C i n c o

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—Sí.

Como si el tiempo se detuviera, volteo lentamente al escuchar la voz de alguien más responder.

Detrás de William, veo a Luis sentado en una silla de ruedas mirándome fijamente. Mi corazón empieza a latir desenfrenadamente mientras veo como Luis me mira con sus ojos marrones que tanto añore en su momentos. Aparto la mirada y avanzo hacia afuera sin pronunciar nada y sin detenerme.

—Aitana—alguien me llama desde atrás.

No paro hasta llegar a la esquina de la calle e inhalo varias veces para poder recuperar el aire que m faltó adentro. Me impresioné bastante al verlo ahí en la empresa, solo a algunos pasos de mi y mirándome de la misma forma en la que nos habíamos reencontrado después de varios años.

Él trabaja en la misma empresa que yo y es demasiado difícil verlo, incluso lo evitaba y lo esquivaba o veía cualquier forma para no cruzarme con él en el pasillo. Ahora después de no verlo ni siquiera pude enfrentarlo como se debe, se había formado un nudo en mi garganta tan pesado que era difícil pasar saliva, incluso mi pecho empezó a dolerme demasiado y el aire empezó a faltarme. Lo único que no hice fue llorar enfrente de él, ni ahora que estoy afuera he llorado. Bastantes lágrimas he derramado como para que al verlo dejara que la pequeña niña con miedos e ilusiones llorara de nuevo. Pero debo admitir que si me afecta el verlo, demasiado diría yo.

Después de controlarme un poco, William llega a mi lado y empieza a decir que fue grosería irme sin decir nada. A lo que le contesté que era mejor irnos. Él viendo que estaba un poco mal—claramente lo noto porque me conoce demasiado—decidió que era lo mejor posponerlo para después.

William me dejó en casa y antes de irse acordamos que el día de mañana iríamos a comer.

Me metí temprano en la cama y dejé de preocuparme por lo que había pasado hoy y cerré mis ojos para poder dormir.

Sigo Adelante [A i t e d a]#Libro2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora