Tos

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Tocio. Al rededor de un cuarto de la población universitaria se encontraba en un estado crítico de tos.

Se abrigo bien para salir como lo hacia los seis días de la semana y abordo el tren, sudaba por debajo de las prendas, sentía sus ropas pegarse a su cuerpo y sus cabellos en su rostro incomodandole.

Hikaru se encontraba en buen estado, lo que irritaba a Kariya, igual Tenma y Tetsukado se encontraban en buen estado de salud, pero no podía decir lo mismo de los demás, quienes estaban un poco mejor o peor que él; Sakura ya tenia dos días faltando a clases al ser internada de emergencia por un ataque de tos.

Buenas tardes Guran:

Bien... sigo con tos, ya sabes. No se que demonios pasa que no se me quita, pero lo bueno que no se a contagiado Kyousuke, y no es como si le importará mucho, hablando de él, días atrás te dije que hablamos un poco, cosas como nuestros nombres y eso, pero ayer lo noté extraño, y de por sí lo es.

Tengo examen con Hiroto en unas horas según él para ver mi avance, dudo que vaya a fallar, me a enseñado muy bien. Midorikawa y Reina están más enfermos que yo, no se si preocuparme o reír por que Mido le negaron rotundamente comer helado. ¡Ja, ja, ja!
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—¿Hayato? –cuestiono la mujer al sentir la calidez de la mano del chico.

—Tranquila, estoy aquí, mis hermanos están estables –informó sabiendo que preguntaría por ellos —descansa y no quiero que te preocupes por nada.

—Hayato... solo te e causado problemas...

El muchacho negó —mi familia jamás sera un problema, mucho menos la mujer que me a ayudado y formado para ser quien soy ahora.

Lagrimas surgieron de los orbes de la mujer, escuchar hablar así a su hijo.

Konoha temblaba de la fiebre que tenia, pero aún así no faltaba a las clases y apoyar a Matatagi, quien le insistía a que fuera al doctor. No era raro ya toparse con el chico de cabellos cyan, al cual le gustaba hacer sonrojar.

Solo en casa, preparaba alimentos y los llevaba a su familia, sus hermanos ya habían salido de su estado crítico, ahora solo faltaba su madre pero, esta parecía empeorar.

—Deberías descansar un día –le dijo el anciano al cambiar turno —no vayas a enfermar también.

—Estoy bien anciano, y así estaré, no puedo darme el lujo de enfermar –mirándole con determinación. El señor admiraba a ese chico.

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