Capítulo 11.
Siento no haber subido antes, he tenido un fin de semana muy ocupado, y hoy tenía que estudiar, pero por fin he conseguido subirlo. Bueno, y... ¿qué os parece Satanás? :3 Comentarios, por favor. Carol, no me mates D:
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Capítulo 11.
Otra vez su presencia me arropaba, me susurraba y me reconfortaba. Me giré, encarando al ángel que me había protegido desde la muerte de mi padre y que ahora, por fin tenía nombre.
Seguía con el brillo oscuro de la última vez, pero ahora le quedaba bien, era familiar y no resultaba extraño.
–¿Estás seguro de que es ella? –Preguntó una voz.
–¿Y qué otro Purgador podría desmayarse, sino ella? –Contestó el ángel.
Fue la voz de Ancel la que consiguió finalmente despertarme. No obstante, no abrí los ojos en el momento, tratando de escuchar alguna respuesta.
Pero no hubo ninguna.
Por fin, mis párpados se abrieron. Una luz cegadora me embargó, sumiéndome en un estado de desconcierto absoluto, hasta que mi vista se acostumbró a la luz.
Me encontraba en una habitación, tumbada en una cama de la época medieval con dosel. Ancel estaba sentado en ella, justamente en la esquina.
Las paredes, tapizadas con colores anaranjados y marrones, conjuntaban perfectamente con la colcha con la que estaba tapada.
Ancel giró la cabeza en cuanto advirtió movimiento, y, por primera vez, me fijé en la otra figura que se hallaba en el cuarto.
Era un hombre alto, de cabello oscuro y profunda mirada, que me escrutó la cara impasible.
–Alucinante –murmuró–. Bájala en cuanto esté preparada. Satanás está deseando conocerla.
Y luego abandonó la sala.
Su esencia se quedó presente en la sala durante unos segundos, en los cuales ninguno de los dos habló. Cuando por fin se hubo evaporizado, Ancel se levantó.
Llevaba una camisa blanca, con el primer botón sin desabrochar, y unos tejanos negros que le quedaban –digámoslo– muy bien.
–Es capaz de escucharnos si todavía hay partículas de su esencia en la habitación –explicó.
–¿Qué ha pasado? –Pregunté tras un asentimiento de cabeza.
–Te desmayaste. Algo hasta ahora inimaginable, por cierto –esbozó una sonrisa irónica–. Todo el mundo habla de ti ahora: aquí las noticias corren como la pólvora. Pero ahora vamos a tratar un tema muy importante.
Asentí, incorporándome contra el cabezal de la cama.
–¿Recuerdas por qué te desmayaste?
Cerré los ojos, tratando de rememorar lo que había pasado horas antes. O días. O lo que fuera.
Los retazos de una pelea y de mi habilidad, me vinieron a la mente. Poco a poco, fui construyendo la escena, hasta que estuvo presente en mi cabeza, junto al dolor que hacía que me palpitara la sien.
–Hubo una pelea –dije, vagamente–. Y yo tenía una habilidad.
Noté que la cama se hundía bajo el peso de Ancel.
–La utilizaste –sonrió con afecto–. Lamentablemente, no tenías ni idea de cómo hacerlo.
Puse los ojos en blanco.
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