Omnia vincit Amor; et nos cedamus Amori

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La luz tenue de la lámpara que entró a través de mis párpados hizo que me despertase confundida.
Parpadee varias veces con los ojos entrecerrados, intenté enfocar hacia la luz.
James se encontraba sentado en una silla frente a un escritorio, con las manos tapándole la cara en señal de frustración.
Me levanté sigilosamente del sofá en el que estaba tendida, y me acerqué e él con cuidado. Le abracé pasándole los brazos por el cuello, y él dió un pequeño respingo de sorpresa.
- No te había oído, pensaba que dormías. - dijo con voz ronca y cansada.
- Eh, mírame. - le dije mientras Le giraba la cara con delicadeza. - Siento mucho no haberte contado lo que ocurrió.

James se destapó la cara, y con un suspiro profundo, me miró directamente a los ojos, clavando sus dos gotas de miel sobre mi.
Sabía por cómo me miraba que no estaba enfadado, pero estaba dolido, decepcionado conmigo.
- ¿Cuándo vas a confiar en mi, Alexandra?. - dijo agotado. - Es siempre la misma historia, y la conclusión es que no me cuentas cuando él consigue entrar dentro de tu mente. Podríamos controlar muchísimo mejor la situación si al menos confíases un poco en mi.

Sabía que no lo decía con reproche, pero aunque me dolieran sus palabras, no tenía derecho a llevarle la contraria. Después de todo había sido yo la que no me abría a él.
Giré la silla, de forma que James quedase frente a mi, y me senté sobre sus muslos. Suspiré y le miré siendo lo más sincera que pude.

- James, confío en ti más que en ninguna persona en este mundo. Es cierto que debería haberte contado todo lo que vi, me arrepiento de haberlo hecho, no sabes cuanto.

Mi voz se quebró a medida que salían las palabras.

- Si no he dicho nada, siempre ha sido porque he estado tan frustrada, asustada y confundida... No quería que vieras lo débil que puedo llegar a ser, porque toda esta situación me sobrepasa.

Noté el dedo de James recorriendo mi mejilla, secando unas lágrimas que nisiquiera yo me había percatado de que salían sin parar de mis ojos.

- Tengo miedo James, miedo de no ser aquello que el círculo espera de mi. Miedo de no ser capaz de cumplir mi misión. Miedo de defraudarte, pero sobretodo, miedo de perderte.

James, permanecía callado, acariciando mi mejilla, sin apartar la mirada de mi ni un segundo. Apoyó su frente contra la mía, y me abrazó con cuidado, como si fuese un trozo de cristal a punto de quebrarse en mil pedazos.

La chica guerrera, la que nunca se rinde. El arma del círculo, la tormenta eléctrica más potente.
Todo aquello en ese instante quedó reducido a un mar de lágrimas silenciosas.

- No importa si en algún momento te sientes débil. - su voz era tranquilizadora. - Para mí siempre serás la persona más fuerte e increíble en todo el universo.

Separó su frente y agarró mi barbilla, buscando mi mirada con sus ojos.

- Desde el primer momento sé cuanta responsabilidad cayó sobre tus hombros, sin que siquiera tú pudieses elegir tu destino.

Aquello me hizo recordar la primera vez que vi a James. Saltándose mi casa, cuando para mi solo era un intruso.

- Tantas veces me siento culpable. - continuó. - Si yo no hubiera traicionado al círculo, tu ahora mismo no estarías pasando por esto.
- James...
- Espera Alexandra. - dijo sereno. - Sin embargo, después de todo no me arrepiento. Porque sino no te hubiese conocido, independientemente de lo que siento por ti; se que yo jamás podría haber hecho todo lo que tu has logrado.

Aquello me pilló por sorpresa, se estaba abriendo a mi. Sabía lo que le costaba mostrar sus sentimientos, pero lo estaba haciendo, por lo que permanecí en silencio, no quería romper aquel momento.

