TORMENTA

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ANOMALÍA

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel, Tierra 3490-MCU.

Parejas: Stony.

Derechos: a contar locuras nada más.

Advertencias: muchísimo angst, humor, violencia y escenas que pueden herir sensibilidades. Que sobre aviso mininesco no hay engaño felinesco.

Gracias por leerme.



TORMENTA


Vietnam, territorio comunista.

Jamás le pareció que un lugar tan lleno de sonidos como podía ser la selva ahora fuese una tumba mortal a sus oídos, mientras corría impulsada más por el miedo que la resistencia. Sus pies descalzos que de alguna manera habían hecho resistencia a pisar suelo le dolían y no sabía si por la carrera o porque se había enterrado algo. De momento su mente estaba enfocada en un solo objetivo y ése era huir, huir tan rápido sin mirar atrás hasta que saliera de ahí. Alguien iba a verle, alguien iba a auxiliarle, el pensamiento de que quizá Rhodey estuviera ahí le reconfortaba como un placebo a sus músculos ya exhaustos por el maratónico esfuerzo luego de conseguir al fin un momento de descuido en aquella sucia cueva de amargos recuerdos.

Sus mejillas ardían por los golpes recibidos entre las lianas y ramas sueltas con las que chocaban en su camino, siempre avanzando en un ritmo frenético que desconocía obstáculos así fuesen altos troncos o charcos llenos de quien sabe qué cosas. No iba a pensarlo, no ahora. Estaba muy cerca ya, podía ver que las montañas de la selva comenzaban a abrirse frente a ella, animando a sus cansadas piernas a una última carrera hacia la libertad. Natasha Stark se llevó una mano a su pecho sangrante, donde un reactor hecho con los materiales más precarios impedía que su corazón agitado no cayera en paro cardíaco con semejante esfuerzo. Sus dedos casi se enterraron en su piel al ver que la luz colándose por entre las gruesas y altas copas de los árboles de la jungla se abría paso como una señal de una senda hecha por humanos.

Un gemido de dolor se apoderó de sus labios cuando se detuvo de golpe al ver frente a sí un precipicio que descendía a la parte baja de la selva, menos densa y que continuaba entre valles todavía lejos de cualquier pueblo o villa donde pudieran auxiliarla. Los gritos de los terroristas se escucharon a lo lejos, junto con los disparos de sus metralletas que ahuyentaron aves cuyos chillidos erizaron su piel igual que la promesa de más torturas si era alcanzada. Apenas vestía una camiseta manchada de sangre y aceite para motores, con unas telas enredadas en sus caderas y piernas a modo de ropa interior que estaban igualmente sucias. Sus cabellos alborotados, enredados como sucios, cayeron al frente empapados por el sudor y la humedad de aquella parte de Vietnam cuando se asomó al ver la caída mortal que era imposible sortear.

Natasha levantó su mano derecha, que aún ostentaba un guantelete metálico. Metal grisáceo de brillo verdusco con un mini reactor titilando en su palma. Tenía otros trozos de metal ajustados con correas de cuero en su cuerpo, todos conectados con circuitos interiores a su reactor en su pecho que acarició entre jadeos, otro gemido y las ganas inmensas de llorar. Ella miró al cielo se mi nublado que prometía llover en cualquier momento. Apretó sus dientes, sintiendo las tibias lágrimas resbalar por sus mejillas quemadas, rojizas, resecas. Los gritos se aproximaban y no había otra salida. Tomó aire, temblando mientras sus pies tocaban la orilla del precipicio. No podía darse el lujo de perder, no luego que Ho Yinsen se sacrificara para salvarla. Cerró sus ojos, extendiendo sus brazos como si fuese un ave que va a emprender el vuelo al tiempo que sus labios pronunciaron una frase de aliento.

—Puedo volar.





Manhattan, Nueva York.


Ese recuerdo vino a ella, posiblemente porque ahora la caída había sido inminente. Esta vez el milagro del vuelo no pudo hacerse porque ya no quedaba más que dar. Su reactor comenzó a parpadear en su tibia y clara luz azul. Todo dolía. Un quejido escapó de sus labios al ser envuelta por unos brazos que reconoció por su cariño, haciéndola sonreír. Llovía. Parecía que en los momentos más trágicos de su vida el cielo lloraba de una manera que Natasha no había podido hacer desde que tenía memoria. Era una Stark, y los Stark son de acero puro. Rió para sí misma, tosiendo luego un poco de sangre al recostarse contra el pecho agitado del Capitán América.

—No nononoonononono...

Lo único que deseaba en esos momentos era volver a su torre, envolverse en una tibia frazada bien acurrucada en la esquina de un sofá frente a un enorme televisor donde disfrutar sus series favoritas con una taza de café en las manos. Natasha entreabrió sus ojos, encontrándose con el rostro pálido y angustiado de Steve Rogers quien le retiró su casco, acariciando sus cabellos castaños. También estaba herido pero el suero ya trabajaba en él como siempre lo había hecho y como siempre lo haría. Ella sonrió. Su mundo estaba a salvo de la amenaza de Kang el Conquistador, todo había valido la pena. Levantando su mirada hacia esos ojos azules vidriosos que unos labios temblorosos acompañaban, todavía tuvo aliento para hablar.

—¿G-Ga... namos?

—Ganamos.

Tosió de nuevo, con más fuerza y ahora dolor que hizo encogerse sus piernas. Steve se quitó un guante izquierdo, revelando un anillo de oro en su dedo anular. Acarició con esa mano la mejilla de su esposa, quitando con las gotas de lluvia la sangre oscura de sus labios pálidos. Las lágrimas del capitán se combinaron con la lluvia repiqueteando en las aun humeantes calles de Manhattan por las que ya patrullaban los helitransportes de SHIELD. Natasha volvió a sonreír, sus ojos también dejaron escapar lágrimas, pero se perdieron con la lluvia sobre su rostro cada vez más pálido igual que la luz en su reactor.

—No, no, nononononono... Toni, amor, mírame, quédate conmigo, vamos amor...

—T-Te a...mo...

—¡NONONONONO! ¡NOOOOOOOOOOO!

Hulk desvió su mirada, Thor hincó una rodilla, la Viuda Negra levantó su rostro al cielo nublado. Ojo de Halcón se cubrió los ojos con una mano. La Avispa y el Hombre Hormiga se abrazaron. Máquina de Guerra apretó sus puños, sus dientes castañeando. Steve gritó con todas sus fuerzas, un grito desgarrador que se escuchó en varias calles, abrazando el cuerpo sin vida de Natasha Stark, la Mujer de Hierro. Su amiga, esposa y compañera Vengadora. El amor de su vida.





Tierra 199999.


Thanos miró a Thor con algo de burla. —Hubieras apuntado a la cabeza.

Y chasqueó los dedos.

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