Capítulo 5: La promesa

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En la cocina Namir consiguió tranquilizar a Catarina con palabras cariñosas y caricias en la espalda. Abdul se acercó a ella y le proporcionó una taza humeante sin decir palabra. Catarina le sonrió en agradecimiento y le dio un pequeño sorbo.

- ¿Qué ha pasado ahí arriba? – Preguntó al fin Namir.

Catarina dudó en contestar, al fin y al cabo no creía que pudieran comprenderlo. Estaba segura de que la culparían al igual que hizo Salim, aunque no lo dijesen en voz alta seguro lo pensarían y no quería eso. Con una vez ya tuvo suficiente.

- Nada. – Respondió con la voz seca.

Namir frunció el ceño y le echó un vistazo rápido a Abdul que se volteó y siguió con el estofado.

- Catarina...

- Estoy bien. – Catarina se levantó bruscamente – Voy a acostarme. Gracias por el té, Abdul.

Abdul alzó una mano cuando se dirigió a él y Catarina se dirigió al compartimento donde dormía seguida de Namir.

- Catarina – volvió a insistir el muchacho.

- Namir, no quiero hablar de ello.

- Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad?

Catarina le dedicó una tierna sonrisa y apretó su mano con afecto.

- Claro que lo sé, Namir. Por eso... - Catarina tomó del brazo a Namir y lo sentó en su hamaca - ¿Por qué actuaron así al ver el barco del capitán Blame?

- Es complicado. Cuando el capitán era más joven formaba parte de la tripulación del capitán Blame. Se dice que al ver el potencial que tenía lo tomó como su pupilo y le enseñó todo lo que sabe de estrategias. Pero un día, el capitán provocó un motín para alzarse con el mando del barco. Unos cuantos tripulantes lo apoyaron por lo que según la ley tuvieron que enfrentarse a un duelo a muerte por el título de capitán. Pese a que el capitán Blame era más fuerte y corpulento que Salim, no contó con la destreza y agilidad de nuestro capitán. Así que dejó a Blame herido de gravedad pero le perdonó la vida, aun así se quedó con su tripulación y su barco. Además... - Catarina lo miró incrédula, ¿es que había más? – Se dice que deshonró a la hermana pequeña del capitán Blame.

- Me asombra que lo haya dejado con vida, después de escuchar todos los rumores.

Namir se encogió de hombros.

- El capitán puede llegar a ser cruel, pero no es un desalmado. A fin de cuentas, el capitán Blame lo había tratado como un hermano.

- Y aun así provocó un motín en su contra.

Namir volvió a encogerse de hombros y retomó su historia.

- Blame consiguió otro barco y otra tripulación y juró vengarse. Desde entonces ha estado persiguiendo y enfrentándose a La morisca. Era así hasta hace poco, un día ambos hicieron una alianza.

- ¿Una alianza? ¿Para qué?

- No lo sabemos. De momento no han dicho nada, pero debe de ser algo copioso para que ambos capitanes se hayan aliado.

Catarina asintió y ambos quedaron en silencio.

- ¿Lo de antes tiene que ver con él, con el capitán Blame?

La muchacha asintió con la cabeza pero no añadió nada más.

- ¿El capitán lo sabe?

- Claro que lo sabe. Estaba allí.

Catarina soltó un gruñido de enfado y frustración. La lealtad y devoción que Namir sentía por el capitán la sacaba de sus casillas.

- Debe de haber algo...

- Namir, no le defiendas. Es lo último que deseo oír.

Namir se quedó en silencio con el rostro turbado.

- Ahora si no te importa, quiero acostarme.

El muchacho asintió y estaba a punto de salir cuando añadió:

- El capitán no es tan horrible como piensas.

Pero antes de que pudiese replicar, salió dejándola sola en el compartimento. "No, no es tan horrible. Sólo dejó que un hombre me forzase". La mente de Catarina le jugó una mala pasada y el enfado poco a poco se transformó en miedo y frustración. Se mordió el labio en un intento inútil por contener el llanto. Catarina se hizo un ovillo en su hamaca y dejó que las lágrimas brotasen libremente.

El murmullo del resto de la tripulación despertó a Catarina. Un dolor de cabeza se instauró en el momento que abrió los ojos. Se masajeó suavemente las sienes tratando de suavizarlo en vano. Cuando supo que ya no conciliaría el sueño de nuevo, salió a cubierta a respirar aire fresco. La recibió un mar en calma y la luz de la luna reflejada en él. Catarina se asomó por la borda y respiró profundamente. El aire fresco se coló por sus pulmones y acariciaba su piel. No se avistaba nada más que agua a su alrededor y Catarina se preguntó dónde estaría. Llevaban ya tres semanas navegando, debería estar lo bastante lejos de su pueblo.

- Buena noche.

Una voz que conocía muy bien sonó a sus espaldas. Catarina se agarró fuertemente a la madera. No esperaba tener que volver a enfrentarlo. La muchacha permaneció en silencio y notó la presencia del capitán a su lado.

- Pronto llegaremos a tierra.

- Mejor. – Catarina respondió entre dientes.

- ¿Ya te has cansado del barco?

- Del barco no, pero sí de su capitán. – Levantó la mirada desafiante para ver cómo el capitán tensaba la mandíbula.

- Escúchame, mujer, no sé qué te ha dado conmigo cuando yo no te he hecho nada. – Catarina abrió la boca pero el capitán no la dejó continuar – ¿Qué es lo que quieres de mí? Te he proporcionado ayuda y te permití estar en mi barco y ahora porque un hombre que no pertenece a mi tripulación te trata mal, ¿la pagas conmigo?

Catarina no podía negar que el capitán  tuviese parte de razón. No sabía exactamente qué esperar de él, quizás  había puesto demasiada confianza en un hombre que era un total desconocido. Pero sin dejar que Catarina replicase, el capitán hizo una mueca en la que contenía toda su rabia.

- Si llego a saber que me ganaría tu odio gratuitamente, hubiese sido yo el que te hubiera tocado. Al menos me llevaría algo.

El capitán le dedicó una última mirada y se dirigió a su camarote, dejando atrás a una Catarina furiosa prometiendo que en el momento en que tocase tierra firme se alejaría de él y de su mundo cuanto pudiese. 

El olor del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora