Quedate por favor

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Jazmín no tenía una noción de cuánto tiempo navegó. Lo que quizás fueron pocas horas, para ella habían sido eternas.
Su alma volvió poco a poco a su cuerpo cuando vislumbró aquel muelle donde solía dejar su pequeño barco, en aquella ciudad que había dejado meses atrás.
Dante, el encargado del lugar, un hombre de mediana edad con rostro amable, la miraba entre sorprendido y contento desde el otro lado, mientras Jazmín ya se encontraba amarrando su embarcación en uno de los postes.
Ni se tomó el trabajo de cerrarla, dejó todo exactamente como estaba y con un pequeño salto acertado ya estaba pisando tierra firme.

"Hola Jazmín, qué sorpresa verte acá de nuevo."

Jazmín le dedicó su mejor sonrisa pero no era momento para hablar.

"Para mí también. Dante, te prometo que te cuento todo cuando vuelva. Necesito dejar esto acá, y..."

"Andá tranquila."

"¿De verdad?"

El hombre le sonrió con una complicidad que Jazmín desconocía. Pero luego recordó que todos allí eran muy amables. Y no podía esperar menos de uno de los grandes amigos de Mario Estrella.

"Andá a verla."

Jazmín se ruborizó esta vez y sonrió, sorprendida por sus palabras. No supo responder, al menos no con palabras y se marchó.
No sabía para donde ir, se frenó en seco en el medio de la entrada de aquella guardería de barcos y pensó.
Tomó su teléfono y llamó a la única persona que solía ponerle los pies sobre la tierra.
Minutos más tarde, mientras Jazmín estaba sentada en el cordón de la vereda, un pequeño auto frenó cerca de ella.
Y de golpe sintió como una persona con cabellera rubia algo despeinada rodeaba su cuello con sus brazos.
El abrazo duró algunos segundos. Todavía no habían pronunciado ninguna palabra y Jazmín pudo ver como su amiga se secaba rápidamente una lágrima para no ser descubierta.

"Yo también te extrañé Miru. Muchísimo."

"Si. Pero no hay tiempo. Te tengo que llevar con ella ahora."

Se subieron al auto con algo de dificultad. Había cajas y elementos de cocina por todos lados.

"Tuve que dedicarme a hacer algo este tiempo. Y me di cuenta que soy muy buena haciendo tortas."

"¿Las hacés acá adentro?" Le respondió Jazmín conteniendo la risa mientras seguía quitando cosas de su asiento y llevándolas al de atrás.

"¿Preferís ir caminando?" Miranda también reía y amenazaba con tirarle un molde de silicona por la cabeza.

Pero las sonrisas de transformaron en nervios en el estómago de Jazmín. Pronto habían llegado a la puerta de aquella clínica que meses antes había visitado para hablar con aquel médico que reafirmó ese diagnóstico tan crucial en la vida de ella.

"¿Querés que te acompañe?... No. Mejor Andá vos sola." Preguntó y respondió a la vez Miranda.

"¿Hace cuánto que está acá internada?"

"Pocos días después de que te fuiste. Lo decidió ella. No quería ser lo que ella consideraba una carga para su familia y quiso venir acá. No está mal, la cuidan mucho. Nosotros venimos muy seguido a visitarla."

Jazmín golpeaba con la yema de sus dedos el borde de la puerta del auto, abstraída en sus pensamientos.

"Voy."

Respiró profundo y salió. Caminó unos pasos y se dio vuelta para ver a su amiga sonreír y darle más fuerzas.
Adentro era todo exactamente igual a cuando había ido meses antes.
Las personas de la recepción la miraron amablemente y le indicaron el sector donde estaban los pacientes.
El pasillo hasta allí era luminoso y estaba inundado por un perfume floral. Al finalizar se encontró en una gran sala donde habría una docena de personas, cada una absorta en una tarea distinta: algunos leían, otros armaban rompecabezas.
Y pegada a un gran ventanal desde donde se veía el jardín y parte del mar estaba ella. Su perfil estaba iluminado por el sol y su pelo, tupido de rulos como siempre, caía armoniosamente sobre sus hombros. Llevaba un vestido verde agua que hacía brillar más aún su piel blanca. Jazmín pestañeó varias veces para aclarar sus ojos que se humedecieron sin permiso.
Su corazón latía más rápido que nunca.
Flor estaba ahí, de nuevo frente a ella.
Tenía tantas ganas de correr y abrazarla. Tantas ganas de tocarla, de sentir aunque sea un centímetro de su piel en sus manos. De percibir su perfume. De perderse en sus ojos.
Nadie notaba su presencia inmóvil en el medio de ese lugar.
Nadie, excepto Flor, que quizás por un sexto sentido sintió su presencia.
Primero apoyó el pincel con el que estaba pintando momentos antes y limpió su mano. Luego se giró y poco a poco y buscó con sus ojos aquella mirada que sentía sobre ella.
Y la encontró.
Se encontró con esos ojos verdes que brillaban. Con esa media sonrisa que la invitaba a sonreír a ella. Con esos rulos pelirrojos que resaltaban en cualquier lado.
Todo el cuerpo de Flor temblaba un poco. Sintió un golpe de calor y de frío a la vez. Su cabeza estaba intentando procesar lo que le provocaba verla.
Jazmín se acercó de a poco sosteniendo su sonrisa.
Se pararon frente a frente y se devoraron con la mirada. Ninguna decía nada pero eso ya decía mucho por si solo.
Hasta que Jazmín se animó a romper el silencio.

