Depresión

101 21 2
                                    

           

"No quieres hundirte, pero no encuentras las fuerzas para levantarte. No es cuestión de actitud. Ya elegiste tu solución. No hay marcha atrás."

           

—Lo siento, no debí comportarme como un imbécil —lo observaba desde arriba. Parecía dormido. Ojalá lo hubiera estado.

Me mordí el labio inferior, pero ni con eso pude no echarme a llorar, me dejé caer a un lado del féretro donde reposaba su cuerpo. Gimotee como nunca, hubiera deseado consuelo y el único que podía dármelo era por quién lloraba. Mi madre estaba detrás mío acompañada por mi padre, ambos hubieran deseado que no hubiera ido, al final habían accedido a ello.

Su madre estaba como sonámbulo, sentada o a veces parada, rodeada por sus tres hijas, pidiéndole que comiera, pero ella no parecía estar escuchando. Nunca conocí a su padre, pero ahora lo veía, estaba de pie mirando por la ventana, se mantenía rígido como una estatua, sabía que era su padre porque una de sus hermanas se había dirigido a él de esa manera.

No era algo que ninguno de ellos pudiera haber prevenido, ni tampoco le hubieran hecho cambiar de parecer, tampoco yo; ojalá el valor de decirles algo como aquello me invadiera, pero ¿de qué serviría ahora? No sería ningún consuelo de todos modos, si no me servía a mí, mucho menos les serviría a ellos. Permanecí tanto tiempo en el suelo que apenas sentía mis piernas, mi padre tuvo que sostenerme y al final me eché a llorar en sus brazos. Quería romper algo, salir corriendo, gritar, abofetearlo, exigir respuestas, decirle que lo amaba, llorar de nuevo. No tenía fuerzas ni para levantarme.

No asistí a su entierro. Hubiera sido terriblemente doloroso, ver como descendía poco a poco, como lo perdía una vez más, como sus recuerdos quedaban debajo de un montón de piedras y tierra. Como su existencia dejaba de ser parte de este sitio.

Mi dosis cambió, comenzabaa ser más fuerte. A penas comía, hablaba o siquiera salía de la cama. No había razón para ello. Me molestaba que la gente siguiera su vida como si nada hubiera pasado, odiaba existir, odiaba este maldito mundo en donde él ya no estaba incluido. Ni siquiera el mudarme de vuelta a Estados Unidos sirvió. Transcurrieron semanas, yo seguía deshecho hasta que mi madre me envió un paquete. Dentro estaba aquello que hubiera deseado tener semanas atrás. Su despedida.

El borroso recuerdo de la oscuridad | Verkwan |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora