo deportivo. No tenía ningún problema con que él quisiera ayudarme, pero yo sabía que era bastante agotador estar a su lado durante más de un mes en un continente distinto.

— ¿Y si mejor le digo que me quedé difonica? —le pregunté a mamá, girandome un poco en el asiento de cuero del auto para poder mirarla.
— No, sabes que tu papá se da cuenta de cuando le mentis. —respondió ella sin apartar la vista del camino, girando hacía la izquierda.— Y si eso pasa se va a enojar conmigo, Alai.
— Tenés razón. —dije sentandome correctamente y mirando por la ventanilla del auto.

Pensaba y pensaba excusas que podría usar para no tener que ir hasta el predio de la AFA, pero no se me ocurría absolutamente nada. Tal cual como mi papá, nunca se le ocurría nada y no sabía como manejar a la selección. El ser Sampaoli era una maldición, estaba condenada a vivir entre tanto odio hacía mi apellido.

— Capaz que si le digo que chocam..
— ¡No! ¿Estás loca? —interrumpió a los gritos, asustandome.— Tu papá quiere darte una mano, no seas desagradecida y aprovechala lo más que puedas.

Simplemente asentí, la reacción de mi mamá me había dado miedo, bastante.

Sintiendome rendida, me apoyé en la ventanilla de mi lado mientras escuchaba como sonaba en la radio "All of me" de John Legend, odiaba esa canción. Me estiré en el asiento con el cinturón puesto y logré cambiar la radio, dejando sonar en los parlantes una canción de Bruno Mars, no lo conocía muy bien pero tenía buenos temas.

Cuando creí que había podido calmarme, vi como comenzabamos a entrar a la calle que nos dirigía hasta el predio y suspiré mientras apoyaba mi cabeza en el cabecero del asiento. Me di la vuelta para ver mi mochila pequeña en los asientos de atrás y me estiré desabrochandome el cinturón, casi muero cuando mamá frenó en un lomo de burro pero gracias a Dios sobreviví.

Al estar en el estacionamiento frente al predio, me bajé con la mochila en mano y caminé unos cuantos metros lejos del auto. El sol me quemaba, algo bastante raro en esta época del año, por lo que tuve que buscar mis lentes de sol y ponermelos aunque odiara hacerlo. Mi mamá se acercó hasta mi para arreglar el blazer negro que yo tenía puesto y "planchar" el mismo con sus manos.

— Ma..
— Sí, tenés que entrar. Dale. —dijo sonriendo y dándome un empujón en el brazo.

Quejandome comencé a caminar hasta la entrada, dónde habían unos cuantos escalones y las puertas de vidrio estaban repletas de calcomanias con las caras de algunos de los jugadores. Conocía a algunos, unos poco y otros mucho.

Vi que mamá se había quedado parada al lado del auto, por lo que me giré y le rogué con gestos que me acompañará hasta adentro, todavía no me sentía cómoda en aquel lugar.

— Mi nena es vergonzosa. —dijo entrando conmigo mientras me abrazaba por los hombros.
— Dejame ma. —dije riendo y dandome cuenta de lo cargosa que estaba.— ¿Dónde está papá?
— No sé, no creo que esté por acá. —respondió mirando para todos lados.

Caminamos hasta la recepción de aquel lugar, dónde había una chica bastante joven del otro lado del mostrador y se paró rápidamente al reconocer a mi mamá. No hizo falta ni hablar, segundos más tarde nos llevó hasta dónde estaba mi papá y tuvimos que cruzar unas cuantas canchas de fútbol.

— Pelado. —dije cuando lo ví, a lo que él abrió sus brazos esperando un abrazo y yo no hice nada.
— ¿Y nunca un "papá te extrañé" o un abrazo? —preguntó bajando los brazos.
— Pelado, petiso y cariñoso. ¿Sos un teletubbie? —pregunté haciéndolo reír para después abrazarlo.

Cabe decir que pasaba a papá en altura, yo había salido con la estatura de mamá y eso era un privilegio. No tenía muchos rasgos de Jorge.

Mamá se despidió de nosotros y yo me colgué la mochila en los hombros, siguiendo a papá por el pasto de aquella cancha de fútbol. A lo lejos vi a unos cuantos chicos estar entrenando, pero papá los esquivó y me indicó que me sentará bien lejos de ellos. Sampaoli el guarda bosques había aparecido tarde, demasiado tarde..

No me gustaba verme o parecer una diva, por lo que me saqué los lentes para guardarlos en la mochila y sacar mi celular. No entendía para que me llevaba hasta ahí para nada, de última me hubiera dejado en un lugar con sombra, Jesús Cristo.

Con los ojos chinitos por el sol, intenté divisar quiénes eran los que estaban entrenando. Lo vi al Kun, a Otamendi y si no fallaba, a Tagliafico. No podía identificar muy bien al último, parecía tener tatuajes y no recordaba si Nico Tagliafico tenía o no.

Me reí al ver como lo bailaban a mi papá, jugando a los pases y evitando que pudiera quitarles la pelota. Por más que sonase cruel, mi progenitor parecía un duende de alguna aldea de por ahí. Repito, por suerte no salí parecida a él en lo absoluto.

Unos cuantos minutos más tarde el sol comenzó a desaparecer y el seleccionado se acercó hasta un costado de la canchita para tomar agua, ese costado era dónde yo estaba. El Kun me vió y me saludó bastante simpático, creo que era el único que no intentaba ser amigable para quedar bien con mi papá.

— Eh chicos, ella es mi hija.. Alaia. —habló papá, sorprendiendome.

Los chicos asintieron sonriendome, a lo que yo moví mi cabeza en forma de saludo y algunos comenzaron a murmurar cosas que no alcancé a escuchar. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que no era Tagliafico el que había estado mirando antes, era un chico que no conocía. Cruzamos miradas por un segundo pero papá se cruzó y cortamos con el contacto visual.

— Ya la van a conocer más, va a ser quién los entrevisté antes del debut. —dijo Jorge, sorprendiendome una vez más.
— Bien ahí, por fin una mina. —murmuró uno de atrás con la voz bastante grave y todos empezaron a reír.
— Quiero ver si así se van a reír cuando los cague a piñas. —habló mi papá haciéndome reír.— Vayan a bañarse, mañana seguimos.

Papá viró sus ojos claramente celoso y comenzamos a caminar para salir de aquella cancha mientras escuchabamos unos cuantos "chau bombón" por parte de sus "aprendices".

Bronnitsy {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora