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Paulo
25 de Mayo del 2018
Buenos Aires, Argentina

Como todas las semanas de lunes a sábado, nos tocaba entrenar en el predio de la AFA y era Checho, mi amigo, quién me llevaba todos los días a dicho lugar. Casualmente cuando llegué me topé con la prohibida que bajaba del auto con una señora que supuse que era su mamá y entraron juntas a las instalaciones del predio, sin siquiera percatarse de mi llegada.

Al entrar después de esas dos mujeres, los vi al Kun, Cristian y el Pipa esperando en la recepción. Los saludé con el típico agarré de manos varonil y me quedé con ellos hasta que tuvimos que irnos a cambiar.

Minutos más tarde habíamos empezado con el entrenamiento, sabíamos que nos cruzariamos con rivales bastante fuertes y teníamos que estar preparados para eso, por lo que nos poníamos al día con todo mientras escuchabamos algunas puteadas que Sampaoli nos gritaba de vez en cuando. Lo más gracioso fue ver a su hija intentando calmarlo mientras se reía y trataba de no hacerlo enojar más al pelado.

Alaia, la hija del anterior mencionado, estuvo toda la mañana mirando nuestro entrenamiento y tenía que decir que era un poco incómodo. Noté que Tagliafico la miraba mucho, aunque yo no era nadie para decir que eso era un poco acosador ya que yo estaba haciendo lo mismo y bueno, sería muy hipócrita de mi parte.

Después del primer turno de entrenamiento, todos nos fuimos hasta el comedor para ir a almorzar y nos sentamos en las mesas tal cómo lo hacíamos diariamente. Fue en ese momento cuando sentí como alguien me tocaba el hombro y al darme la vuelta la vi a ella con una bolsa en la mano.

— Toma, perdón por haberte roto el otro. —dijo acercando la bolsa y haciendo un gesto medio raro con su boca.
— No hacía falta. —mentí sonriendole, mi celular se había hecho pelota y casi que no le funcionaba el táctil.
— Bueno, era eso.. —dijo con timidez mirándose las manos.
— Gracias, Alai. —respondí nuevamente sonriente.

Después de eso ella se fue sonriendo y con la mirada en el piso, haciéndome saber que le había dado un poco de vergüenza nuestra breve "charla". El Pipa me dio un codazo en las costillas que me hizo girar a verlo y me miró con cara de que le explicará que había pasado, claro, él no sabía lo de mi celular porque no le había contado nada sobre eso.

— El otro día nos chocamos y se me rompió el celular, ahora me dio uno nuevo. —le expliqué tratando de ser breve y no darle mucha importancia.
— Mm, no sé si creer eso. —dijo antes de darle un bocado al almuerzo.
— Y mira tarado, acá está el celular nuevo. —hablé levantando la bolsa y poniendosela a tan solo unos metros de su cara.

Él asintió riendo sin poder hablar por estar comiendo y yo dejé la bolsa en una silla libre de la mesa para después comenzar a comer lo que me habían servido. El almuerzo se pasó bastante rápido, creo que tenía hambre y por eso lo sentí así.

Tuvimos un tiempo libre hasta que nos vimos obligados a volver al entrenamiento, comenzando con el segundo turno del día y dándolo todo nuevamente. Di tanto de mi cuando tuve la pelota en los pies, que en un zurdazo que le di la misma terminó desviandose y volando hasta el costado de la cancha, dandole de lleno en la cabeza a Alai que estaba sentada ahí.

Cuando me di cuenta de lo que había pasado me llevé las manos a la cabeza y reaccione corriendo hasta dónde estaba la golpeada, pensando en que Sampaoli me mataría. Alai se sobaba la cabeza mientras sus ojos permanecían cerrados y su papá corría para acercarse hasta ella.

— ¿Estás bien? Perdón, fui sin querer. —dije tocandole dónde le había pegado y ella se quejó.
— Sí, estoy bien. No importa, anda a seguir entrenando. —respondió adolorida, pero yo no me moví de ahí.
— ¿Te duele mucho? —preguntó Jorge para después mirarme con seriedad, a lo que ella negó con su cabeza.
— Yo la acompañó a la enfermería. —dije ofrenciendome y esperando con miedo la respuesta de Sampaoli.
— Bueno dale, porque vos le pegaste y te tenés que hacer cargo de eso. Pero volvé rápido. —respondió parandose y yendo hasta dónde estaban mis compañeros mirando la escena.

Estaba un poco voleada por el golpe así que preferí cargarla en mis brazos por las dudas, por ahí se empezaba a sentir mal o se desmayaba al intentar caminar. Ella aferró sus brazos en mi cuello y se apoyó en mi mientras yo comenzaba a caminar en dirección de la enfermería del predio, no era muy pesada así que no me molestó para nada cargarla. Cuando llegamos a la enfermería la puerta estaba abierta y entré con ella, sentandola en la camilla que había ahí.

— ¿Qué le pasó? —preguntó la mujer que estaba ahí, quién supuse que era la enfermera.
— Le di un pelotazo en la cabeza. — respondí sintiendome un poco mal.
— Ay, tiene sangre. —dijo la enfermera provocando que Alai abriera los ojos bien grande.
— ¿Me voy a morir? Ay no, soy muy joven. Antes te voy a matar Paul..
— Está bien, señorita. Es solamente un raspón, no tiene que matarlo. —me salvó.

La enfermera le limpió la sangre con un algodón y buscó una bolsa de frío para ponersela en la zona golpeada, provocando que la victima del pelotazo se removiera sobre la camilla al sentir el frío.

— Voy a buscarle unos antibióticos, tengale ahí. —dijo la señora mirándome.

Con un poco de vergüenza le tuve la bolsa en la cabeza mientras ella evitaba mirarme pero fue imposible no cruzar miradas, en ese momento descubrí que sus pestañas eran bastante largas y sus ojos un poco grandes.

— Bueno, tiene que tomar estos antibióticos para calmar cualquier dolor que pueda llegar a sentir y espero que para la próxima tenga más cuidado señor..
— Dybala. —le siguió Alaia, riendo.
— Señorito. —dije haciéndolas reír.

Después de eso la cargué en mis brazos una vez más aunque no fuera necesitario, de alguna forma tenía que arreglar el mal que había hecho y por eso decidí hacerlo. Salimos de la enfermería juntos, algunas personas que andaban por aquel pasillo nos miraban extrañados y eso me causaba risa.

Ella quiso volver a las canchas así que fuimos hasta ahí, pero no pensamos en que nos vería su papá. Cuando me di cuenta de que él me estaba mirando con ganas de querer asesinarme, la bajé al instante de mis brazos y la dejé de pie para poder volver a entrenar, haciendome el boludo. Pero vi que se quedó con ella discutiendo.

Bronnitsy {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora