➪ myg: 폭설

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Tres: 폭설


Se escucha un zumbido sordo y él está agachándose contra las gotas de lluvia torrenciales mientras escucho su respiración entrecortada y me mantenía dubitativa al margen de su aspecto displicente. Al cabo de unos segundos en dónde sólo persistía en vigía, intento bajar mi minifalda con ineficacia y como consecuencia, escucho a la lejos su voz ronroneando. Me golpean con fuerza sobre los hombros las menudencias ateridas de las precipitaciones inicuas al mismo tiempo que los sonidos roncos que se escapan inductores de la peligrosa zona de su boca solapada. Es otra vez, en un abrir y cerrar de ojos que su mueca burlona y sus iris ladinas me degustan por debajo de sus húmedos cabellos rubios. Las gotas espesas de la lluvia inclemente vuelcan raíces frías sobre su nívea piel y descienden sobre sus pómulos duros, sobre esos labios que calientan una sonrisa escabrosa. No reconozco la sensación que me cruza como un escalpelo sobre la suave piel de mi bajo vientre y soy una moraga de sentimientos agridulces.

No solo el diluvio azoga mi espina dorsal sino que también su anatomía acercándose a pasos seguros, mirándome desde aquella inclinación ácida, intentando encubrir una agria invitación que no logro describir exclamando con desaire:

- ¿Qué pasa, jagi? - me mira desde abajo hacia arriba provocando un porvenir de sutiles tambaleos con mis zapatos de tacón, pero es por fin el momento en que me penetra con sus ojos fríos con cierto recelo. - Odio que te miren de ese modo y que te hagas la tonta, porque sabés cuáles son sus intenciones y yo también las sé porque te miro exactamente del mismo modo en el que ellos lo hacen. - puedo reconocer sus celos en el siseo de su voz acre.

La lluvia moja todo mi cuerpo y como consecuencia en ése momento no poseo ningún modo de cubrir la transparencia de mi polera y el negro azabache de mi sujetador. Cuando logro encontrar el final de la tela de mi minifalda pegada a mis muslos e intento jalarla hacia abajo es en cuanto escucho la giróvaga respiración de Suga. Una sensación carnal comienza a ascender por mi tráquea, una atmósfera que equivaldría a la temporalidad de un encuentro copular se envuelve como un hálito abrasador y me deja titubeando una invitación deseosa contra mis labios de un modo cerril.

Bajo la sensación de calor sexual que me galopaba como un deliciosa caricia, me encuentro en una reprimenda interna debido a que la suave llovizna que había considerado, débil y ligera se había vuelto un tumulto de nubes negras; no había hecho caso al espectáculo de estratocúmulos que se avecinaba como una premisa. Pero a pesar de los intentos de castigarme por los actos insolentes a los que había acatado hace una hora atrás, no podía concentrarme con el único cuerpo que amenazaba con desequilibrar la necesidad del mío a calentarse con las cándidas brasas que lograba prometer su pecho. Si bien las gotas habían terminado por empaparme y golpearme con pesadez sobre los hombros, no tuve en mente que su boca muda, el gesto de su lengua tecnológica deslizándose por sus labios pálidos y las menudencias esparciéndose melosas y frías sobre sus pómulos níveos mojarían mis bragas bajo una diminuta y ahora, ceñida falda.

Pero cómo si él no fuera consciente de lo que sucede debajo de mis prendas, mira hacia el cielo. Momento en el que tomo en mi campo de visión la zona céntrica de la nuez de Adán que adornaba en el centro de su humedecida garganta y luego, observando que somos los únicos individuos a trescientos metros a la redonda bajo la lluvia torrencial, inclina la cabeza y dice titubeando:

- Tomarás un resfriado. - mientras se desliza de los hombros la cazadora y comienza a caminar hacia mí y como consecuencia de sus firmes pasos, retrocedo con mis tacones y con mi respiración sosegada tendiendo de un hilo raquítico. El sonido de los zapatos logra desconcertarlo un poco, puesto que vuelve a mirarme los talones desnudos de un modo que despierta más de algún Belcebú en la parte que roza la pérdida misma de la cordura.


