Confusa.

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Aquella tarde falté al entrenamiento. Al día siguiente tenía examen e iba a dedicarme a estudiar. Estaba tendida en la cama con los apuntes, tratando de memorizar las últimas páginas del temario cuando llamaron a la puerta.

Me incorporé.
— Adelante.

La puerta se abrió lentamente, y posteriormente entró James.
— Hombre pero si es el jefe, ¿Qué haces por aquí?.

Me levanté de la cama, recogí los apuntes y los dejé sobre la mesita de noche. James estaba mirando mi cuarto, toqueteando las estanterías.

— James, intenta no desordenar nada, por favor.

Me miró. Llevaba una camiseta blanca y unos vaqueros.

—  ¿Por qué no has ido a entrenar hoy?.- se le cayó un libro al suelo.

Puse los ojos en blanco y fui hacia él, cogí el libro y lo puse en su sitio.

— Ya te dije que iba a estar estudiando, mañana tengo un examen. He pensado pillar el bus por la mañana para ir hacia allí.

James se rió y se tumbó en mi cama.

—  Por aquí no pasan autobuses Alexandra, te recuerdo que solo nosotros podemos pasar el campo de fuerza, para los demás esto ni siquiera existe, no pueden vernos.

— Genial.- me senté en la cama.
— Pues tendrás que dejarme tu moto, o tu coche.- Se incorporó rápidamente y se puso serio. — Ni de coña vas a coger mi moto, y mucho menos mi coche.

Me levanté ofendida, y abrí los brazos.—  Pues ya me dirás como voy a hacer el examen James.

— No lo hagas chispas.

Le miré incrédula.
— No me vaciles, voy a ir a ese examen.

Puso sus brazos tras la nuca, tumbado en mi cama. Resopló, se dio la vuelta y abrió el cajón de la mesita de noche.

Me puse roja de inmediato y corrí hacia él.
— No abras eso, cierra el cajón.

— Wow.- silbó. — Que cantidad de tangas hay ahí dentro.- dijo mientras cogía uno y lo miraba burlón. — Lo mismo alguno me queda bien.

Se lo arrebaté de la maño, lo metí en el cajón y lo cerré. Me acerqué a él, chasqueé los dedos y empezaron a brotar chispas. Le acerqué la mano a la cara.

— Ten cuidado, no vaya a ser que te de calambre.

Se rio de nuevo.

— No sé que te hace tanta gra ¡Ah!

Me agarró y me tiró a la cama, poniéndose encima mía de forma que no pusiese moverme. Me levantó el brazo del que salía la electricidad y lo echó a un lado.

— Vamos, no querrás empezar un juego que no puedes ganar.- Su sonrisa de medio lado resultaba desafiante.

Mi respiración se volvió entrecortada, tragué saliva.
— Puedo ganar si me lo propongo.- sonreí

Se acercó más a mí, estábamos a penas a unos centímetros cuando se descuidó y me aflojó el brazo. En ese momento aproveché y le puse la mano en el pecho, propiciándole un calambre.

— ¡Joder!.- Se echó hacia atrás tocándose el pecho y abriendo los ojos como platos.

Me reí tanto que me dolía la tripa; James me miró y sonrió.

— ¿Con que esas tenemos, Linton? .- Me agarró las muñecas con una mano, las puso tras mi cabeza y con la otra mano hizo una bola de fuego, la mantuvo. — ¿Quieres jugar? Juguemos.

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