CAPÍTULO 1

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Puede parecer irónico, pero desde que comenzaron los ataques, las puestas de sol han sido más hermosas que nunca. A través de la ventana de nuestro edificio, el cielo arde como un mango maduro, con colores naranja, rojo y púrpura. Las nubes se encienden con los colores del atardecer, y casi me da miedo que todos los que estamos atrapados abajo también ardamos en llamas.

Con el calor moribundo del sol en mi rostro trato de no pensar en nada más que en procurar que mis manos dejen de temblar, mientras termino de preparar mis cosas y cierro la cremallera de mi mochila.

Me pongo los botas favoritas, antes eran mis favoritas porque una vez recibí un cumplido de Hirai Momo por las tiras de piel bordadas a los lados. Ellas es - o más bien fue- un aporrista conocida por su buen gusto, así que mis botas se volvieron mi seña distintiva, aun cuando habían sido fabricadas por una compañía de botas para escalar. Ahora son mis favoritas porque esas mismas tiras de piel son un lugar ideal para guardar cuchillos.

Deslizo también algunos cuchillos para carne en el bolso trasero de la silla de ruedas de sehiji. Dudo un poco antes de poner uno en el carrito de supermercado de mi mamá, que está aparcado en la sala, pero finalmente lo hago. Lo escondo ente un montón de biblias y una montaña de botellas vacías de refresco. Coloco algunas prendas encima mientras ella está distraída, con la esperanza de que no notará que esta ahí.

Antes de que oscurezca por completo, empujó a sehiji por el pasillo hacia las escaleras. Ella puede hacerlo sola, eligió una silla convencional en lugar de una eléctrica, y eso ha resultado una bendición, pero se que se siente más segura cuando yo la empujo. El ascensor no es una opción estos días, a menos que estes dispuesto a arriesgarte a quedar atrapado cuando se va la electricidad.

Ayudó a sehiji a levantarse de su silla y la cargo sobre mi espalda mientras nuestra madre baja la silla los tres pisos por las escaleras. No me gusta como se siente el cuerpo frágil y huesudo de mi hermana. Es demasiado ligera, incluso para una niña de siete años, y eso me da mas miedo que todo lo demás.

Cuando llegamos al vestíbulo la vuelvo a colocar en su silla. Le recojo un mechón de cabello oscuro detrás de su oreja. Con sus pomulos altos y sus ojos de media noche, casi podríamos ser gemelos. Tiene un rostro de hada más marcado que el mío, pero en unos diez  años se parecerá mucho a mi, pero en versión mujer.

Ahora aunque está muy asustada, las comisuras de sus labios me dedican el fantasma de una sonrisa. Esta más preocupada por mi que por ella misma. Le devuelvo la sonrisa, tratando de irradiar seguridad.

Subo para ayudar a mamá a bajar su carrito. Luchamos con el armatoste, haciendo un escándalo al bajar. Es la primera vez que estoy contenta de que ya no hay nadie en el edificio para escucharlo. El carrito está repleto de botellas vacías, las mantas de bebé de sehiji, montones de revistas viejas y biblias, todas las camisas que papá dejo en el armario cuando nos abandonó, y cartones llenos de sus preciados huevos podridos. También ññeno todos sus bolsillo con huevos.

Yo preferiría dejar el carrito, pero la pelea que tendría con mi madre sería más larga y más escandalosa que ayudarla a bajarlo. Solo espero que sehiji este bien durante el tiempo que tardemos en hacerlo. Quiero darme patadas por no haber bajado el carrito antes, de modo que sehiji estuviera en el piso de arriba, un poco más segura, en vez de esperarnos en el vestíbulo.

Cuando llegamos a la puerta de entrada a del edificio, estoy sudando y tengo los nervios a flor de piel.

- recuerden - digo - no importa lo que suceda sigan corriendo por el camino hasta llegar a la calle Page Mill. Luego vallan a las colinas. Si nos separamos, nos encontraremos de nuevo en la cima de las colinas, ¿de acuerdo?.

Si nos separamos no habría muchas esperanzas de que volviéramos a encontrarnos en ninguna otra parte, pero necesito mantener la esperanza porque podría ser todo lo que tenemos.

Pego el oído en la puerta de entrada del edificio. No escucho nada. Ni viento, ni pájaros, ni coches, no voces. Abro un poco la pesada puerta y me asomo.

Las calles están desiertas salvo por los coges abandonados. La luz moribunda baña el hormigón y el acero con tonos de color grisáceo.

Los días perteneces a los refugiados y a las pandilla de recolectores. Pero todo se retiran por la noche y dejan las calles vacías al caer el crepúsculo. Hay un gran temor por lo sobre natural ahora. Tanto los predadores mortales como las presas parecen concordar con la idea de escuchar su instinto y se esconden hasta el amanecer. Incluso las peores pandillas callejeras dejan la noche para las criaturas que pudieran deambular por la oscuridad de este nuevo mundo.

Por lo menos así lo han echo hasta ahora. Pero en algún momento los más desesperados comenzarán a aprovecharse del desamparo de la noche, a pesar de los riesgos. Espero que nosotros seamos los primeros, para ser los únicos allá afuera, por ninguna razón más que por no tener que alejar a sehiji de su deseo de rescatar a cualquier persona en peligro que necesita ayuda.

Mamá se agarra a mí brazo mientras observa los alrededores. Sus ojos brillan de miedo. Ha llorado tanto este año desde que papá se fue que sus ojos están permanentemente hinchados. Tien special terrorpoa noche pero no hay nada que yo pueda hacer al respecto. Comienzo a decirle que todo va a salir bien, pero la mentira se seca en mi boca. No tiene caso tranquilizarla.

Respiro profundamente y abro la puerta.








Kirahajimei 💕

La Caída De Los Angeles KOOKMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora