Especial

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Una noche Yavanna se encontraba hablando con los árboles, preguntándoles cómo se sentían, si el agua llegaba hasta ellos, si los pájaros y la ardillas no eran molestos, entre otras cosas, al lado de ella siempre iba Aiwendil, aprendiendo su forma de tratar las plantas y entender a los animales y también para proteger la seguridad de la valië, pues esos tiempos aún no eran seguros y menos en los jardines de Valinor.

--Mi señora ya comienza a anochecer, debemos volver--dijo el maia.

Yavanna se puso en pie después de acariciar algunas flores que comenzaban a cerrarse, miró a su maia y luego levantó la mirada hacia el cielo rojizo, sonrió en sus adentros.

--Aiwendil, quiero pedirte un favor--dijo

--Usted dirá--respondió este

--Cuando la luna esté a mitad del cielo, una flor nacerá---explicó la valië--conocida como Leche de Luna, pues su color es como la leche y su textura es suave, quiero que estés aquí cuando aparezca y me la traigas, tengo planes con ella.

--Mientras no sea convertirla en una planta carnívora--Aiwendil recibió un coscorrón en la cabeza por parte de su señora.

--Lo que pasó con los girasoles fue culpa tuya--aclaró Yavanna.

--¿Quien me dio las instrucciones al revés?--se defendió el maia. Yavanna solo hizo una mueca y se dio la vuelta.

--Solo has lo que te he pedido--comenzó a alejarse dejándolo solo en medio del bosque.

Aburrido, el maia se sentó en la hierba y recargó la espalda contra un árbol, se puso a ver las estrellas, comenzó a unirlas con el dedo creando figuras con ellas, pasaban las horas y él comenzaba a aburrirse más y a tener demasiado sueño, pero parecía que la luna no quería avanzar más rápido. Sus párpados parecían rocas, se cerraban continuamente y su cuerpo se estaba entumiendo por el frío, se puso en pie y comenzó a caminar de un lado a otro, por un momento quiso acostarse en el suave césped y dormitar por unos momentos, pero se conocía y sabía que si cerraba los ojos no despertaría hasta el otro día en la tarde.

--¡Ayuda!--se escuchó de repente una voz--¡alguien que me ayude por favor!

Aiwendil puso atención a los gritos y cuando pudo reconocer de dónde venían, desenfundó la espada y se internó en la oscuridad de los bosques.

--¡Ayudenme!--se volvió a escuchar y aceleró el paso lo mas que pudo.

Podría haber sido una trampa que el enemigo había creado, tal vez alguna broma de un compañero o amigo, pero no fue así para Aiwendil, maia de Yavanna Kementári, pues guiado por los gritos llegó cerca de un lago que, alumbrado por la luna y las estrellas, sus aguas eran distorsionadas por el movimiento de la joven que estaba en ellas.

--¡Auxilio! ¡ayuda!--gritaba la maia tratando de mantenerse a flote.

Aiwendil se quitó el saco, las botas y saltó al agua, nadó a gran velocidad hasta llegar a ella.

--Tranquila--le dijo mientras la sujetaba de los brazos.

--Ayúdame por favor, mi pie está atorado--suplicó ella muy asustada, el maia tomó aire y se sumergió en el agua, bajo de ella notó el pie de la joven atorado entre las algas y las piedras, sacó su cuchillo de la cintura, cortó las algas que se habían enredado y luego con sus propias manos, empleando toda su fuerza, empujó las rocas hasta liberar su pie. Aiwendil emergió, rodeó la cintura de ella con un brazo y juntos llegaron a la orilla.

--¿Te encuentra bien?--preguntó jadeante, pero ella no respondió, solo apartó la miraba y trató de cubrirse con los brazos, fue cuando Aiwendil se dio cuenta de que estaba desnuda--¡Ay! ¡lo siento! ¡disculpame!

Más Allá del MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora