Bueno, bueno, bueno, ya estoy de vuelta :D Tras mi paso por los Estados Unidos de América, mi bloqueo ha desaparecido, y ya he terminado el capítulo 23, el cual es un poco lioso (sorry :$). Pero en fin, el caso es que estoy aquí de nuevo, y escribiendo más que nunca.
Quería hacer un par de anuncios y decir algunas cosas.
1.- Me siento un poco decepcionada, porque recibí solo 3 comentarios en el capítulo anterior (ya sé que pido esos), pero he estado recibiendo entre 5 y 6, y una bajada así resulta chocante. Y... bueno, sé que es verano, que mucha gente está de vacaciones sin internet y eso, pero aun así.
2.- El capítulo va sin corregir. Ni siquiera me molesto en leerlo. Si lo hago, probablemente acabe dejando la historia.
3.- Ya queda poco para el final.
4.- He estado construyendo una nueva historia. No diré nada sobre ella todavía, puesto que primero terminaré Al otro lado de la ventana, pero esta estará más currada, y me aseguraré diez capítulos de ventaja antes de subir el primero.
5.- Pues... ¡ah! Voy a remodelar mi antiguo blog de relatos, y lo convertiré en un blog de pensamientos, historias y reseñas (:ooo).
6.- Creo que no me queda nada más que decir .-. Solo que gracias por vuestra paciencia y comprensión, y que siento este parón. Espero que no suceda de nuevo :)
7.- ¡Feliz verano! O lo que queda de él...
Este capítulo se lo dedico a los médicos. Sí, ya sé que no tienen nada que ver con la historia o la escritura, pero me parece que deberían tener más reconocimiento del que en realidad tienen. No sé, salvan nuestras vidas. Algún día quiero hacer lo mismo. No importa cuánto cueste.
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Capítulo 21.
Ancel tenía el ceño fruncido, mirando a las Parcas con un brillo de reproche en sus ojos de fuego. Nergal había callado, sin atreverse a pronunciar una palabra más.
El silencio reinaba en la cueva.
Las tres mujeres me miraban con curiosidad, observándome de arriba abajo, mientras la incomodidad crecía en mi interior.
Sin embargo, no me moví. Sus palabras resonaban en mi mente, haciendo que un extraño vacío se alojara en mi estómago. Era una sensación extraña, que no se parecía a nada que hubiera sentido antes.
Finalmente, una de ellas, que portaba unas tijeras en la mano, habló. Su voz no sonaba como la que había hablado antes, que parecía ser una mezcla de las tres, sino que era grave y profunda, denotando experiencia y sabiduría.
–No pensaba que nos dejarías verla tan pronto, Ancel –comentó, sin quitar los ojos de mí.
–Ni siquiera sabíamos que nos dejarías verla –añadió otra. Esta, sin embargo, sujetaba con ambas manos un par de ovillos de lana de un extraño color.
Desprendían un brillo plateado muy curioso.
Entonces supe por qué. De alguna manera, aquel material sí era tangible. Pertenecía al Otro Lado, no al mundo terrestre. La lana, y cualquier objeto en aquella cueva, pasaría desapercibido para un ser vivo.
Ancel tenía el ceño fruncido. Las sombras de aquel lugar, que tanto contraste hacían con la característica luminosidad del Infierno, otorgaban a su rostro un aspecto más serio del que en verdad era.
Ese era otro aspecto extraño sobre la cueva: la “poca” luz. En realidad, se veía perfectamente, pero era mucho más oscuro respecto al paisaje de fuera.
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