Tercera entrada - La come-avena

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Tercera entrada - La come-avena

Odio las arañas.

Aunque, odio las arañas gigantes y mutantes mucho más.

Verás, querido lector, a la vez que lees éstas páginas, probablemente ya he muerto, o me han rescatado. Una de dos.

En ésta segunda entrada, te hablaré, un poco de varias cosas, comenzando por mi fobia más grande: los arácnidos.

En la entrada anterior, mencioné al asesino peludo que estaba unos metros frente a mí.

¡Ah! Ya lo habrás recordado.

No te privaré de una sonora carcajada, así que, te contaré la versión larga:

Cuando cerré el cuaderno, bajé mi pesado culo de «Cece, la silla», y me quité los zapatos rojo vino del colegio, cosa que resultó, con un par de calcetines llenos de mugre y polvo, de los años en los que éste lugar no ha sido aseado.

Entonces, tomé uno de ellos, y me dispuse a asesinar a la araña saltarina, a quien apodé como Spooky, ya sabes, como «Terrorífico», porque eso era justo como yo lo percibía.

—A ver, Spooky. Creo que no sabes con quien te metes. Tengo dos hermanos mayores y soy muy buena lanzando cosas. —dije en voz alta, como si estuviese hablando con la araña, aunque, esa criatura de la Creación no sabía lo que estaba pasando.

Estoy segura de que lo único que sabía aquél arácnido, es que cada vez que yo pisaba, enviaba vibraciones por el suelo, y representaba una amenaza para ella.

Para que vean que soy muy inteligente, y que se me da muy bien la biología (¡pero no la química!).

Así que, cuando encontré al bichejo ese, estaba muy lista para lo que pasara, y en mi interior, pensaba que estaba a punto de superar mi mayor miedo.

Entonces, toda la seguridad y auto-confianza, se desvaneció cuando Spooky saltó, y de un brinco, terminó adherida a mi calceta.

Comencé a sacudirme, como si estuviese convulsionando, mientras golpeaba ciegamente hacia, donde yo creía, estaba Spooky, y por accidente, me dejé un moretón en el pie derecho.

Y yo gritaba algo parecido a:

—¡Aléjate! ¡Animal endemoniado! ¡Ah! ¡Ah!

Esa no fue la peor parte, porque aún no llego a ese tramo en la historia.

Sé que estás pensando: «¿Qué puede ser peor, Minnie?», así que, en primera instancia, déjame decirte que hay cosas peores que una araña común. Y segundo: ¡joder! ¡Mi nombre no es Minnie! ¿Acaso tengo un par de orejas de ratón, que me hacen ver como aquél dibujo animado de Disney[15]?

Como te seguía escribiendo... cuando por fin logré que la araña bajara de mi media, le lancé el zapato y sus cesos salpicaron por todos lados. Completamente asqueroso, lo sé.

He llegado a creer que mis gritos pudieron escucharse hasta el gimnasio, y eso que está al otro lado de éste instituto.

Aunque... si me pongo a pensar, ningún grito se compararía al que di el primer día de colegio de éste año, cuando puse un pie en la clase de matemáticas.

Si mal no recuerdo, en la última entrada, también hablé sobre esto.

Yo había acompañado a mi lindo aprendiz a su clase de química, y luego me largué a matemáticas, con el profesor Tomás.

Ya saben, el típico profesor que usa un par de anteojos que hacían que sus globos oculares se vean del tamaño de la luna, y que podría usar su voz como canción de cuna, ya que, es una especie de adormecedor para mí. De sólo pensar en él hablando, me da sueño (y eso que solo son las once y media de la mañana).

Romina para presidentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora