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20 de Junio del 2018
Bronnitsy, Rusia
10:23 am

Paulo Dybala

Después de una noche bastante rara para mi, me tocó levantarme muy temprano y no podía negar que el haberme acostado tarde me hizo sentir un poco cansado después.

Las miradas cómplices con Alai durante el entrenamiento eran inevitables, incluso unas cuantas veces el pelado nos vio pero zafamos. El que parecía que si se había dado cuenta de eso era el Pipa, estaba muy callado y no se animaba a preguntar nada. Lo conocía bastante bien.

El entrenamiento surgió normal hasta que vi como Tagliafico se alejaba de nosotros lentamente, mirando para todos lados y verificando que Sampaoli no lo viera. Todo pareció tener sentido cuando se agachó enfrente de Alai que estaba como siempre sentada en el pasto y le empezó a hablar con simpatía.

Ella se empezó a reír y él la imitó, riéndose como todo un ganador.
Estaba tan distraido mirándonos que me había olvidado por completo que estaba en un entrenamiento y reaccione cuando sentí un pelotazo en la espalda, obligandome a girar para ver que pasaba.

— ¿Te tengo que retar, Dybala? Somos grandes. —me cagó a pedos el Pipa, teniendo razón.

Después de eso seguí con lo mío, tratando de evitar mirarlos reírse y hablar como si se conocieran de toda la vida.

— ¡Tagliafico! Veni para acá antes de que te corte las bolas y las use de bufanda. —gritó Sampaoli.

Nicolás se despidió de Alai con cierta vergüenza para después trotar cabizbajo hasta dónde estaba el resto de la selección entrenando, esperando la puteada de Jorge.

— No es la primera vez que te veo así con mi hija, perdes mucho en todo sentido. —anunció el pelado, a lo que el interrogado simplemente asintió.

Aquella situación me había causado risa, podía sonar algo malvado pero era así.

*****

En el horario de la cena todos nos juntamos en el comedor, sentandonos en nuestras respectivas mesas como lo hacíamos desde que llegamos.

La prohibida estaba sentada a unos pocos metros de mi mesa, por lo que podía verla desde mi lugar sin problema. Me di cuenta de que estaba discutiendo con el pelado cuando ella se giró riendo irónicamente y negando con su cabeza indignada.

— Lo haces tan obvio. —murmuró el Pipa a mi lado, ganansose mi atención.
— Si negro, disimula un poco. —le siguió Giovani.
— No se de que hablan. —me hice el boludo mientras seguía comiendo sin darles importancia.
— Anoche a las once y media, no sé si eso te dice algo. —respondió el Pipa.

Me atraganté con la comida y empecé a toser, por lo que tuve que tomar agua para sacar la sensación de picor de la garganta. Los de las otras mesas miraron en mi dirección, incluyendo a Alaia. A los pocos segundos la tenía a mi lado hablandome.

— ¿Estás bien? —preguntó apoyando su mano en mi nuca, a lo que yo asentí tontamente.— Bueno..

Se fue después de sonreirle a todos en la mesa y yo suspiré pesadamente, esperando escuchar nuevamente las jodas de mis compañeros.

— Ay, como le gusta la prohibida. —habló Giovani burlándose.
— Y si es un diez. —dije provocando que todos golpearan la mesa mientras gritaban.

Claro estaba que lo había dicho como joda para que no siguieran molestandome, pero sabía que alguno de ellos se lo tomaría en serio. En especial el Pipa porque él me había visto con ella la noche anterior.

Una vez que terminamos de cenar, nos quedamos en el comedor unos minutos charlando de cualquier boludez que se nos pasará por la cabeza y después cada uno se fue a su cuarto.

El Pipa se recosto en su cama y apenas apoyó la cabeza se quedó mosca, por lo que no tuve que aguantar sus interrogatorios de nuevo y se lo agradecí a Dios.

Esperé a que se hicieran las once y media como la noche anterior, mientras le respondía unos mensajes a Oriana. Casi siempre me excusaba con el "estaba entrenando" para que no se quejará de que tardaba en responderle.

Cuando el reloj marcó la hora que esperaba, me levanté de la cama cautelosamente y salí del cuarto tratando de ser lo más silencioso posible para no despertar a la morsa que dormía a mi lado en el cuarto.

Caminé por el largo pasillo de las habitaciones hasta llegar a la puerta del cuarto de Alai, tocando la misma sin hacer mucho ruido y ella abrió casi al instante.

Cargaba una mochila en sus hombros y tenía el pelo suelto, dejando ver que le llegaba hasta la espalda baja.

Cerró la puerta a sus espaldas y le agarré la mano para después salir casi corriendo de aquel lugar, recorriendo todo el búnker hasta finalmente salir al exterior del mismo. El sol estaba un poco tenue para ese entonces, recordandonos que en Rusia los horarios eran un poco confusos con la luz del sol.

Nos sentamos en dónde habíamos estado la noche anterior pero esta vez Alai sacó una manta de su mochila y la dejó sobre el pasto para que no nos sintieramos incómodos.

— Tengo miedo de que nos vean. —dijo mirando el cielo.
— No nos van a ver, tranqui. —murmuré mintiendo, pensando en que el Pipa ya lo sabía.

Ella sacó su iPad de su mochila, desbloqueando el mismo y pasandome uno de sus auriculares. Buscó la serie en netflix y le dio play al encontrarla.

Pasaron unos quince o veinte minutos de puro silencio cuando ella habló.

— Este capitulo está medio aburrido ¿No? —preguntó girandose para mirarme.
— Un poco. —respondí tratando de no sonar mal.
— Lo podemos ver después entonces. —dijo sacando la serie.

Guardó su iPad en la mochila, sacando un cuaderno para hacer lugar y poder acomodar las cosas que tenía ahí adentro.

Curiosamente agarré ese cuaderno, leyendo nombres de futbolistas y preguntas perfectamente ordenadas. Muchos colores y letra prolija.

— ¿Qué haces? —preguntó ella riendo.
— Leo. —respondí sin despegar la vista del cuaderno.— Señor Paulo Dybala ¿Tiene novia? ¿Piensa en tener una?
— No dice eso. —se defendió riendo y tratando de sacarme el cuaderno.
— "¿Me pasa su número de whatsapp?" —seguí molestandola.— Si lo querés me lo podes pedir.
— No lo necesito, te veo siempre. —respondió logrando sacarme el cuaderno.

Me levanté del pasto haciendome el ofendido y antes de poder dar un paso, sentí sus brazos en mi cintura mientras reía y murmuraba un "no te enojes".

Me di la vuelta para poder mirarla y la vi sonriendo, recordandome lo carismática que siempre era. Por alguna razón en ese momento se me pasó por la cabeza hacer algo que no podía, o no debía..

Tenía sus labios a pocos centímetros de los míos y ella me miraba un poco confundida, pero no era capaz de moverse ni para alejarse.

Podría haberla besado si quería, pero preferí dejarle un beso en la mejilla y separarme para buscar nuestras cosas en el suelo.

— ¿Ya nos vamos? —preguntó ella.
— ¿No te querés ir? —le pregunté mirándola y ella negó.

Me quedé unos segundos pensando mientras me rascaba la nuca y ella me miraba sin entender nada.

Caminé los pocos metros que nos separaban y apoyé mis manos en su cara, besandola lentamente. Al principio ella estaba un poco tiesa sin mover sus labios hasta que cedió y me correspondió el beso, dejando sus manos en mi cintura.

Al separarnos ella me miró fijamente con un poco de vergüenza y yo reí.

Me gusta la prohibida.

Bronnitsy {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora