El destino

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Unos meses después...

Miranda era una de esas personas que solía imponer su presencia, cualquiera fuera el lugar donde iba. No por su aspecto físico, sino por su forma de moverse y de brillar. Eso hizo que Federico se enamorara perdidamente de ella.
Pero ya hace unos días ese brillo se había aplacado.
Si bien sonreía y vivía su amor con su enamorado plenamente, había algo que se había llevado una parte de su brillo.
Miranda también solía ser muy sociable pero no a todos les daba la oportunidad de ser sus verdaderos amigos. Solo había logrado aquello con dos personas. Esas mismas que habían sido capaces de conquistar ese brillo ahora faltante en Miranda.

'Las Violetas' seguía siendo uno de los restaurantes más concurridos. Las mesas se llenaban de familias, de parejas, de amigos o de alguna persona solitaria. A veces no daban a basto. Pero sin embargo había una mesa casi preferencial pegada a la ventana, que Norma había vedado con un cartel que rezaba 'reservado'. Su marido no entendía (o sí) las razones para hacer aquello. Pero Norma sabía que esa mesa le pertenecía solo a alguien que hace meses ya no pasaba por allí pero su presencia seguía estando de alguna manera.

Mario había viajado a regañadientes al viejo continente. Por nada del mundo quería dejar su casa pero su hijo lo convenció y se marchó. Fue un viaje de descubrimientos y sorpresas. Tal es así que en la ciudad de las bicicletas, Amsterdam, se topó con una mujer que se robó su atención a tal punto que siguieron recorriendo juntos aquellos países.

Una pequeña pero formidable embarcación navegaba sobre un tranquilo río. Bajo su mando estaba ella, con su larga cabellera colorada, rebelde a los estragos del viento. Una copa de vino amenazaba con caerse de aquella mesa plagada de libros y mapas.
Jazmín, al igual que Mario, había partido de aquella ciudad y había recorrido gran parte del mundo. Pero su cuerpo y su mente le habían pedido un descanso y había decidido volver a su país. Había buscado su pequeño barco y volvía a dominar las aguas.
Al fin había encontrado aquello que la apasionaba. De cada rincón donde estuvo trajo miles de fotos sacadas con su cámara profesional y ahora estaba editando un libro con ellas y con sus relatos que prometía ser un éxito.
Sacando este trabajo, estaba totalmente desconectada de todo. Apenas abría sus correos electrónicos y se limitaba a prender su teléfono una vez a la semana.
Pero ella sabía que en una parte muy profunda de su corazón había una pequeña llama que ardía. Una que no se aplacaba pero que la guardaba muy bien.
Ya estaba oscureciendo cuando decidió dar la vuelta y amarrar su barco para poder descansar.
Por la mañana se despertó con el cielo algo nublado. En el muelle hacía frío y no tenía nada para desayunar, así que decidió tomar algunas de sus pertenencias y bajar a algún bar.
El más cercano no parecía muy hogareño pero decidió entrar. Por suerte estaba casi vacío así que podría concentrarse y continuar escribiendo su obra.
Se acomodó en un mullido sillón y, junto con una gran taza de café, abrió su computadora y se dispuso a trabajar.
Miraba asombrada cada foto y no podía creer los lugares en donde había estado. Las veía y se transportaba allí. Se acordaba de cada momento en que las tomó y el contexto.
Sonrió algo melancólica al recordar cuantas veces pensó lo bien que le hubiese hecho su compañía... lo mucho que extrañaba su sonrisa, su voz, su perfume... todo su ser.
Pero Jazmín creía en que todo tenía un por qué. Y quizás debía ser así. Quizás ella había pasado por su vida para enseñarle algo y continuar su viaje.
Volvió en sí y se conectó nuevamente con su computadora.
Decidió chequear su correo electrónico y se encontró con decenas de mensajes sin leer.
Algunos de promociones, de amigos lejanos, de propuestas de trabajo. Ninguno de ella, aunque sabía que eso no ocurriría. Estaba por cerrarlo hasta que leyó un remitente que llamó su atención. Alguien de quien hace mucho no sabía nada.
Su amiga estaría enojada por haber desaparecido tanto tiempo, pero sabía que en el fondo la entendía.
Miranda, quien era un poco concisa, le había escrito sólo unas líneas.

'Hola amiga. Sé que estarás desconectada. Hoy pensé en vos. Todos los días lo hago. Te extraño. Estás siempre presente. Ayer fui a un lugar y necesitaba compartir algo con vos. Abajo lo encontrás. Besos. M.'

Jazmín sonrió. Leyó varias veces esas líneas. Extrañaba muchísimo a su amiga. Bajó hasta el final de ese correo y se encontró con un archivo de audio. Aparentemente era un tema musical. Decidió abrirlo desde su teléfono y pedir la cuenta. No sabía qué era pero seguramente ese no era el lugar propicio para abrirlo. Cuando al fin salió de aquel bar, se colocó sus auriculares y emprendió la vuelta a su embarcación.
Efectivamente era una canción.

"No sé si aún me recuerdas,
nos conocimos al tiempo
tú, el mar y el cielo
y quién me trajo a ti.
Abrazaste mis abrazos,
vigilando aquel momento
aunque fuera el primero
y lo guardara para mí.
Si pudiera volver a nacer,
te vería cada día amanecer
sonriendo como cada vez,
como aquella vez.
Te voy a escribir la canción más bonita del mundo,
voy a capturar nuestra historia en tan solo un segundo,
y un día verás que esta loca de a poco se olvida,
por mucho que pasen los años de largo en su vida..."

A medida que avanzaban las estrofas, las lágrimas caían sin freno. Ni siquiera se tomaba el trabajo de secarlas.
Se subió a su barco y se apoyó sobre la baranda del borde a contemplar el sol saliendo del todo. Volvió a poner el tema completo nuevamente.
Ese tema, esa letra. Significaba tanto. Miranda había sido muy acertada al mandárselo.
Y de repente se acordó de algo muy importante. Se acordó de la última vez que lo escuchó pero sobre todo con que voz.
Flor.
Ella la cantaba. Ella lo sentía. Pero no en cualquier momento, lo hacía los días que la veía a ella.
Entonces... quizás...
Jazmín negó rápidamente pero al escuchar sus estrofas, terminó de convencerse.
Se acordaba. Flor se acordaba de ella. De alguna forma Jazmín había logrado meterse en sus recuerdos.
No hizo falta más nada.
Tomó el volante y encendió el barco con un solo destino por delante.

Como si fuera la primera vez - FlozminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora