El lamento del viento

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Tras las luchas entre los dos bandos, ahora se podía divisar una soberbia ventaja por parte del grupo del poder ya que el grupo del conocimiento carecía de los números adecuados para hacer frente a la vanguardia del bando contario; sin embargo, aún pendía un velo de misterio sobre algunos miembros del grupo del conocimiento.

Mientras las hojas de los árboles danzaban con las leves ráfagas de viento, mientras las flores desprendían su polen para poder vivir su propia historia de amor, mientras los cachorros sostenían con una mano el helado que acababan de comprarles sus madres, cierto panda rojo tocaba su violín carmesí en el parque.

– ¿Escuchaste las noticias? –preguntaba un peatón cerca del violinista.

– Si, hay muchos asesinatos sin respuesta y muchas cloacas abriéndose debido a esos asesinatos.

– Si, dicen que hay un asesino en serie que busca las cabezas de todos los empresarios corruptos.

– No es que esté de acuerdo, pero al menos de alguna forma la justicia llego para los afectados por esos empresarios corruptos.

Tras esa pequeña conversación en la cual fue un oyente indirecto, el panda rojo sonrió, termino su pieza con un brillante solo antes de guardar el violín de rojizos destellos en su funda y retirarse del lugar.

– Así que ya soy famoso por aquí –dijo aquel en voz baja–. ¿Qué opinas Hermes?

– Yo sólo te sigo en la búsqueda de las partituras para la sonata del diablo –resonó una voz dentro de la cabeza del panda rojo.

– Lo sé, lo sé, todo para conocer "esa" partitura y poder hacer pagar a todos los malditos bastardos de la humanidad.

Aquel panda rojo era el portador de la runa del viento del lado del conocimiento, su nombre, Fabrizio, un huérfano en su infancia y desde su juventud, violinista callejero para juntar un par de monedas para llevar a su boca un trozo de pan.

Su historia comienza muchas lunas antes, en una cálida tarde de verano en la cual su madre, quien, era una importante concertista conoció a un empresario de origen oriental con el cual disfrutaría de un tórrido romance del cual emergería Fabrizio. Sin embargo, no todo sería miel sobre hojuelas para el pequeño que había nacido en una cuna más que endeble.

– Yo no me pretendo hacer cargo del mocoso –indicó con tono fuerte y serio un panda rojo alto y de mirada fría, quien en el marco de la puerta que daba al pasillo de los departamentos, sostenía una maleta llena con sus pertenencias.

– ¡Pero es tu hijo! –contestaba una osa de pelaje marrón y lágrimas en los ojos.

– ¡Y qué me importa que sea mi hijo! Es más, tú eres menos que nada, ahora que traes a ese pequeño en brazos.

– Pero tú me prometiste que si dejaba los conciertos te casarías conmigo.

– ¿Y me creíste? –rio el rojizo mientras miraba con desdén a la madre y a su hijo– Eres una completa idiota ¿Pensaste que yo dejaría mis negocios para estar contigo y tu hijo?

La mujer enfurecida dejo al pequeño en su cuna para luego abalanzarse sobre el que alguna vez fue su príncipe azul, pero que ahora era más bien un demonio enfundado en un pelaje rojo como el fuego.

– Eres un desgraciado, aléjate de mi vida, eres un maldito oportunista, espero que la vida te de lo que mereces.

– Mujeres, dinero, diversión, claro que me lo da, no como a ti pequeña estúpida.

De esa forma inició la vida del pequeño panda rojo, encaminada a una espiral de penurias y desgracias.

– Madre... ¿estás bien?

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