Destino

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—¿Estas dispuesto a dejar todo por él? ¡Es ridiculiza! –señalaba el mayor.

Aquel lugar, un cuarto de cemento con solo una puerta de metal con una pequeña ventana con cinco rendijas, Kariya pegado a una pared sujeto de las muñecas, pies y cuello con grilletes de metal las cuales les seguían unas cadenas pegadas a la pared.

Frío y húmedo, no sabía cuánto tiempo tenía allí, ni siquiera recordaba cómo llegó ahí, pero, un aroma inconfundible de alguna manera lo mantenía en pie, con la casi desaparecida cordura.

Su cabello enmarañado y sucio como su cuerpo con ropas rasgadas y mal olientes con rastros de sangre y otros líquidos. Su mirada perdida en algún punto de la habitación sin brillo alguno.

Ese día tenía la visita de "alguien importante" por lo que con dos baldes de agua le limpiaron para quitar un poco el olor.

—Lo prefiero antes que a ti.

—Mal agradecido.

—No. no confundas las cosas hermano. Te amo, te estimo, pero no soporto tales actos que haz cometido contra tus semejantes.

—Palabras necias y vacías Kyousuke, te mal hicieron en la universidad.

—Me abrió los ojos.

Un chasquido de lengua segundo de la puerta cerrarse con fuerza, el aroma seguía ahí, como ese presencia tranquilizante —¿qué te han hecho?
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Se sentía cómodamente bien, limpio, seguro y... hambriento, con una pesadez que no había tenido desde ese día...

Sus ojos se acoplaron a la luz del sol en pleno apogeo en el cielo azul, el cálido soplo del viento que removió sus cabellos como las tenues cortinas, su vista era una habitación color crema como las sabanas y edredones, una mesa con dos sillones y un gran ventanal a un balcón.

Cerró de nuevo los ojos, pero su estómago insistía en ingerir algo lo más pronto posible por lo que hizo el mayor esfuerzo por levantarse, sus piernas entumecidas le hicieron dar tropezones hasta llegar a la cocina que era color gris con naranja, con una isla de mármol en el centro y granito, línea blanca y una alacena de madera bien surtida.

Comió y bebía para luego comenzar a girar los engranes en su cabeza ¿donde estaba? ¿Que pasó?

—Si él hambre no te despertaba, nada lo haría –esa familiar voz. Giro su rostro el cual tenía rastros de alimento para ver a Kyousuke con ropa casual que le gustaba: pantalones cortos, botines, doble camisa y una bufanda veraniega —Masaki.

Después de unas horas, comprendió todo. El por qué estaban ahí, lo que sucedió y el detrás de la pandemia hace unos años.

Le fue inevitable no golpearle y llorar en el proceso, preguntar por sus amigos y familiares, de los cuales, Kyousuke solo sabía de Nishizono e Ibuki.

Después de que los suspiros y lágrimas dejaran de salir, se mantuvo en silencio mirando a la nada a través del ventanal en la sala color naranja con cómodos sillones blancos y electrónica.

—Hiciste bien en estar con él... –habló después de aquel largo y sepulcral silencio —él... fue un hombre a diferencia de mi que me comporté como un niño estupido –negó —como una bestia.

—Soy débil –dijo con un hilo de voz —no sé por qué no soy yo el que muera.

—No digas esas cosas, nadie quiere escucharte decir eso.

Bajo la mirada, los orbes de Tsurugi eran penetrantes, tan intensos que podía sentir que le veía el alma. El mayor suspiro y le tomó de los hombros.

—Relájate. Come y duerme.

Fue lo único que dijo para irse del lugar y dejarlo solo en sus pensamientos.

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