t r e c e

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Lucas se había dado cuenta que sea donde sea que estuviera, en cualquier parte del mundo, aquellos latidos eran producto de sus celos.

Celos: Sentimiento que experimenta una persona cuando sospecha que la persona amada siente amor o cariño por otra, o cuando siente que otra persona prefiere a una tercera en lugar de a ella.

Doyoung estaba frente a ellos, le miraba tan lleno de felicidad, sus ojos brillaban producto de algo que a kilómetros podía significar sólo una cosa: amor.

Lucas lo sabía. Sabía desde hace mucho tiempo que Doyoung iba detrás de su hyung, y quizá, sólo quizá por ello había empezado a entrar en terreno. Debía actuar, debía hacerlo.

-¿Quieres que te compre un babero?

El susurro de Jennie irrumpió sus pensamientos. La chica sonreía mientras dirigía una tras otra palomita a su boca. Suspiró y le dedicó una mirada llena de ironía.

-Lo mismo digo, fea.

Suspiró.

Su corazón latía con tanta fuerza al ver al peli-grisáceo con un notable nerviosismo, un nerviosismo que seguramente era por la cercanía de Doyoung y no de él.

Joder, la rabia corría por sus venas.

-¿Te sientes bien, precioso?

La voz del mayor de todos se escuchó como un susurro, el cuál, obvio era dirigido a su cita, JungWoo.

Le había llamado precioso. Le había dicho tal apodo ante su presencia con tal descaro de sonreír y mirarle hacia atrás para poder ver el momento exacto de su reacción. Estaba provocándolo, e iba a conseguirlo.

-Y-yo... sí.

El corazón de JungWoo se contrajo al sentir la mirada de Lucas sobre él. Sabía o creía saber absolutamente todo, o al menos lo básico, lo que todo niño de mínimo cinco años debiera darse cuenta: aquel encuentro no había sido producto de una casualidad. Claro que no. Lucas ha odiado toda su vida las películas de acción y, de un día a otro, amarlas a tal punto de verlas en el cine, encima en 3D. No, obviamente un no rotundo. Podía ser un estúpido, pero un idiota jamás.

Bufó, haciendo de sus labios un puchero de notable disgusto. Lucas malvado susurró sin más, parándose y dirigiendo sus pasos al que supuestamente era el baño. Agradecía al alcalde que aquellos que se hacían llamar baños públicos fueran ahora más decentes que hace algunos años. Pues, pasaría toda la tarde allí, contando los azulejos para no aburrise y dormir de cansancio en el incómodo retrete.

Al marcharse de la función sintió las miradas de sus tres amigos. Las pifias de gente disgustada por ser un estorbo se escucharon por doquier, haciendo sus pasos más acelerados de lo que ya eran.

Botó aire y entró al frío, pero cómodo lugar que le entregaba paz y privacidad. En una esquina notó el típico mudador, pegando un salto se sentó allí para hacer lo que ya tenía planeado desde el inicio de la película: contar azulejos.

Llevaba así ya bastantes segundos, quizá algunos minutos.

-Doscientos treina, doscientos treinta y uno, doscientos treinta y dos, doscientos treinta y tres... Doscientos treinta y... ¡No, me perdí!

Arrugó el ceño, moviendo con bruzquedad sus piernas, que, colgaban desde la altura en la que se encontraba sentado.

Comenzó a contar desde el inicio, pero un rechinar de la puerta de distrajo.

Formó una O con sus labios y simuló hacerse el dormido.

-Ya he visto varias veces ese truco. -rió. -No me engañas, precioso. -habló con notable sarcasmo al término de la frase.

Friends. [ LuWoo ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora