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5 de Octubre de 2003.

El mal nunca muere, siempre vuelve

― Jimin ― llamó Youngmi desde el pasillo, sin obtener una respuesta clara ― ¡Jimin! ― llamó esta vez más fuerte, escuchando un ligero ''pasa'' por la rendija inferior de la puerta de su habitación. Abriendo la puerta con decisión, se apresuró a entrar al cuarto. ― Jiminie cariño, puedes... ― se detuvo al ver a su hijo prácticamente haciendo una pirueta para poder mirar desde su cama si algo se había caído debajo de esta ― ¿Qué haces?

Apoyándose con fuerza sobre las palmas de sus manos giró la cabeza hacia su madre, sosteniéndose en el aire únicamente sobre sus dos brazos.

― ¿Uh? ― preguntó antes de bajar correctamente y aterrizar sobre sus pies. Respiró hondo en busca de aire, y su cara recuperó un color más o menos normal en torno a los veinte segundos pasados, pero todavía continuaba roja por el esfuerzo ― Mamá, no encuentro a Jungkook.

Jungkook. Su muñeco.

― ¿Miraste en el jardín?

― Allí no está. Lo he buscado ― se lamentó en voz quejumbrosa.

Para Youngmi  no era nada desconocido el hecho de que su hijo olvidara y perdiera continuamente las cosas. Era algo que le ocurría a todo momento, bien por no estar atento, o bien debido a la poca memoria y entendimiento que desde niño ya presentaba. Aunque Jimin era completamente normal. Fue sometido a muchas pruebas, pero tampoco es como que se le hubiera detectado un déficit de atención, o siquiera algo extraño. Él ya era así, algo como una especie de cualidad, o defecto, según se mire.

― ¿Te parece si acompañas a tu hermana al supermercado y a la carnicería de al lado y compras lo que les he indicado? ― cambió de tema para distraerlo de su preocupación, pero al no ver ningún signo en su cara de tranquilidad decidió cambiar de estrategia ― Les daré cincos libras a tu hermana y a ti. Y además, podrás aprovechar para asegurarte de verdad de que tu muñeco n-

― ¡Se llama Jungkook! ― protestó Jimin, como habituaba hacer. Para él era como un ser humano, un miembro más de la familia ― Tiene nombre mamá.

Su madre rió por la inocencia que presentaba su hijo. Era muy gracioso, y tierno al mismo tiempo.

― Así te aseguras de que Jungkook no anda por allí, ¿Te parece?

Tras pasar unos segundos pensando, asintió, y de reojo miró como un filo brillante atinaba a destacar en la oscuridad de la esquina.

― ¡Jungkook! ― chilló feliz, sobresaltando a su madre. Corrió al lugar y sacó al juguete con un poco de fuerza bruta de entre el otro montón de peluches, deslizando por el suelo la tijera afilada que el muñeco llevaba en brazos.

Youngmi se asustó, y se enfadó. Mucho.

― Jimin, explícame qué hacen estas tijeras aquí ― las recogió del suelo ― Dime que no has vuelto a intentar cortar los sobres de salsa con estas tijeras. ¡La próxima vez avísame y los abro yo por ti! ¿Y por qué estaban en tu cuarto?

Saliendo del estupor en el que estaba tras encontrar a su muñeco, volvió la vista hacía su madre. Se encogió de hombros, mirando petulante el objeto.

― Yo no lo he cogido ― admitió con sinceridad.

Y no es que la castaña no se fiara de su hijo, sino que simplemente las pruebas estaban de su parte, sobre su mano, en la habitación de Jimin. Las tijeras no se mueven por arte de magia. Alguien tuvo que haberlas movido. Y teniendo en cuenta que la última vez pillara a su hijo ''in fraganti'', procurando abrir una bolsa de patatas en la cocina con ese mismo utensilio.

Dollhouse 人形 ᴋᴏᴏᴋᴍɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora