Nieve de Plumas ©

Capítulo 5

Mis ojos se sintieron pesados en cuanto los abrí.
Observé a mi alrededor y el panorama no era nada lindo.

Me encontraba rodeada de bolsas de basura que sabrá dios lo que tienen dentro. El olor era insoportable y sentía que me estaba ahogando. Me incorporé de a poco apoyándome contra la pared.

Mi espalda dolía como mil demonios, más bien todo mi cuerpo. El sol estaba arriba lo que significaba que había pasado la noche aquí.
¿Qué había ocurrido?

Tenía marcas en mis brazos debido a los forcejeos, arañazos y moretones. Lo bueno era que mi ropa estaba intacta y lo que más temía no había ocurrido.

¿Y entonces? ¿Dónde estaban esos hombres?

Me puse de pie y caminé a duras penas hasta la salida del callejón
No tuve que caminar mucho más cuando divisé una patrulla.

Algo sorprendente es que no tuve que llamarlos para que vinieran, solo estaban allí, a unos metros, en el momento justo.
Me acerqué hasta ellos y golpeé la ventanilla con mis nudillos.

Los oficiales escuchaban la radio mientras bebían café. Sin embargo, cuando me notaron, automáticamente dejaron eso de lado y se bajaron del coche.

—Buenos días, necesito ayuda —les dije.

Al verme golpeada y algo sucia, me interrogaron un buen rato.
Les conté que había sido un robo y que dos hombres me persiguieron varias calles hasta que me oculte en el callejón. No había pasado nada más, de eso estaba segura, luego solo me dormí o desmayé, no recuerdo bien.

Uno de los oficiales dijo que lo más probable es que hayan escapado, varios vecinos de la zona habían estado denunciando robos por lo que algunas noches una patrulla hacía un recorrido, seguro vieron las luces a lo lejos y se fueron.
Y yo me había salvado de algo mucho peor.

Finalmente se ofrecieron a llevarme a casa.
En el momento que pisé la entrada del departamento fue cuando realmente me sentí segura. Había corrido mucho peligro y solo pensar en las cosas que pudieron ocurrir me ponía los pelos de punta, ¡había pasado la noche en un basural! Y aún así estuve protegida.

Amanda me abrazó llorando en cuanto vio la pinta que traía. Se había preocupado anoche, pero descartaba la idea que me hubiera sucedido algo malo.
De inmediato me di una ducha y me metí a la cama. Estaba adolorida y rogaba que los calmantes me hicieran efecto lo más rápido posible. Amanda me trajo un plato de sopa, charlamos un rato y luego se fue a dormir.

Una vez que se apagaron las luces y me quedé completamente sola en el silencio, me permití llorar. Nunca tuve tanto miedo, mi vida estuvo en peligro, y realmente fue un gran impacto para mí.
En mis dieciocho años jamás había sentido un terror de tal magnitud, después de todo, vivía en un pueblito donde la mayor amenaza era alguna ventisca fuerte que rompiera las flores del jardín.

¿Realmente esto era lo que quería? Porque lo que estaba viviendo distaba mucho de lo que había soñado.
Me sentía sola, es cierto, tenía a Amanda, pero solo nos veíamos por las noches, el resto del día cada una hacía su camino por separado.
Todavía no había logrado hacer amigos en la universidad, y más que disfrutar del estudio lo estaba padeciendo. Ese lugar era todo sobre competencia, no eran buenos compañeros, era una lucha de quién estaba más alto en la lista de calificaciones.

Extrañaba a mi familia y éste frío departamento me hacía desear estar en mi hogar mucho más.

Y extrañaba a Félix...

Todo sería distinto si él estuviera aquí haciendo alguna tonta broma para distraerme.
Lo que más me entristecía era que de alguna forma me había abandonado. Jamás me había pasado algo tan grave y eso es debido a que Félix me cuidaba y en vista de los últimos acontecimientos había dejado de protegerme. Esto me hacía pensar que ya no lo vería nunca más.
En algún momento de la noche finalmente me dormí.