Parece burlarse internamente de mi accionar, lo que en algún punto logra enfadarme, pero cuando estira el brazo en busca de tocarme y yo vuelvo a repetir dicha acción, los papeles se invierten. Ahora, es él el que está cabreado pero no pasa demasiado tiempo en el que sólo se limita a capturar mis brazos dentro de su chaqueta, por lo que cedo. Siempre cedo con Min Yoongi. Me mira de reojo mientras acomoda el frente de su brazer e inmediatamente la esquiva para comenzar a abrochar los botones de la misma, pero la forma en la que lo hace me estremece. Es un punto en la esquina lateral de su iris que vuelca un sedoso opiáceo obnibular y oscuro que me inquieta.

Pierdo el tiempo de la cosmovisión de lo que me rodea, corro el riesgo de que me queme la piel de lo cerca que se encuentra en aquél momento y no respiro de la manera más sensata. Al contrario de Suga que se encuentra ensimismado en la tarea de abrocharme la cazadora, no puedo mantener mis ojos lejos de sus labios pálidos a causa de la temperatura ni puedo dejar de mirar el gesto félido de sus facciones, ni la dureza de sus mejillas mojadas, ni la forma en la que su cuerpo empieza a empaparse gracias al clima ni la forma en la que este mismo se tensa con la exposición del frío en su espalda. Visualizo los dedos de su mano moviéndose eficaces por sobre la tela de la prenda mientras el vaho de calor que exhala se fusiona con el mío y ahuman una calidez suficiente para sonrojar levemente mis mejillas.

Gimo involuntariamente cuando siento el roce escabroso de sus nudillos contra el relieve de mi busto, justo en el sitio en el que se corona la sensible piel de mi pezón. Las bajas temperaturas, la abstracción y la rigidez de su mano empujando contra mi halo encuentran encausarme hacia la boca del lobo, expuesta a todo diluvio y a su felinos rasgos de seducción.

Sorbe la nariz, vuelve a sonreír lateralmente y serpentea su lengua por sobre sus blancos dientes a la vez que emite otro ronroneo cuando fija su mirada en la húmeda tela de la camisa colegial que minutos antes los nudillos de su mano rozaban. Cuando intento retroceder un paso más mis piernas temblequean y el sonido de los zapatos repiqueteando en busca de equilibrio lo alertan para tomarme contra sus brazos. De pronto, soy menudita contra su mirada y el calor de su pecho mientras mis piernas vibran a causa del frío o bien, a causa de aquél modo en que me miraba desde arriba cómo sí quisiera devorarme la boca. Sus manos descienden a mi cintura y me aprieta ligeramente contra su excitada entrepierna. Sus ojos me miran cómo si le pareciera divertida la sorpresa que me llevé por sentirlo tan de cerca, ingenuanente sin saber cómo.

- ¿Crees qué no me di cuenta de cómo me observabas? - achina ligeramente sus ojos y cómo si lo recordase en sus pensamientos a aquél momento, se muerde el labio inferior. -Cuánto adoro tu mohín.


Sólo atino a sonrojarme, bajando la cabeza incapaz de mirar el salvajismo que invaden sus ojos eclipsados. Fue un gran error, pues los tres botones desabotonados de su camisa y la transparencia de la misma hicieron que responda con el movimiento espontáneo de mi mano enjuagando la lluvia contra su pecho. Sus pulmones se hincharon rígidos a la vez que sus manos fueron descendiendo hasta el filo de mi minifalda. Me estremezco aferrándome a su prenda superior al sentir el anillo de metal de uno de sus dedos en la piel tibia de mi glúteo interno.

- Soy tu oppa, jayiga. Dime qué quieres que haga tu oppa.

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