Capítulo 12

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Qué curioso el ser humano. A veces para bien, a veces para mal, pero siempre pensando en los demás. Ni la más narcisista persona del mundo piensa solamente en su ser. También me causa curiosidad el hecho de que siempre les deseemos cosas a los demás. Puede ser para maldecir a alguien, deseándole lo peor, y que solamos despotricar contra esa persona siempre. Pero también puede ser querer que a alguien le pase algo bueno. Como el simple deseo de un "feliz cumpleaños", una "feliz navidad", desear "suerte, o unas "buenas noches". Quizá pensamos que esto hace que sea más probable que esto se cumpla para la otra persona, pero, probablemente, no siempre sea así.

Hoy fue así, tuve realmente unas buenas noches, estoy impresionado por ese acontecimiento, mas no creo que el "buenas noches" de Isabela haya influido en la calidad de sueño que he tenido. La buena noticia es que no he tenido la pesadilla que me venía molestando siempre, me he podido despertar bien. Ya me he bañado, por lo que estoy totalmente despierto a estas horas.

Hoy es viernes, qué lindo día, pero, ¿saben qué es más lindo? Que como tengo que organizar todo, ya que partimos mañana, no asistiré al colegio, y en su lugar pasaremos ordenando nuestras cosas toda la mañana. Un día inmejorable, más que nada, porque agarré el celular, y ya tenía un mensaje de saludo de Isa, que decía "Buenos días, ¿cómo estás?". Es bueno a veces darse cuenta que se preocupan por uno.

- Estoy bien, ¿vos? - Le respondo.

A los minutos, nuevo mensaje.

- Híper nerviosa, no falta nada ya para irnos.

- No, la verdad que nada. - Contesto.

Y así charlamos otro rato, y desayuné con mi mamá mientras tanto.

- Hijo, ¿recuerdas cuando estábamos iniciando la planificación de este viaje? -  Me pregunta madre.

- Sí, recuerdo. Parece que fue ayer, pero ya pasó casi un año. - Le digo.

- Espero que sea una gran experiencia.

- Yo también, madre.

Me di cuenta de que este viaje me ayudará a liberarme mentalmente. Aunque, de hecho, ayer ya me he liberado bastante, no sé la razón, pero, lo cierto es que estoy más tranquilo, y feliz.

Mis compañeros me están mandando mensajes, se ve que algunos me querían despedir en el colegio mismo, pero yo no les notifiqué que no estaría allá. Pero no soy el único foco de atención hoy, porque al parecer me estoy enterando de más cosas, que me cuentan mis compañeros. Incluso me han mandado una foto.

- ¿Es verdad? -  Pregunto anonadado.

- Sí.

- Pero, explicalo de vuelta por favor.

- Bueno, va. - Me contesta mi compañero. - Lucas hoy trajo una torta, y nadie entendía el motivo. Luego nos dijo que se iba a ir de la ciudad, a mudar, que estuvo empacando todo durante la noche, y que no lo veríamos más. A propósito, te manda saludos. Fue una decisión que tomaron sus padres hace menos de una semana, y le contaron hace 2 días, y él prefirió directamente despedirse de una, para evitar más líos.

Wow. Lucas se va del colegio, mirá vos. Qué día raro que es, la verdad. Esto no sé qué importancia tendrá, pero, sigo asombrado. No me la venía venir, para nada, de ninguna manera.

Isa me sigue escribiendo, ahora me está contando sobre la ropa que va a llevar al viaje, y por qué le gusta cada una, además de explicarme la inmensa cantidad de objetos (para mí, cosas inútiles) que va a adquirir en los shoppings británicos. Parece estar cada vez más emocionada, y conforme pasan los minutos, yo también lo estoy. 

A la tarde vamos a llevar todo el equipaje a su casa, ya que mañana ellos nos llevarán hasta el aeropuerto. Por cierto, salimos de acá a las 7 de la mañana, para llegar bien al aeropuerto, que queda bastante lejos. Nuestro vuelo sale a las 3 de la tarde. Son las 11 y media de la mañana, del viernes, obvio. Quedan 27 horas, si no me fallan los cálculos, que no sería raro, a esta altura. Con mi mamá terminamos de ordenar recién tipo 12, así que, ni bien nuestras maletas estaban armadas, nos disponemos a almorzar. Hoy, fabulosamente, hay unos ricos gnocchi, una de mis comidas favoritas. Nada puede salir mal estos días, eso siento al menos. Qué felicidad, por dios.

Ya a las 4 de la tarde, después de unas horas de relajación, tomar té, y escuchar música, vamos a lo de Bela (sí, le digo así también a Isa).  Cuando arribamos, su madre y ella nos esperaban con un rico mate. Nada más lindo que compartir un tiempo con gente querida charlando y tomando mate. Más adelante, nos vamos con Isa a su pieza.

- No, no me gusta esa canción, ¿qué tal esta otra? - Pregunta.

- A ver, ambos vamos a tener que usar el mismo dispositivo para escuchar música, además, ¿cómo no te van a gustar Los Fabulosos Cadillacs? - Le digo.

- No, qué sé yo, ese Vicentico que quiebra la voz todo el tiempo, un asco.

Respiro hondo. En algo íbamos a no estar de acuerdo.

- Ponela igual, así cuando duermas escucho eso yo, ¿ok? - La intento convencer.

- Bueno, bueno. - De mala gana termina aceptando.

Escuchamos un cuchicheo en la cocina. Eran nuestras madres, eufóricas. Más tarde, aparecen en el cuarto y nos dan una nueva noticia.

- Isa, terminá de ordenar tus cosas, ellos vienen acá a pasar la noche así mañana dormimos un rato más. - Dice Ana.

- Sí, y vos, hijo, encargate de cuando vayamos a casa revisar que no nos olvidemos de nada. - Mi mamá me ordena.

- Pero, ¿dormiremos acá? - Pregunto.

- Eso acaba de decir Ana, hijo. - Mi madre me contesta.

- Está bien. - Asiento.

Y así fue. Luego de encargarme de esas tareas en mi hogar, volvimos a la casa de Ana. Ya habiéndole dicho adiós por un corto tiempo a nuestro hogar. 

- Bueno, nomás intenten descansar, duerman temprano. - Nos pide Ana de forma amable.

- Está bien. - Respondemos  a coro con Isa.

Aunque normalmente no sé si hubiéramos hecho caso, esta vez, nos sentíamos con la necesidad de dormir, por lo que luego de hablar un rato, decidimos apagar la luz.

- Mañana es el gran día, quedan horas. - Me susurra.

- Sí, nos vemos, descansa. - Respondo.

- Sueña con ángeles.

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