Capítulo 2: En la boca del lobo

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El hombre que la tenía agarrada la llevó hacia una pequeña embarcación ignorando los gritos de Catarina. La dejó en la barca junto con un joven que lo miraba perplejo.

- Capitán, creía que...

Pero no añadió nada más al ver que el capitán clavaba su fría mirada en él. Después se giró hacia Catarina.

- Ahora tengo unos pequeños asuntos que atender. – Dijo levantándose y mirándola desde toda su altura. – Pronto me reuniré contigo y podrás proponerme aquello que tenías en mente.

En los ojos del capitán se atisbó una luz de diversión que acompañaba con una sonrisa de medio lado, lo que provocó que un escalofrío recorriese la espalda de Catarina. Se aclaró la garganta para replicar pero el hombre rompió su hechizo y se volvió al joven dentro de la barca.

- Namir, que no escape. – El joven asintió en silencio mientras la miraba con consternación. – Y ten cuidado, puede morder.

Dicho eso el capitán soltó una pequeña risotada y se reunió con el resto de los hombres que le esperaban más adelante. Catarina se volvió para mirar al muchacho que se suponía que iba a custodiarla. Era muy joven para estar acompañado de aquellos hombres.

- ¿También te han secuestrado? – Dijo acercándose a él para darle seguridad y que confiase en ella.

- ¿Qué? No... - Dijo el muchacho visiblemente confundido. – Yo...

Pero no terminó la frase, ante la negativa del joven Catarina se dio media vuelta para salir de la pequeña embarcación. Unos finos brazos la agarraron por detrás. Catarina podría haberse librado de él fácilmente si su corazón no se hubiese conmovido al ver que el pobre muchacho temblaba de cabeza a los pies.

- No, por favor. No se vaya. – Catarina dejó caer su peso sobre su otra pierna lo que provocó que ambos perdiesen el equilibrio y casi cayesen al agua. Luego miró al muchacho entre conmovida y confusa. – Si se marcha, el capitán no volverá a confiar en mí.

Caterina estaba a punto de replicar que ese no era su problema, pero el muchacho la miró con ojos de cordero y a Caterina se le ablandó el corazón.

- ¿Por qué querrías estar a bordo de un barco lleno de piratas? – Le intrigaba su respuesta, ya que ese joven no parecía para nada un pirata y tampoco se veía que lo tratasen mal. Iba bien vestido, dentro de lo que cabía, y parecía tenerle mucho aprecio al capitán.

La pregunta trastornó al muchacho que se atrevió a soltarla para encogerse de hombros. Era como si le preguntaran por qué el cielo era azul. Pero antes de que el muchacho al que habían llamado Namir pudiera contestar empezaron a oír los gritos de horror provenientes de las casas más cercanas. La ciudad empezó a iluminarse bajo un fuego anaranjado que amenazaba la oscuridad del cielo, lamiéndolo con sus llamas. Catarina frenó el impulso de ir corriendo hacia allí al distinguir cerca de donde estaba una figura que conocía bien, era el ayudante del alguacil que parecía buscar entre las embarcaciones atracadas en el puerto. Catarina se agachó abruptamente lo que provocó que la barca se zarandease. Namir la miró confuso antes de vislumbrar la sombra que se acercaba a ellos. El muchacho la imitó y ambos se agacharon todo lo que pudieron para esconder sus cuerpos.

- ¿Crees que nos verá? – Preguntó el muchacho preocupado.

Catarina se preguntó si sería la primera vez que acompañaba al capitán pero al mirarlo a los ojos y ver en ellos la preocupación supo que la respuesta era afirmativa. Catarina inevitablemente le dedicó una sonrisa para calmarlo, algo en ella le imploraba que confiase en aquel muchacho, quería protegerlo pese a que estuviese aliado con piratas. Escucharon cómo unos pasos se iban acercando hacia donde ellos estaban. Catarina se acercó a Namir con todo el sigilo que pudo albergar y lo tapó con su capa, deseando que fuese lo suficientemente ancha para cubrirlos a los dos. Pero los pasos se detuvieron al oír voces a lo lejos que gritaban su nombre, ahora sonaban en dirección contraria y Caterina y Namir suspiraron aliviados. Cuando se incorporaron Catarina percibió una mirada castaña que se le clavaba en la suya.

El olor del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora