Una taza de té con mis padres a la orilla del Calle-calle

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—¿En qué piensas Manigoldo? Has estado muy raro tras encontrarte con tu tío — Dijo Tn___ arreglando unas flores.
—Estuve pensando en lo que me dijo, en mi padre — Confesé jugando con mis pulgares.
—¿Y? — Inquisió. Resoplé.
—Extraño a ese viejo loco — Dije mirando el suelo y poniendo mis manos tras mi nuca — Lo extraño Tn___.
—Es tu padre Mani, es normal — Dijo abrazándome — Me pasó lo mismo cuando vine a vivir aquí.
—Pero tu madre viene a verte todos los fines de semana.
—Al principio fue difícil; nadie me recibía con la típica sopa en el invierno, nadie me calentaba la cama con el secador de pelo. Pero ¿Sabes? — La miré — A la larga me acostumbré, bueno; tuve que. En tu caso; fue una experiencia quizás traumática, sin embargo; yo creo que lo mejor será que lo vayas a ver y traten al menos de hacer las paces.

Hacer las paces, sonaba tan simple. No obstante; me quedó dando vueltas y me hizo ruido durante toda la tarde. Estaba más que claro que ese viejo loco no daría su brazo a torcer, pero; podría tocar su lado sensible para persuadirlo.

No dormí esa noche, miraba el techo, sentía las manecillas del reloj moverse. Miraba a Tn___ dormida.

Quién como tú — Pensé.

Sin poder conciliar el sueño me levanté. Un escalofrío recorrió mi espalda e hizo estremecerme cuando puse un pie en el suelo; hacía mucho frío. A pesar de que me quedaban como cuatro números más pequeñas me puse las pantuflas de Tn___ y me dirigí al living con mi teléfono. Me senté en el sofá mirando un punto fijo, cansado. Encendí el móvil, accedí a los contactos; Albafica, Dégel, Dohko, Kardia (...) Sage. Respiré; adentro y hondo. Tragué saliva, amargo. Llamar. Un toque, dos toques, tres toques.

—Su llamada será transferida a un buzón de mensajes. Por favor intente más tarde.

Fruncí el ceño. Resoplé y me mordí los labios. Miré la hora nuevamente; 02:09 AM. Volví a pulsar el ícono de llamada.

Un timbre, dos timbres, tres timbres.

—Su llamada será transferida a un buzón de mensajes. Por favor intente más tarde.
—Dí el motivo de la llamada; enviar mensaje — Saltó un aviso en la parte inferior.
—Contesta viejo loco — Gruñí marcándole de nuevo.

Uno, dos, tres...

—Diga — Contestó del otro lado. Resoplé.
—Papá...
—Ah, eres tú — Me interrumpió cortante.
—Yo... — Me rasqué la cabeza — Me preguntaba si estabas bien.
—Lo estoy — Hizo una pausa — ¿Cómo estás tú, Tn___...? — Miré el piso — ¿Cómo está tu hijo? — Alcé la mirada reteniendo las lágrimas. Aclaré mi garganta.
—Hija — Corregí, carraspeé — Estamos bien — Un silencio, incómodo.
—Escuché que estás en paro — Dijo tras unos minutos.
—Sí.
—Y que llevan casi un mes.
—Ya tengo asumido el hecho de que no tendré vacaciones — Confesé — Mientras, estoy trabajando.
—Sabía que no te quedarías de brazos cruzados recibiendo comida en la boca — Su tono de voz se suavizó. Comenzaba a sonar como el Sage de siempre. Respiré hondo y cerré los ojos.
—¿Podemos ir a verte durante la tarde? — Silencio, más silencio — ¿Aló? — Pensé que había cortado. No obstante; sentí que suspiró del otro lado de la línea.
—Está bien — Respondió — Los estaré esperando — Me dejé caer en el suelo aliviado.
—Iremos a las dos allá — Sonreí.
—De acuerdo. Buenas noches.
—Buenas noches... Papá.

Colgó. Alcé la mirada y allí estaba ella apoyada en el marco del pasillo sonriendo a pesar del cansancio. Me levanté de inmediato y la abracé fuertemente, ella acarició mis cabellos y más tarde mi rostro. Todo comenzaba a ir bien.

Abrazándola por detrás nos dirigimos a la habitación a dormir nuevamente. Me sentía en calma. Depositando suaves besos en su hombro derecho me quedé dormido.

Me ví a mí mismo de niño, corría de la panadería feliz con un pan dulce en la boca y un montón en las manos mientras el panadero agitando su uslero me gritaba dado que me había robado el pan.

Hambriento en el jardin me comí todo el pan, era casi un kilo y el anís era mi debilidad. Divisé a Sage a lo lejos así que me escondí en un arbusto, se había detenido en la puerta y dejado unas bolsas con mercadería en el suelo mientras buscaba sus llaves o al menos eso creí; aún no logro comprender cómo es que supo que estaba allí. Un coscacho me hizo dar un alarido de dolor. Lo miré con los ojos llenos de lágrimas por el golpe tratando de invocar a su corazón de abuelita.

—¿Esas son migas de pan? — Preguntó mirándome con los ojos entrecerrados. ¿Corazón de abuelita? Creo que hablé de más — ¡MANIGOLDO!

Trátame SuavementeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora