Pánico

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"El aire falta, no puedes respirar. Todos van y vienen tan normal. Tú te derrumbas. Quieres ayuda, pero nadie puede dártela, porque ¿cómo alguien podría protegerte de ti mismo?"

Aquella realmente había sido una semana fatal, tuve un montón de recaídas. Altos y bajos momentos. No asistí a las reuniones porque no quería hacer el ridículo gritándole a alguien o poniéndome a llorar de la nada, tal vez estando extasiado y en otro momento ponerme a arrojar cosas contra los demás.

—¡Estaba preocupado! —Seungkwan se acercaba a mí con el rostro pálido, parecía más delgado que la última vez.

No había sido consciente de lo mucho que lo había extrañado, porque así era, yo le había extrañado, toda la semana había pensado que tal vez estando con él, mis pequeños episodios pasarían a segundo plano, pero no quería comprobarlo ni arriesgarlo, tampoco quería que me viera de esa manera, resultaría penoso

—Necesitamos intercambiar números de teléfono.

—No tengo, lo siento. La última vez lo arrojé a la carretera y no quise otro.

Era una larga historia. Él me miró y soltó un suspiro de resignación, me tomó del brazo para guiarme hasta una de las sillas. Hablamos acerca de cualquier cosa menos de lo que había sucedido. Eso me gustaba de él, que nunca hablaba sobre lo que yo no quería hablar.

La reunión había empezado y fue la primera vez que me di cuenta de lo fascinado que estaba por Seungkwan, por su voz, su manera de ser, la manera en que hablaba, como cerraba un poco los ojos al sonreír, sus movimientos de cabeza. A veces sus ojos se cruzaban con los míos, ladeaba la cabeza acompañada por una sonrisa y yo apartaba la mirada lentamente, como si aquello no me afectase a pesar de que un músculo en mi espalda se tensara y sintiera un cosquilleo en la garganta.

Cuando concluyó, nos quedamos un momento más. Charlamos un poco con los demás. Nos fuimos cerca de 20 minutos después. El cielo comenzaba a oscurecer en aquellos típicos tonos rojizos, rosados y anaranjados. La brisa era suave, olía a todo, a café, a tierra, a spay para el cabello, a tantas cosas.

Seungkwan se detuvo mirando hacia el frente, primero lo observé a él —por supuesto— después llevé mi mirada al punto donde él la tenía fija. Había un grupo de gente gritando estupideces, moviendo carteles en dirección a un edificio, claramente era una pequeña protesta acerca de algo. De un momento a otro, Boo estaba pálido, respiraba con dificultad y jugaba nuevamente con sus manos. La angustia era palpable, podría decirse que hasta yo la sentía.

Lo conduje hacia la cafetería y entramos directo al baño. Solo esperaba que nadie nos echase. No parecía estar prestando atención a nada de lo que yo intentaba decirle, su respiración no se había calmado, podía adivinar que probablemente tenía ganas de gritar, de echarse a llorar. Lo único que pude hacer fue abrazarlo. Primero se tensó bajó mis brazos, un segundo después me correspondía.

Podía sentir su corazón golpear su pecho, su respiración profunda que probablemente no le era suficiente, sus manos aferrarse a mi jersey. No hablé, no hubiera sabido que decir. Tampoco sé con exactitud cuánto tiempo estuvimos de esa manera, podrían haber sido unos segundos o tal vez varios minutos, casi una hora incluso. Pero me agradó sentirlo cerca, lo cual era terriblemente egoísta al entrar en la situación por la que él pasaba.

Descubrí el motivo por el cuál traía aquellas ligas en sus muñecas, se golpeaba con ellas la muñeca, probablemente para controlar sus ataques de ansiedad. Aquello me hizo preguntarme que otra cosa haría para controlarse, para castigarse.

Llamamos a un taxi, se marchó sin decir nada más que un: "gracias" acompañado de un lo siento. Hubiera deseado hacerle saber que no tenía que disculparse por nada, pero no lo hice. Solo se fue así y a pesar de todo, yo me sentía cálido al recordar sus brazos al rodearme y corresponder mi abrazo, su aroma, la suavidad de su cuerpo.

Aquella noche no pude dormir, pensé en él hasta que amaneció, durante el desayuno, de camino al instituto, en clases, en el almuerzo y por primera vez en meses deseé tener un teléfono, por fin tenía un motivo para tenerlo. Él. 

El borroso recuerdo de la oscuridad | Verkwan |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora