Capítulo 1

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No me gusta ver sufrir a la gente, y mucho menos las masacres que acarrean las batallas. Muchas personas mueren, otros pierden a un ser querido. Algunos niños pierden a sus padres, y se quedan solos, sin nadie, tan solo el miedo de afrontar el mundo real. Me parece asqueroso que se vean afectados de esa manera por culpa de terceros.

Dicho esto, he de dejar claro que aborrezco mucho más el tener que matar gente. Aunque sea el enemigo. Siempre debería haber otra opción, una con retorno, una que te haga seguir aparentando ser un ser humano.

Pero ya no soy tan inocente... oh no, se que el concepto "humanidad" es algo exclusivo de unos pocos, y que eso, traduciéndolo al campo de batalla, significa sobrevivir matando, o morir por tu debilidad; así que aunque no disfrute matando, se que son ellos o yo. 

Definitivamente no sirvo para este trabajo, todo lo contrario a mi hermano, él ha nacido para esto, y en ocasiones parece disfrutar lo que hace. Y no es por echarle flores, pero se le da de maravilla. Siempre salimos victoriosos de la batalla. Si no le debiera la vida a mi hermano, habría renunciado hace mucho, aunque según él, posea potencial para esto.

Salimos, peleamos, ganamos, volvemos al campamento y ganamos tierras. Poseemos un castillo, pero en tiempo de batalla, preferimos el campamento oculto en el bosque. Pertenecía a nuestros padres, pero casi no le damos uso, lo increíble es que aún siga en pie, o no haya sido tomado.

-¿Qué te ocurre Corazón? - Me pregunta mi hermano desde su caballo con tono altanero y su típica sonrisa al oír mi suspiro. Su artefacto que le cubre los ojos siempre me impide descifrar del todo su expresión. Son dos cristales oscuros que se sujetan a su cabeza con varillas de metal. Ya no recuerdo de donde salieron. 

-¿Eh?¡Ah, nada! ... Solo pensaba que ... - No termino mi frase. Al salir del espesor del bosque diviso que, hasta hace poco, un bonito pueblo, ahora estaba calcinado. 

- Vaya, no parece que haya sido cosa de una batalla. Más bien parece cosa de bandidos o ladrones. Que pena, era un pueblo tranquilo. - Comenta mi hermano.

- Si, es una lástima. Era un pueblo muy bonito. ¿Porqué lo habrán hecho?

- Quien sabe. A juzgar por el aspecto de las casas que aún están en pie, lo incendiaron hará unas cuantas horas. 

- ¿Habrá supervivientes Doffy? 

- Naah, échale un vistazo; está destruido, ni lo pienses Corazón. 

- Tarde, vamos a ver. - Redirijo mi caballo - ¡Arre! 

- ¡Aggggh! ¡Tú y tú, venid con nosotros. El resto volved al campamento! - Él y dos hombres más galoparon tras de mi. No tardaron mucho en alcanzarme, igual que yo no tardé mucho en llegar al pueblo. 

- Que olor tan fuerte ...  

- Carne quemada, hermanito. Vámonos, aquí no queda nada ni nadie. 

 Observo a mi alrededor. El paisaje es devastador, casas quemadas o acabando de hacerlo. Animales, ganado y personas muertas por heridas y consumidos por las llamas. Me cuesta asimilar su aspecto, he visto este pueblo muchas veces, era muy próspero y pacífico, pero no especialmente rico, no se que motivos tendrían para hacer esto.

Encargo a los dos hombres que me ayuden a buscar supervivientes, mientras, Doffy, va a vigilar los alrededores.

Nos vamos quedando sin lugares en los que buscar, no damos con nadie vivo. Finalmente llegamos a la última casa que a soportado a duras penas el incendio. Tengo ligeras esperanzas de encontrar a alguien. Pero no encontramos nada. Solo los cadáveres de una familia. La escena me revuelve el estómago. Pero no por los cuerpos, si no por la situación. Una familia intentaba proteger a su hija. El padre tiene una herida de bala en la garganta, la madre unas heridas más superficiales en el costado, y la niña, a pesar de haber sido protegida por sus progenitores a debido morir por el humo. 

- Vámonos. - Ordeno secamente, necesito beber, celebrar la victoria de hoy, y olvidarme de esto.

-Vaya, ¿ya has acabado? - Me comenta Doffy con su típica sonrisa de superioridad. Me molesta, pero me lo guardo hacia mis adentros y me limito a enseñar el yo que se espera que sea.

-Si, tenías razón. No queda nada de este pueblo.

Emprendemos el paso de nuevo hacia el campamento. Nadie dice nada casi durante todo el trayecto. Pero entonces algo capta de nuevo mi atención. Un trozo de tela enganchado a una rama. Me aproximo a cogerla. Está llena de sangre. Observo que entre unos matorrales hay más jirones. Me bajo del caballo, es demasiado estrecho para pasar con él. Me adentro, por el espesor de matorrales sin mencionárselo a nadie. Pero mi hermano vuelve a leerme el pensamiento.

-¡¿ Corazón, a donde vas ahora ?! - Parece que está llegando al límite de su paciencia hoy.

- ¡ Ahora vuelvo, espérame por favor !

No presto atención a su reproche, me cuelo por un matorral y llego a una parte del bosque con vegetación menos espesa. Aquí está la prenda original pero está desgarrada. Son unos pantalones. Miro a mi alrededor, y mis ojos se abren de par en par cuando diviso una mano que asoma de entre, de nuevo, la espesa vegetación. Voy corriendo, y espero no confirmar mis sospechas. Separo los matorrales, y ahí estaba. Un chico de unos quince años, cubierto de arañazos, moratones, signos de violencia y algunas heridas más graves. Está desnudo excepto por una blusa color café, también desgarrada. 

- ¡¡Oye chico!! ¡¿Estás bien, chico?! - Lo levanto un poco y acerco su pecho a mis oídos. Gracias a Dios sigue vivo, pero está inconsciente. Al incorporarlo noto que sus manos están atadas. Lo giro un poco y  mi mente queda en blanco por un instante. 

《Pobre chico》

Lo cargo lo más delicadamente que puedo. Como el típico caballero que carga a una dama. Al levantarlo y ponerlo en esta posición, un líquido cae al suelo muy cerca de mi pie. La sangre le chorrea por las piernas. Salgo de espaldas de los matorrales para evitar causarle algún daño. Vuelvo con él a mi lugar de partida. Doffy y los otros se sorprenden al verme llegar con alguien en brazos. 

-Démonos prisa - digo subiéndome a mi caballo junto al joven - este chico necesita que lo vean con urgencia - lo envuelvo con una capa que no uso, pero siempre llevo a mano en una bolsa en mi caballo.

Creo que mi hermano no sabe que decirme. Así que no intento sacar conversación. 

Emprendo la marcha con prisa. Nadie se merece lo que le han hecho a este chico. Hasta puede ser que esté drogado. 

-Tranquilo chico. - le susurro - vas a ponerte bien. 


CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora