Capítulo 13: Visitas Inesperadas

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P.O.V Katniss

Despierto en mi cama y al instante dibujo una gran sonrisa en mi rostro. Estiro mi cuerpo, que se encuentra debajo de las sabanas, suspiro y miro al techo unos segundos. Decido que no puedo seguir acostada o terminaré durmiendome otra vez, por lo cual me levanto de la cama, y lo primero que hago es buscar ropa. Abro el armario y tomo la ropa de siempre: unos pantalones de color marron ajustados, una blusa negra y la cazadora de mi padre, lo que uso normalmente desde su muerte, ya que no me gusta hacer distinción con los miembros de la sociedad, porque es gracias a ellos que seguimos aquí, desde siempre intentamos apoyarnos entre nosotros constantemente. Me dirijo al baño, abro el agua caliente y luego la fría para poder dejar el agua tibia. Cuando el agua recorre mi cuerpo solo pienso lo que haré durante el día: intentaré ver a Peeta, y supongo que mañana volveré a cazar otra vez. Salgo de la ducha y al instante me cambio, ya que pasar de estar en una temperatura alta a una baja como la del invierno causa un escalofrío que recorre toda mi espalda. Termino de cambiarme y decido bajar para ver si mi madre y mi hermana ya despertaron. Miro el reloj y continúo caminando, al instante me detengo y vuelvo a dirijir mi mirada a las agujas, son las 10 de la mañana, se nota que ayer me acosté tarde.

Voy a la cocina y puedo ver que mi madre está limpiando y ordenando todo el desastre que dejamos Peeta y yo en el lugar, ingredientes en el suelo, cubiertos en la mesa, incluso platos con comida... Sonrío al recordar como jugamos él y yo aquí. Caigo a la realidad al escuchar que a mi madre se le cae un plato al suelo. La miro y al instante lo levanta, no entiendo como no se rompió... Mi madre lo levanta, lo pone en la alacena, y se dedica a limpiar nuevamente.

- Mamá deja eso, yo lo limpio - Le digo mientras me acerco y le saco por sorpresa la esponja que está usando de la mano.

- No hija está... -

- Mamá... - Le digo yo, interrumpiéndole, mientras levanto las cejas y sostengo la esponja bien alto para que no pueda quitármela. Ella deja de hacer esfuerzos por quitarmela y suspira.

- Gracias hija - Acota y yo le sonrío.

- Por nada, ahora ve a acostarte, tienes unas grandes ojeras, y se te nota el cansancio - Le digo riendo, a lo que ella solo asiente. Veo como mi madre se va de la cocina y escucho los pasos en la escalera, lo que significa que está subiendo a su habitación.

Tomo el detergente y le echo un poco a la esponja para comenzar a  lavar los platos, los cubiertos y los vasos. El agua caliente recorre mis manos y me relaja. Termino de lavar todo y busco la escoba para barrer el suelo de la cocina y que no esté sucio en el caso de que alguien venga de visitas, como Peeta. Tomo la pala y recojo la basura para luego ponerla dentro del cubo. Termino en mas o menos media hora, mi hermana, Prim, está durmiendo, y mi madre también, no quiero despertarlas porque yo supongo que ya están muy agotadas, así que decido salir a caminar un rato, iría a cazar, pero la verdad es que siento que hoy no tengo que ir, siento que tengo que quedarme en los lugares permitidos, en las cercanías de mi casa, luego de lo que pasó en los juegos me siento constantemente observada y, por primera vez, le tengo miedo al Capitolio. Salgo de mi casa, y al instante el viento vuela mi trenza en su dirección, es fuerte pero no está muy frío. Comienzo a caminar a la plaza del pueblo, y pienso en las personas que murieron en los Juegos, incluso los profesionales no se merecían morir, después de todo, ellos estaban intentando sobrevivir también. Pobre Rue, ella era tan jóven y tan dulce, y tuvo que correr esa suerte de porquería. Levanto la mirada y me doy cuenta que ya estoy en la plaza, ¿Tan rápido caminé? O tal vez el tiempo se pasó muy rápido, no lo se... Comienzo a dar vueltas alrededor del lugar, caminando sola, como una esquizofrenica. Miro las plantas, la estatua, los bancos con la pintura gastada, y otra vez vuelve a mi cabeza la idea de que esto podría estar mucho mas hermoso, pero nadie hará nada nunca, por el simple hecho de que nadie tiene tiempo, excepto Peeta y yo, que al ganar los Juegos nos ofrecen muchas cosas y no necesitamos trabajar, pero yo, por mí parte, cazar es algo que no quiero dejar de hacer, simplemente porque me relaja y es algo que me recuerda a mí padre... Me siento en un banco para descansar las piernas y comienzo a meditar sobre los Juegos, ¿Que habría pasado entre Peeta y yo si no hubiesemos ido juntos? ¿Me habría dado cuenta de mis sentimientos hacia él? ¿Él me habría confesado los suyos? Sonrío al recordar el día en el que estabamos en la terraza del Capitolio... Estoy inmersa en mis pensamientos hasta que alguien me toma del hombro.

Voluntarios (Los Juegos del Hambre) [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora