Odisea

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Un llanto le hizo entrar en razón y alzarse, destrucción y dolor, hogares reducidos a cenizas, gente hundida en el vacío y clamor por una esperanza que tal vez nunca llegaría.

Sus orbes magenta recorrieron con su vista borrosa y oído aturdido el lugar, personas ayudando a otras, curando, rescatando de los escombros. Una enmarañada cabellera naranja se divisó a unos metros de distancia; una varilla atravesada en el brazo le hizo gritar de dolor llamando solo un poco la atención.

—¡Munemasa! –el pequeño Shinsuke llegó a su ayuda. Otros dos chicos fueron con él.

—¿Qué pasó? –cuestiono después de tomar unas pastillas. Las miradas pasaron de uno a otro hasta que el pequeño amigo de este decidió hablar —nos atacaron, estabas ayudando en el enfrentamiento pero otros con habilidad más fuerte los rodearon y desde ahí no supe más.

Aquella noche transcurrió con saladas lágrimas secas por la fría brisa.

La calidez de unos labios inundaron su pecho y se extendió por todo su cuerpo observando entre cerrados ojos al causante de tal calor y suave tacto —Minaho...

Este sonrío sobre los labios ajenos acariciando con los dedos los cabellos ajenos como el pecho del otro, se recostó sobre el cuerpo del mayor con cuidado de no lastimar más el brazo herido.

—Te vi...

—Lo se. Disculpa no haber ido, había mucha gente.

—No tienes que disculparte, lo entiendo –comenzó a acariciar la espalda ajena.

—¿Kariya estará bien?

Ambos se quedaron callados, no sabían que pasó con su amigo, tampoco sabían de los demás, sino se encontraron con Nishizono en el recorrido al ser trasladados por los de singularidad, la rebelión y ahora, ahí estaban.

—Pese a todo a demostrado ser muy fuerte, una recaída no significa ser débil.

Kazuto asintió, era verdad. Ambos se acomodaron en aquel espacio con otro grupo alrededor de una fogata, el frío comenzaba a ser calante a los huesos.
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Miraba por la ventana montañas de arena que ocultaban a lo lejos un mar con fuertes oleajes que lanzaban saladas gotas que la brisa llevaba.

Suspiro. Sus orbes se cerraron por el tacto de los dedos en su espalda y deslizarse.

—¿Qué piensas? –cuestionó el mayor abrazando por la espalda al otro.

—En lo que está pasando, en lo que me pasó. ¿Por qué hacer esto? ¿Que ganaría alguien con hacerle esto a las personas? –su voz denotaba frustración e irá.

—Un deseo de ser el gobernante de todo –soltó. Sus labios recorrieron el cuello del otro haciéndole removerse entre sus brazos —yo solo quiero ser gobernante de una persona –susurró al oído de Kariya.

El cuerpo del menor entre el frío cristal y el cálido cuerpo de Tsurugi se retorcía ante la electrizante corriente que recorría su cuerpo.
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La madrugada fría, una leve llovizna cayendo. Cubrió el cuerpo descubierto de Kariya, aquel que le provocaba diferentes reacciones, que le hundía en deseos y fantasías.

Desde sus adentros sentía la necesidad de contarle todo, quién era en realidad el, sobre su hermano y sus planes, el por qué se decidió por él, pero ¿lo seguiría aceptando después de contarle? ¿O se alejaría?

—Kyousuke... –adormilado Kariya le atrajo a él abrazándolo. Aquella calidez del chico y su aroma le tranquilizaba.

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