El guardián y el corrompido.

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Aquella noche no podía dormir, necesitaba aclararme las ideas, poder pasar un rato como si todavía fuese una persona normal; como si nada hubiese cambiado.

Me puse unos pantalones cortos vaqueros y una blusa. Por encima me puse una bata de seda blanca, hacía un poco de viento aquella noche.

— Vamos a dar un paseo chico.- Zeus fue a por la correa y se puso a dar brincos. — No Zeus, la correa no hace falta, iremos por los jardines.

Abrí la puerta con cuidado, me asomé, no vi a nadie en el pasillo. — Vamos Zeus.- dije susurrando. — No hagas ruido.

Miré hacia atrás, justo antes de salir por la puerta que daba al jardín, la luz de la sala de entrenamientos estaba encendida. James.

James siempre entrenaba cuando los demás descansábamos o en nuestros ratos libres, le gustaba la intimidad, el silencio.

Salimos al jardín. Era enorme, cientos de hectáreas llenas de árboles y altos arbustos que parecían formar un gran laberinto.

Había una zona cercana en la que había mesas, campos de fútbol, de baloncesto. Pero todo estaba tan vacío. El resto de miembros a penas se dejaban ver por el centro, en el fondo los envidiaba.

Yo había sido condenada a pasar allí las 24 horas del día, echaba de menos la rutina. Seguía la universidad libremente, acudía a pocas clases y a los exámenes; pero iba sacando el curso como podía. No quería que esto me impidiera hacer cosas normales. Había exigido a James que eso no me lo arrebatasen, porque sino me negaría a colaborar.

El chantaje emocional tiene muchas ventajas jeje.

— ¡Zeus mira! Cogí una piedra y la tiré bien lejos. — Búscala chico.

Zeus me miró con aquellos ojos azules, esa lengua que chorreaba saliva. Saltó tres veces y corrió a por la piedra. Sonreí. Quién fuera él en este momento, tan indiferente, tan ajeno a todo lo que estaba ocurriendo.

Estaba tardando más de lo normal, me acerqué a aquel laberinto.
— ¿Zeus?

Nada.

Me adentré un poco más. Silbé varias veces. Escuché un ladrido.

Unas patas se acercaban hacia a mi a toda velocidad y en el último momento.

— Frena... ¡Frena! ¡Fre..!.- Se me tiró encima y me tumbó al suelo, lamiéndome toda la cara.

— Para Zeus por dios.- Me levanté e hice el amago de tirarle la piedra de nuevo. Pero algo se movió en el fondo.

Me reajusté la bata y me crucé los brazos sobre el pecho. Volví a mirar, no sé si habrían sido imaginaciones mías, pero juraría haber visto algo.

Cómo imagináis, tuve que ir a investigar, porque sino no era yo.

— Ven Zeus.- dije susurrando. Me quité los zapatos para hacer el mínimo ruido posible y avancé por el oscuro sendero. Solo la luz de la luna iluminaba aquel jardín.

Cuando llegué al final de aquel sendero, miré a ambos lados. ¿Por donde habría ido?, Giré a la izquierda, mirando hacia detrás de vez en cuando por si acaso. Me encontré frente a otro cruce y cuando alcé la vista, justo delante de mi había alguien.

Una mujer, tendría de unos 30 años, se encontraba frente a mi, mirándome. No sabía que hacer, pero antes de que pudiera hacer nada, vino andando lentamente hacia a mi.

— Chica, creo haberme perdido.- dijo a medida que se acercaba. No podía verle la cara por la oscuridad.

Retrocedí unos pasos hasta quedar bajo un claro de luz.

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