Capítulo 20.

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Capítulo 20.

¡Hola! Lo primerísimo de todo que voy a hacer hoy es disculparme. Pensé que con la llegada del verano tendría más tiempo para escribir y, quizá, que podría hasta acabar la novela. Me equivoqué. No he parado quieta, apenas he cogido el ordenador, y, cuando lo hago, me bloqueo. He tenido que hacer muchos cambios en la historia, cosas que no me esperaba, y que necesito preparar. Creo que es una gran idea, pero habrá que esperar un poco más. He tardado mucho en subir este capítulo, porque no avanzaba nada con la novela. Por eso, como por fin he conseguido terminar el condenado capítulo 21, subo este. No obstante, voy a pedir que me deis un tiempo para reorganizar mis ideas y retomar la novela de nuevo, cuando lo tenga todo claro. No sirve de nada que siga subiendo capítulos que están mal escritos. Prefiero esperar un tiempo y luego escribir bien, y creo que todos preferís eso.

Pero bueno, es lo que hay, aunque me da pena. También, estaré inactiva desde el 18 al 3 de agosto o así. Intentaré terminar el 22 para subir el 21 el jueves, pero no puedo prometer nada.

¿Qué más...? No mucho. Solo decir que, como es habitual, el capítulo no va corregido. Además, este es bastante larguito (18 páginas).

Y... creo que eso es todo. Feliz verano a todos, y espero que disfrutéis mucho.

A todos los escritores del planeta, que hacen lo que hacen con ilusión, ya sea para los lectores, para ellos mismos, o para nadie. Gracias por enseñarnos tanto con un puñado de palabras.

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Capítulo 20.

Hubo un momento de confusión, en el que los tres nos miramos sin saber muy bien qué hacer. Los ojos ambarinos de Ancel expresaban un brillo de desconfianza, escrutando la maleza que nos rodeaba, en busca de aquel que nos había salvado, o que trataba de mandarnos al Limbo.

Aunque, pensándolo mejor, podría habernos disparado ya.

–Si es un Purgador, estad atentos –advirtió Ancel.

–¿Y qué demonios vamos a hacer ahora? ¿No deberíamos continuar? –preguntó Tom.

Ancel sopesó nuestras opciones.

–Tienes razón. Sigamos.

Echó a andar en una dirección, y pronto su cuerpo volvió a estar oculto por la maleza.

Tom y yo le seguimos de cerca, procurando no perderle de vista. Observé la espalda de Ancel con detenimiento, sus musculados hombros y definida corpulencia. El pelo castaño se le rizaba en la nuca, formando graciosos remolinos. Musitel colgaba de la vaina, tapándome una gran parte de la visión.

Cuando llevábamos un buen rato andando, Ancel se detuvo en seco, mirando hacia todas partes, escrutando la maleza.

–¿Qué…? –empecé, pero Ancel me cortó.

–Shh, he escuchado algo.

Se giró de nuevo hacia la espesa vegetación, frunciendo el ceño. En ese momento, unos ojos saltones totalmente fuera de lugar asomaron del follaje, sobresaltándonos a todos.

Estaban puestos en una cara seria, surcada por arrugas y adornada con una larga barba blanca. El hombre llevaba un sombrero cubriendo lo que, supuse, era una calva.

Había un brillo inteligente en sus ojos, mezclado con la hostilidad irritada de alguien mayor que no soporta la incompetencia.

–¡Zanetti! –exclamó, alzando su bastón.

Al otro lado de la ventana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora