Prólogo.

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El tiempo pasa tan rápido que apenas nos damos cuenta de que una vez que se va no regresa jamás. Es la única cosa que una vez que se va, no vuelve; una vez que nos abandona, no regresa a por nosotros. El tiempo quizás sea lo más importante que poseemos, y desgraciadamente, lo que menos valoramos. A veces pasa rápido, en otras ocasiones parece pararse; tiene el poder de hacernos ver que las cosas son injustas, de que a veces las personas no son como creíamos; de que una vez que se acaba, no hay vuelta atrás.

Siempre he intentado medir el mío con cautela, siguiendo un camino recto. Pero jamás ha salido así, siempre se ha avecinado una curva, una piedra. Mi tiempo ha corrido sin cesar, nunca ha parado; ahogándome en los momentos de angustia, llorando por los días perdidos, por las horas vacías que me consumían sin piedad alguna.

Pero al fin y al cabo se trata de una variable, el tiempo también nos enseña que nunca hay que perder la esperanza, la fe. De un segundo a otro tu vida puede cambiar radicalmente: puedes pasar de ser pobre a ser rico, de ser mediocre a ser brillante, de ser comido a comerte el mundo.

Del mismo modo, caer en un sueño es tan solo cuestión de tiempo, apenas unos cinco minutos. Todos sabemos cómo funciona más o menos, empiezas a hacer un recuento de aquellas cosas que te han ocurrido durante el día o que simplemente querías que sucedieran. Y sin más misterio te ves sumergido en tu propia imaginación. Pero claro no todo tiene que suceder como uno espera.

Tres. Una respiración profunda inunda el ambiente. Dos. Tus pulsaciones se reducen progresivamente hasta conseguir el ritmo perfecto, solo aquellas que son necesarias para mantenerte con vida. Uno. Tu cerebro prepara el rodaje para un nuevo sueño ¿o no? cuenta atrás finalizada.

Bienvenid@ al círculo.

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