Octava entrada - La afortunada (no tanto)
Bienvenido de vuelta, escoria humana. Bienvenido a la historia de mis desventuras y peripecias.
Debo decir que estoy de buenas mientras escribo esto, porque tengo esperanza.
Hoy, miércoles, uno de los grupos de sexto año debe presentar el examen de química, aquí, ¡en el laboratorio! Quizás, si soy lo suficientemente ruidosa, me escuchen y me encuentren; no es como si fuese muy difícil patalear, gritar y estresar a las personas (cosa que hago desde que tengo memoria).
Ahora, siguiendo con la narración de mis desventuras, que es como le llamo a las aventuras que no debieron suceder, y mis peripecias:
Cuando salí del edificio del colegio, me senté en los escalones del portal, con la cabeza recostada de una de las columnas de concreto.
Me sentía tan impotente, molesta y miserable. Tenía que haberlo recordado, tenía que haber ido a inscribirme antes, en lugar de pasarme toda la semana evadiendo a mis amigos y a cualquier ser viviente.
No sé cuánto estuve allí sentada, pero pareció ser una eternidad de miseria y culpabilidad. Tanto así, que cuando escuché el sonido del claxón del auto de mi hermana, me tomé unos segundos para levantarme del lugar. Al subir al auto de Regina, esa tarde del viernes casi comencé a llorar. No lo hice, por si se preguntan, porque mi hermana estaba hablando con su novio por teléfono y me pareció que arruinarles la felicidad era algo realmente malvado. Ambos conversaban animadamente y ella parecía estar apunto de gritar de emoción.
¡Vaya a saber por qué!
Si deben saber algo de Henry y Regina, es que un hijo suyo se llamaría Harry (recuerda las leyes del manual de los Groneu) y una hija... bueno, no lo sé, ¿Helina, quizás?; también deberían saber que son la pareja más perfecta que podría existir, justo después de Hazel Grace y Augustus Waters.
-¡De verdad, yo tampoco puedo creerlo! -chilló Regina y luego posó su vista en mí-. ¡Oye, Romina está aquí!
Luego de unos segundos, configuró la llamada para que estuviese en el modo altavoz y así Henry pudiese saludarme. Reg, -como siempre he apodado a mi hermana-, movió sus manos para que hablara con su novio.
-¡Su majestad, Romina! -dramatizó él, al otro lado de la línea. No pude evitar cambiar mi rostro de descontento por una sonrisa amplia; lo cierto es que no pude evitar ser sarcástica.
-Oh, adorado duque de Rominalandia, ¿a qué se debe tanta felicidad?
-Eh, uh, yo... -su confianzudo tono de voz cambió de repente-, tengo que irme, ¡las quiero a ambas!
Y cortó la llamada. Miré a Regina con una ceja alzada, mientras ella pisaba el acelerador a tope. Su rostro también era extraño. Parecía contrariada y nerviosa, pero evité las preguntas porque así ella evitaría cualquier pregunta sobre mi candidatura. Entramos en la autopista, y a diferencia de nuestro primer viaje al colegio, no había muchas personas en las calles; nada de tráfico que interfiriera con nuestro automóvil.
Regina volvió a poner música, pero esta vez, sonaba una canción del género indie, una de sus favoritas. Creo que era de una banda llamada Passion Pit, pero no estoy segura, nunca lo estoy. Si no lo he mencionado nunca antes, Regina posee una voz que le daría envidia a un coro de ángeles en el que participarían Whitney Houston, Adele y Mariah Carey.
Entonces, íbamos en el auto, mi hermana cantando y su cabello rubio ondeando con el viento, y yo, luchando con la brisa veraniega que intentaba que me tragara mi cabello.
Cuando por fin pude sacar la última hebra marrón de cabello de mi boca, recordé una línea de mi conversación con Reg, justo antes de que ella me dejara en la ESE. Así que, como ninguna iba a preguntar nada sobre su vida personal, decidí preguntar sobre Alina, mamá.
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Romina para presidenta
Teen FictionDesde que Romina posee memoria, solo tiene cabeza para una cosa, y eso es, convertirse en presidenta. No en jefa de la nación, claro que no. Ella quiere ser presidenta estudiantil, y su más grande desafío está por venir: el año de la postulación...