"Flor ¿Te acordás de mí?"

Flor la miró unos segundos más. Quería decirle algo con sus ojos y no con sus labios. Porque sabía que no era esa la pregunta. Porque sabía que lo que respondería no era todo lo que quería decir. Pero así empezaría hablándole.

"No. No me acuerdo de vos."

Jazmín se mordió el labio y miró para abajo, como rendida. Negó con la cabeza.
Flor sabía que no era la respuesta que ella esperaba y se sentía mal de alguna forma.
Pero había algo más. Ella lo sabía. Estiró su brazo y tomó con su mano la de Jazmín, quien sintió erizarse toda su piel.

"No me acuerdo. Pero necesito mostrarte algo. Por favor, vení conmigo."

Jazmín no iba a poder decir que no a nada de lo que ella le pidiera.
Sostuvo más fuerte su mano y la acompañó.
Caminaron algunos metros así, agarradas. Sin saber Flor que ese contacto estaba derritiendo por dentro a su acompañante.
Llegaron hasta la puerta de una habitación.
Flor sacó unas llaves y la abrió.
Era un espacio muy grande, con ventanas que también daban al jardín, una cama perfectamente armada y varios floreros con sus respectivas flores.
Mientras observaba todo, Flor se alejaba de ella para acercarse a un pequeño escritorio que había sobre una pared.
Y segundos más tarde, cuando Jazmín la buscó con su mirada, se encontró con aquello que Flor quería mostrarle.
En la pared, en el escritorio, sobre un atril que había parado al lado. Por todos lados había dibujos, bosquejos y pinturas con su rostro. Con formas realistas o abstractas. Con distintos gestos. Con el más mínimo detalle como si ella hubiese estado presente en cada uno al momento de ser retratada.

"¿Qué es esto Flor?"

"Yo no sé quién sos. Pero todas las noches sueño con vos. Todos los días me levanto con tu imagen aún grabada en mi mente. Sentía que me estaba volviendo loca, pero no. Empecé a dibujarte y sentir que eras real. Y acá estás."

"Acá estoy." Pudo decir Jazmín antes de que su voz se quebrara.

"¿Quién sos?"

"Soy Jazmín." Le respondió estirando su mano. Se agarraron fuerte en ese punto.

"¿Y quién sos para mí?"

"¿Me creerías si te digo que en ese cuaderno que lees todos los días para acordarte lo que pasó, antes había muchas hojas sobre mí?"

"Sí..."

Jazmín se secaba las lágrimas y se aclaraba la garganta para continuar "Vos me pediste que fuera atrás de mis sueños. Que haga esa vida que yo planeaba antes de conocerte. ¿Y sabés que? Estuve en miles de lugares, con decenas de personas. Vi atardeceres de todos los colores y sentí millones de perfumes. Conocí cosas increíbles. Pero nada me llenaba. Nada me hacía feliz. Porque no era mi sueño ese. Porque desde que te conocí, pasaste a serlo vos. Flor, vos sos la mujer de mis sueños. Y al parecer, yo soy la de los tuyos. Y aunque parezca una locura, aunque intentes otra vez borrarme, las dos sabemos que eso es imposible. Dame la oportunidad de intentar hacerte feliz todos los días de nuestras vidas. ¿Vos querés?"

Flor a esta altura era un mar de lágrimas también. No sabía nada de ella. No sabía quién era, a qué se dedicaba, de dónde venía, cómo la conoció. Pero pudo darse cuenta de algo. El accidente sólo había afectado su cabeza, no su corazón. Y ahí era donde Flor la conocía y la guardó todo este tiempo. Ahí es donde la extrañó con todo su ser.
Se acercó a ella y sin meditarlo, formuló su respuesta en sus labios. Sin palabras.
La besó atrapando las lágrimas de ambas. Seguirían llorando unos segundos más. Sonreían mientras lo hacían.
Jazmín se separó para mirarla, acariciarle las mejillas y reafirmar que estaban ahí. Que estaba pasando. Que era ella otra vez, que estaba completa.

"Te amo."

Sí. Era Flor la que lo pronunció esta vez.

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A esta hermosa historia le queda un solo capítulo. El próximo.
Gracias por sus hermosas palabras de siempre.

Como si fuera la primera vez - FlozminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora