➪ myg: 혀

3.4K 111 20
                                    

Dos:

El rechazo en su mirada me dice con siseo unas palabras que raspan la pecaminosidad de la situación y la mezcla de un desdén de rabia. Es entonces, cuando de su boca se expande bajo mis ojos telescópicos la lengua tecnológica, con recelo y melifluo ácido mostrándome qué es capaz de hacer con ella, cuál es la cualidad que esboza toda esta Era cibernética y de competitividad. Es en cuanto lanza una risa arrogante que me doy cuenta la perplejidad con la que me cristalizo frente a él. Min Yoongi encuentra esa caracterización fortuita excitante, lo puedo ver en la rigidez de sus pómulos tensos, lo puedo encontrar en el brillo de satisfacción en sus felinos ojos oscuros.

- Ven aquí. - niego con la cabeza en contradicción con el paso que doy hacia adelante. Pone pues, otra amarga sugestiva forma de burlarse cuando mira mis piernas expuestas y luego mis ojos. - Vamos, ven aquí jagiya. - emite en un ronco sonido persuasivo. Siento un vahído y sólo doy otro paso más.


Es en cuanto Yoongi extiende su mano y observo sus anillos de metal persiguiendo las raíces de sus venas expansivas que pierdo el ritmo de su esfera taciturna y no encuentro otra forma que ceder al terreno frío de su personalidad gelida. Pero lo siguiente que recuerdo es su mano caliente sobre mi antebrazo, oprimiendo con seducción y haciendo un periplo de efectos que me golpean transversalmente como un empíreo. Mi cabeza cae, estoy nerviosa; mi luna sensible de cáncer choca contra el blindaje de su natal carácter frío.

Escucho el sonido de su respiración tensa, su mano juega sobre la tela de mi polera y no llego a comprender en su extensa magnificencia como puedo acatar sin cuestionamiento alguno las decisiones que toma con cierta belicosidad tácita. Esgrime con suavidad su mano contra mi piel erizada y no puedo detener mis pasos temblorosos hasta que mis dedos finalmente se sintieron tranquilos, libres y exentos de todo daño sobre sus hombros en discordancia con la sensación de peligro raspando contra mi labio inferior trepidante.

- Déjame hacer el trabajo de namja chingu, jagi. - eleva la cabeza para mirarme y como acto reflejo mira mis labios húmedos.

- Suga... - gimoteo. Sólo pido que no me mire de ese modo en mi foro interno, pero él quiere y yo también quiero.


Atraviesa mi campo íntimo y extiende su boca, puedo ver cómo sus ojos me lanzan un ultimátum ladino y es el momento en el que por inercia mis manos tocan la piel nívea de su cuello.

- Eso, jagi... así es, tócame. - me besa. Siento su respiración rodeando el espacio magnético de estimulación y encuentro calor cuando abre su boca y su lengua confiere un fluido de combustión que me agasaja el paladar.


El beso se vigoriza con acucia, todo su cuerpo comienza a consumirme y estoy en un síncope; sus labios conjuran una sucia precocidad cuando de mis labios sale un jadeo ingrávido, pues era la reacción justa que necesitaba para distribuir un cauce de besos ávidos sobre mi mandíbula.

- Así me gusta. - dice y gimo bajo la conmoción de su lengua humedeciendo una vía directa hacia mi cuello.

No alcanzo a tiempo encontrar mi punto de refugio, siento su cuerpo y su boca amasando mi alma, encontrando méritos, encontrando un poco de amor en los gestos glaciales de sus facciones y sus ojos obnibulares. Me atrapa, su lengua tecnológica cruza húmeda por un camino fino sobre mi pulso y siento sus dientes haciendo vibrar mí parte más íntima. Siento mi piel erizándose en la zona que está mamando y mi espina dorsal cimbrea mientras mi cuello deja espacio para el nirvana que delinea con su lengua húmeda. Jadeo y con un improperio menciono su nombre como una procaz letanía silenciosa. Siento su sonrisa quemándome la tierna tez de mi garganta y su boca se apodera de la mía.
Es en cuánto su lengua juega con mi dualismo y traza un epicúreo recorrido sobre mi labio inferior carnoso y rosado que lo escucho gruñir ronco y entiendo cómo se siente la sensación que quiere calmar contra mí cuerpo, porque yo también quiero calmarla con el suyo.

- Eres mía, jagiya. A la mierda esa estupidez de ser posesivo, no puedo... no puedo controlarlo. Lo siento, siento que sos mía...- me mira, sus ojos felinos me arrastran a la sensibilidad que portan sus palabras y es el sonido de su voz espesa que sigue danzando contra mí oído cuando lo oigo decir: - ..y yo... puedo ser tuyo.

backlash; mygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora