El tercer día.

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Me había negado a aceptar la comida que James quiso mandarme para que fuera todo mucho más creíble. Las fuerzas cada vez me flaqueaban más pero mi voluntad era mayor. La última noche Danniel intentó contactar conmigo en varias ocasiones, pero me negué, necesitaba pensar. Cuando conseguí dormirme, sus ojos aparecieron de nuevo y luché contra mi misma para despertarme de aquel sueño.

— No lo intentes Alexandra, es inútil.- dijo con expresión triste.

Sus ojos que desde un principio me habían resultado seguros, ahora me parecían los de un extraño, y por mucho que intentase confiar en él, cada vez me resultaba más complicado.

— Danniel, estoy cansada, necesito dormir aunque sea una hora.

— No, Alex, es importante.- dijo nervioso. — El Omega solicitará tu presencia mañana por la mañana, cuando esté amaneciendo.

Vaya, menuda novedad.

— No puedes irte de la lengua bajo ningún concepto.- dijo preocupado. — no puede saber que te estoy ayudando.

— ¿Desde cuándo tú me das órdenes?.- dije cortante. — Por mi propia vida no diría nada, no hace falta que me lo mandes.

Los ojos se tensaron y la voz sonaba ahora rígida.
— Escúchame Alexandra, mañana te enfrentas a un ultimatum, piensa bien lo que vas a decir.

No respondí, Danniel no sabía nada acerca del plan, ni debía saberlo.

— Sea lo que sea, sabré lo que tengo que hacer.

— Te equivocas Alexandra, no tienes ni idea de lo que te enfrentas.- dijo entristecido.

— Ni vosotros tampoco, os habéis metido con la chica equivocada.

Negó.
— Lo siento de antemano Alexandra, deberías haber tenido más cuidado.

De repente me levanté sobresaltada, me llevé la mano al corazón que latía como loco por salirse del pecho. Miré a mi alrededor, la celda de piedra, fría y oscura me rodeaba.

Joder. ¿A qué había venido eso?

Finalmente fue otra noche en la que no conseguí pegar ojo. Cuando la verja se abrió, Danniel estaba al otro lado.

— ¿Dónde está Nico?.- pregunté confusa.

Danniel me miró pero no respondió mi pregunta.

— Vamos, te está esperando.- me cogió las manos y me las juntó colocándome unas esposas. — Lo siento, cumplo órdenes.

— Siempre cumples órdenes, resulta un tanto patético.

Me llevó hasta el castillo y ante el Omega. Cuando entré en la sala, allí estaba él, tan recto y poderoso en su trono como siempre, tan solo se dignó a mantenerme la mirada, y yo me negué en ser la primera que la retirase.

— Espero que hayas disfrutado de tus días de hambre Alexandra y que hayas tenido mucho tiempo para reflexionar.

— Si, he reflexionado bastante.

Alzó su albina ceja.
—¿Y bien?

—He llegado a la conclusión de que no te interesa lo que yo piense o deje de pensar.- dije encogiéndome de hombros. — simplemente quieres que me una a ti y luche contra todo lo que amo.

Alzó su mentón, su interés estaba creciendo.

— Quieres que salga ahí y mate con crueldad a todos aquellos que se negaron a colaborar contigo en un pasado, quieres que destruya mi dimensión hasta que quede reducida a cenizas como ésta.

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