Capítulo 2

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Llegamos a la entrada de casa en cuanto el sol cayó.

Félix me quitó la bicicleta y la colocó por su cuenta a un costado de la pared. En ese simple gesto ya logró derretir un poco mi corazón.

Aproveché para observarlo, había cambiado en éstos últimos meses. Estaba más alto y grande, su rostro ya no lucía como el de un niño, era todo un hombre, su pelo estaba más claro, ya no era castaño sino rubio muy claro.

—Lindo cabello, ¿has pasado por el salón de belleza?

Félix se volteó y comenzó a pasar sus dedos por su cabello de la manera en que los chicos lo hacen, luciendo como un modelo de revista.

—¿Qué te parece?

—Me gusta, es tu color.

Él sonrió y se sentó en un escalón del porche.

—Oye ¿no quieres entrar?

—No, está bien aquí.

—Hace un poco de frío. Si le temes a mi madre no te preocupes ella no es la bruja que te hablé tiempo atrás, además está de viaje.

Félix se levantó riendo.

—Sé perfectamente cómo es tu madre, no le tengo miedo. Y si tienes frío puedo abrazarte.

—Aún no entiendo cuál es el problema.

—No puedo entrar —dijo casi en un susurro

—¿No puedes?

—Dejame explicarte todo...

—Bien, pero nos sentemos acá — señalé unos sillones de mimbre que teníamos en la entrada —. No querrás congelar tu trasero.

Nos ubicamos en los sillones y esperé a que Félix decidiera comenzar a hablar, aunque yo me moría por escupir mis preguntas.

—Es obvio que eres tú quien tiene dudas y sé que debes estar pensando algo, así que dilo...

—¿Qué eres? —dije de repente sin dejarlo terminar.

—Un ángel.

Él suspiró después de decirlo y yo sólo lo miré a los ojos para luego romper en una carcajada.
Comencé a reírme pero me detuve en cuanto vi que Félix no se reía conmigo, al contrario, estaba serio como si hubiera soltado una verdad absoluta que le pesaba.

—No es posible —susurré.

—Cada persona tiene un ángel, me asignaron para ti. Conozco toda tu vida, a tu familia y tus problemas.

—Y...¿tienes algo así como poderes?

—Algo de control mental...

—Impresionante.

—¿En serio me crees?

—Félix, no te olvides que estás hablando con la chica más fantasiosa del mundo, te creería hasta si dijeras que eres un semidiós. ¿Sabes cuántas veces deseé que algo así de mágico me pasara?

—De hecho, sí, lo sé.

—Esto es increíble —dije casi para mí misma —¿Y es por eso que apareciste, por mis deseos?

—No, los ángeles no podemos "aparecernos", las personas que cuidamos no deben saber de nuestra existencia, está prohibido.

—Entonces ¿por qué lo hiciste tú?

—Me enamoré de ti —soltó de repente, luego se dio cuenta que quizás no debió decirlo o no planeaba decirlo —. Es que...no pude evitarlo y es lo peor que pude hacer. Es que fui cayendo por ti sin darme cuenta y a lo último te vi tan mal y decaída que tomé la decisión impulsiva de llevarte hasta mí, me preocupo por ti mi deber es cuidarte, no puedo evitarlo.

Nieve de Plumas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora