George

3.4K 458 149
                                    

Conocí a Archie hace como seis años, cuando aún era un cachorro. Una de las perras del departamento parió a cinco cachorros (entre ellos, él). Iban a entrenarlo para ser policía, al igual que sus hermanos, pero no podía olfatear bien. Pensaron en echarlo a la calle, pero decidí llevarlo a casa. Desde entonces, Archie ha estado conmigo en las buenas y en las malas. Es mi único amigo, y me devastaría que algo malo le pasara.

Lo traje al veterinario lo más pronto que pude. Cuando me estacioné afuera, Archie dejó de moverse, y eso me alarmó aun más. Ahora estoy en la sala de espera, aguardando a que el veterinario me dé noticias sobre mi perro. Hace como veinte minutos que llegué, pero se me ha hecho una eternidad.

Muevo la pierna de arriba a abajo, sobre su mismo lugar. No soy el único aquí: hay una niña que carga a un gatito, acompañada de su madre; y una anciana con un perico en una jaula. No dejan de mirarme las tres, y eso me tiene fastidiado.

—¡¿Tengo monos en la cara o qué?! —les grito. Ellas pegan un brinco, y apartan la mirada de inmediato.

—Pero qué muchacho tan grosero —murmura la anciana. Frunzo el ceño.

—Señor Marsh —el veterinario finalmente sale de su consultorio.

—¡Soy yo! —me levanto de inmediato. El rostro del veterinario no me gusta nada—. ¿Cómo está mi perro? ¿Es algo grave? ¿Va a estar bien?

—Señor Marsh... lamento decirle esto, pero... su perro consumió una cantidad mortal de chocolate. Y, según las radiografías, también se tragó un juguete...

—Pero... ¿cómo? —agrando los ojos; después recuerdo la bolsa de regalo que me dieron en la fiesta de Jessie, y el juguete de Hello Kitty que venía en ella. Archie debió tomarla. Es mi culpa—. ¿Mi perro va a estar bien? ¡Por favor, déjese de rodeos!

—Señor Marsh, hicimos lo que pudimos, pero su perro no sobrevivió. Lo siento mucho...

Un nudo se forma en mi garanta casi de inmediato, y mis ojos se vuelven cristalinos. Mi perro murió... y fue mi culpa...

—¿Qué significa el que su perrito se ahogó, mami?

—Que ahora está en el cielo, mi amor.

***

—¿George?

—Alex...

Ahora mismo me encuentro en casa, tirado en el sofá, hecho un mar de lágrimas. Ni siquiera lloré así cuando me rompí el brazo a los doce años; ni cuando murió mi abuela; ni cuando me enteré de la infidelidad de Malory. Muchos creerán que exagero, pero Archie era más que un simple perro para mí.

—¡¿Qué ocurre?! ¡¿Estás bien?! ¡¿Por qué lloras?!

—Archie murió, Alex... —gimoteo.

—¿Tu perro? ¿Murió? ¿Qué le pasó?

—Por algo que comió... —mi voz se quiebra por completo.

—Oh, Georgie... —suaviza su tono de voz—. Lo siento mucho... Sé lo que Archie significaba para ti.

—¿C-Crees que podríamos vernos? Necesito algo de compañía...

—Seguro, aunque... Tara y yo... Bien, te veo...

—Olvídalo —corto—. Creo que... mejor veré una película o algo, para distraerme.

—¿Seguro?

—Sí... Te llamo después. —Cuelgo.

***

Terminé viniendo a un bar, solo. No sabía a quién más llamar.

—Un whisky en las rocas, por favor... —apoyo los codos sobre la barra.

—¿Por qué la cara larga? —pregunta el bartender.

—Mi perro murió... —respondo, cabizbajo. Él sirve mi trago, y deja la botella junto al vaso.

—Mis condolencias.

—Gracias... —Bebo un trago, y examino el lugar. Está infestado de hombres—. ¿Por qué no hay chicas aquí? —pregunto.

—Hoy es noche gay —responde a la ligera.

—¿«Noche gay»? —frunzo el ceño.

—Sí. Políticas del nuevo dueño. Hay un letrero afuera, viejo. Viernes es noche gay.

Lo que me faltaba. Desvío la mirada, y veo a un hombre negro sonriéndome. Dios mío. Vuelvo la vista a mi trago de inmediato. Vine para desahogarme por la muerte de mi perro, y terminé rodeado de depredadores sexuales.

Bebo hasta el fondo, y tomo la botella, para servirme un poco más.

—¿Este asiento está ocupado?

Volteo, y veo a un hombre alto y rubio parado junto a mí.

—No, adelante —respondo, y evito hacer contacto visual. Debería irme. Si alguien conocido me ve, sería vergonzoso.

—¿Viniste solo?

—Amm, sí, pero ya me iba. —Termino el vaso, y saco mi billetera, para pagar.

—¿Eh? ¿Te vas? Al menos déjame invitarte otro trago.

—Escucha, no soy...

—¡Anda! —me interrumpe—. Sólo un trago. Mientras, podemos charlar. Después puedes irte si así lo deseas, y ya no te molestaré más —sonríe.

No parece un mal chico, a final de cuentas. Y algo de compañía no me vendría mal, supongo.

—Está bien —digo.

—¡Genial! ¡Oiga, sírvanos unas Bloody Marys, por favor! —pide al bartender; después me observa de pies a cabeza—. ¿Por qué la cara larga?

—Mi perro murió... Vine para tratar de olvidar el asunto.

—Vaya, lo siento tanto. ¿Cómo se llamaba tu perro?

—Archie...

—Bien, pues ¿qué te parece si brindamos por Archie? —toma su bebida.

—Por Archie... —tomo la mía también.

—¡Salud! —ambos chocamos nuestros vasos, y bebemos hasta el fondo.

Dos enamorados en taxi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora