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24 de noviembre de 1394, Francia

Amaneció un cielo limpio y claro, presagio de un gran día. Campesinos y nobles disfrutaban de los rayos del sol calentándoles la piel; y agradecían a la fresca brisa que despejaba sus mentes. Fue durante esa tarde, en un palacio digno de reyes, que nació la criatura más hermosa que sus padres podían desear. Tenía el pelo rubio como el sol que había bendecido su nacimiento y sus ojos eran azules como el cielo en el que descansaban las nubes. A este niño se le puso el nombre de Carlos, Carlos de Orleans, haciendo honor a la inteligencia escondida en su mirada. Creció para convertirse en un hombre amado y respetado por todos. Ya de niño demostró ser valiente y generoso, suficientemente desinteresado y abnegado como para entregarse a quien le necesitara. Incluso si esa persona era una damita dos años menor que él.

19 de febrero de 1396, Francia

Ese día la buena fortuna no sonreía a los habitantes de Armagnac. Un manto de nubes negras cubría el cielo, ráfagas de viento tan brutales como huracanes agitaban los árboles del bosque y la lluvia inundaba las calles del pueblo. En medio de la oscuridad de la madrugada, en un humilde hogar, un llanto desgarrador se hizo escuchar por encima de los truenos. La propietaria, un bebé recién nacido de cabellos oscuros como la mismísima noche y de ojos tan verdes como el bosque que rodeaba su casa. Le pusieron de nombre Bonne D’Armagnac.

21 de agosto de 1400, Francia

Aquel día se respiraba tranquilidad y el muchacho de cinco años tumbado en los prados era testigo de eso. Había decidido tomarse un descanso del ruido y el agobio de su casa. Ya a tan temprana edad sabía cómo salirse con la suya, había logrado evadir a los criados y a las doncellas encargadas de su cuidado. Se había subido a lomos de su poni y había cabalgado hasta un campo no muy lejano, tan solo lo suficiente como para que tardaran en encontrarle un par de horas. El tiempo justo para cerrar los ojos y disfrutar del sol en su pequeño cuerpo. Tenía un alma rebelde, pero sabía que debía comportarse con corrección y seguir las normas establecidas. No por nada, era hijo de un duque. El niño estaba tan ensimismado, que no se percató de la pequeña que corría alocada entre las altas hierbas. Lo mismo le sucedía a ella, que no fue consciente del muchacho tendido en el suelo hasta que fue demasiado tarde. Soltó un gritito antes de tropezar y aterrizar encima del desprevenido niño. Ambos se incorporaron lo mejor que pudieron, y se miraron con cierto temor y curiosidad. Al final, él fue el primero en hablar y comenzaron una animada conversación sobre juegos, animales y otros temas suficientemente sencillos como para que ambos los entendieran. Durante toda la tarde, los niños estuvieron escondidos entre matorrales y hierbajos, forjando una amistad tan sólida que encuentros como este se seguirían aconteciendo a lo largo de los años venideros.

🔹♥🔹

Ambos crecieron, de cuerpo y espíritu, cada uno a su manera de ser, pero siempre conservando la chispa que los unió. Carlos estudiaba día y noche en su prisión de comodidad y riqueza, pero siempre encontraba pequeños momentos para reunirse con su amiga en secreto. Recorrían campos y bosques juntos, luchando contra toda clase de males inventados pero muy reales para ellos. Crecieron juntos, apoyándose el uno en el otro e imaginando lugares lejanos donde ambos pudieran verse todos los días sin esconderse. Carlos le transmitía a Bonne todo lo que le enseñaban sus maestros, y así ambos aprendieron a reconocer los rastros de los animales; a montar a caballo sin caerse durante horas; a identificar cada hoja, arbusto, árbol y fruto que encontraran en su camino; a guiarse por las estrellas en medio de la oscuridad y a curar todos los males físicos y psicológicos del cuerpo. Carlos le enseñó a Bonne historia, geografía y matemáticas. Bonne a su vez le ayudó a imaginar que vivía en otros mundos, le llevó lejos con tan solo unas pocas palabras y le mostró los secretos de poder crear cualquier cosa con su mente. Él era su ancla, lo que la mantenía cuerda e impedía que se sumiera en sus mundos imaginarios. Ella era sus alas, lo que le permitía olvidarse de su vida y sus obligaciones. No podían ser más diferentes, pero jamás existieron dos personas tan perfectas la una para la otra.

Øne Shøts || Miraculous Ladybug Donde viven las historias. Descúbrelo ahora