- En cada entrenamiento te superaste a ti misma; en cada batalla has mostrado lo poderosa que puedes llegar a ser. - negó con la cabeza. - ¿De verdad piensas que eres débil? Débil es aquel que no lucha por sus sueños, que abandona en la primera piedra que se encuentra en el camino; débil es aquel que cuando cae no se levanta, que cuando la muerte se presenta no le hace frente.

Cogió mi cara entre sus manos, y ahora, su voz sonaba desesperada.

- Perdí todo atisbo de esperanza, perdí todo lo que tenía y ansiaba. Pero luego apareciste tú Alexandra Linton, dándole un vuelco a mi mundo y enseñándome lo que de verdad es vivir.

Enredó sus manos entre mi pelo y tiró de mi suavemente hasta que sus labios se posaron sobre los míos. El sabor salado de las lágrimas se mezcló entre nosotros.

James me agarró de las caderas con fuerza y se levantó de la silla, mandeniendome al vuelo; me agarré a su cuello con los brazos y me dejé coger.
- ¿Qué pasa Alexandra?. - dijo con la voz ronca, cuando se percató de que me había separado de él.

Joder. Mis ojos estaban abiertos como platos. ¿Qué estaba pasando?

- Mira. - dije señalando su brazo. - tu cicatriz, esta emitiendo un brillo rojo.

James se miró el brazo, aún teniendome cogida y luego me miró el mío.
Su corazón cada vez latía más fuerte, y no me había dado cuenta de que el mío hacía lo mismo.
Fue cuestión de segundos cuando al unísono, de su cicatriz comenzó a brotar una llama que le envolvió poco a poco por completo. Mientras yo sentía como la electricidad recorría todo mi cuerpo.

Sin parar de mirarle, sentí como mi vello se erizaba. James entre abrió los labios y se humedeció los labios.

- Es el vínculo. - dijo susurrando. - La unión más pura que puede haber entre dos guardianes. Esto es una señal de que podemos unirnos y fusionar nuestros dones.

Tragó saliva, ahora el estaba nervioso. Sin embargo yo me sentía completamente tranquila, aunque mi corazón cada vez latiese más fuerte.

- No haré nada que tu no quieras Alexandra, el poder me da igual... Yo te quiero a ti.
- Me basta, para mi es suficiente. - dije sonriendole. - Quiero hacer esto, por nosotros, por ti.

Éramos una tormenta humana, éramos imparables. Le besé en los labios como señal de consentimiento y James gruñó.

Nuestros corazones latian feroces, y el dolor se convirtió en pasión. Con cuidado me dejó caer sobre el sofá y acto seguido su cuerpo se posó sobre el mio.
Por un momento llegué a pensar si el fuego que James desprendía llegaría a quemar las cosas, pero aquel fuego no era dañino, estaba compuesto de todas aquellas emociones y sentimientos que él tenía hacia mí.

Enredó sus dedos en los mechones de mi pelo, y me miró una vez más dejándome decidir. Asentí.
James desnudó su torso, dejando ver todas aquellas cicatrices que las luchas y batallas le habían dejado. Todos sus músculos se marcaban bajo la luz y se movían en una sintonia perfecta.

Repartió besos por todo mi cuerpo, deteniéndose en cada marca, en cada lunar. Cuando se paró en mi cicatriz, la luz se hizo mucho más intensa. Estaba tratándome con tanta delicadeza que incluso me sorprendí. Detrás de la faceta fría y guerrera de James se encontraba un niño que cuidaba su tesoro de una forma inigualable.

Nos fundimos en uno solo, y el fuego y la electricidad se volvieron azules. James tembló y cayó sobre mi, exhausto. Acaricié su melena y su espalda, haciendo pequeños círculos con los dedos.

Levantó la vista, sonriéndome.

Dios, aquella imagen.

- Omnia vincit Amor.- dijo James, reincorporándose sobre sus codos, para poner su cara a la altura de la mía.

- Et nos cedamus Amori. - dije besándole la frente.

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