。・゚・Capítulo 4・゚・。

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Vale más, un buen amor, que mil costales de oro... —la voz de Kiki cantando canciones de Vicente Fernández me hace entrar en una especie de shock temporal.

Es uno de los artistas favoritos de mi madre. También se decanta por escuchar a Juan Gabriel, José José, Rocío Durcal o Los Ángeles Azules. No me quejo, al fin y al cabo, música es música y los gustos se deben respetar, bien dicen que en gustos se rompen géneros. Yo soy muy diversa, puedo escuchar desde banda, grupera hasta rock en inglés. Todo depende de cómo me sienta. Aunque siempre iré tras el pop en inglés.

—Ya cállate, güey —exige Min exasperado, pues desde que llegamos a la cafetería, extrañamente canjeó el tiempo de comer en estudiar para su examen de español. Digo extrañamente porque Min nunca se preocupa por estudiar, lo más probable es que el maestro le diera un ultimátum.

—No digas malas palabras enfrente de Grisy, Min. Ella es una dama —interviene Lee como si le hubiera pedido ese favor. Sólo viro los ojos ante tal argumento.

—Claro —alarga Min la última letra. —Una dama se sienta con las piernas abiertas —señala y en automático los tres me observan.

—Chingado —expreso con molestia. —Las mujeres también tenemos derecho a sentarnos como se nos plazca y maldecir las veces que queramos. No es exclusivo de hombres.

Nadie se atreve a darme la contraria, cada quién vuelve lo que estaba haciendo. Hace ya dos días del incidente con el otro asiático cuyo nombre desconozco aún y no me interesa saber. Desde entonces, he sentido su presencia más fuerte que otras veces. Supongo que lo siguen molestando, sin embargo, yo ya no he visto que lo hagan frente a mis narices. En ocasiones como estas, me pongo a cuestionar o pensar de más las razones de su comportamiento y simplemente no me cuadran. Hasta cierto punto me irrita que sea tan idiota para dejarse. Yo no tenía cómo hacerlo hace dos años, era muy escuálida, débil, sin mencionar mi altura a comparación del resto de la generación. Él es lo contrario a mí y me sigue sorprendiendo.

—Si bebo de tu soda, ¿no sería un beso indirecto? —medita Ki al cuadrado, dándole un trago a mi soda de sabor manzana. Mis ojos hacen la acción que mejor saben hacer, rodar.

—¿Por qué Ki? ¿Estás ansioso de darme un beso? —lo acorralo con la idea de que responderá con egocentrismo, sin embargo, cuando mis ojos se centran en él, sus mejillas están un poco rojas y evade mi mirada. Min y Lee lo observan, pero no dicen nada. En sus rostros está pintada la burla en su esplendor, pero por alguna razón se están conteniendo de hacerlo.

Después de unos largos minutos de silencio, el otro chico asiático hace aparición en la cafetería. Sus orbes buscan algo con tanto afán y por un momento me cohíbo al notar que sus ojos se enfocan en los míos, para proseguir a caminar directo a mí. En serio, ¿qué está mal conmigo y mi imán?

—Gris...

—No gastes mi nombre en vano, por favor —agarro la botella de soda, le limpio la boquilla de cualquier germen asiático y bebo el pequeño trago que queda.

—En serio, necesito hablar contigo —insiste, sus manos se unen en seña de súplica y sólo atino a suspirar. Los tres pares de ojos en la mesa me miran expectantes, aunque también ojos de otras mesas observan mi situación y no me hace sentir mejor.

—Bien —suelto con resignación porque las miradas son tan insistentes que puedo llegar a armar un escándalo y lo que menos quiero son problemas. —Pero aquí no, vamos al área verde —anuncio.

Levanto mi mochila del suelo, la cuelgo en uno de mis hombros y le arrebato a Lee una paleta que acababa de comprar unos minutos atrás. Le dedico una sonrisa, seguido de un golpe en la frente y me hago paso por la cafetería hasta salir de ese lugar. El chico sigue mis pasos, entendiendo mi lenguaje corporal de no querer hablar más que lo requerido. Saboreo en mi boca la deliciosa paleta de fresa que me evoca a mi infancia llena de dulces e idas al dentista.

unfortunate ; lee hoseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora