Capítulo 2

187 19 2
                                    


Llegamos al campamento, y una gran multitud de gente se acercó al notar que alguien más montaba mi caballo. Bajé, y con delicadeza cargué de nuevo el delicado cuerpo del muchacho.

- ¡ Guardad mi caballo, y llamad al médico, daos prisa por favor !

Llevé al muchacho a mi propia tienda. Los únicos con aposento propio somos mi hermano y yo. Los demás comparten unas grandes carpas. Lo puse sobre mi cama, y le retire unos cuantos mechones de pelo negro que caían sobre su frente.

Poso mi mano sobre su frente.

《Pobrecito, tiene fiebre》

También está sudando mucho. Dejo mi mano sobre su frente, y una nueva reacción, ha empezado a temblar, se ha movido un poco y a pronunciado algo inentendible, al intentar hablar, a dejado un poco abierta la boca.

《Tiene los labios muy bonitos》

No me había fijado antes, pero aún en este estado, este chico es muy vistoso. Tiene la piel, con el moreno perfecto, ni una imperfección en el rostro (si no contamos los hematomas de hoy). Una complexión delgada, con los músculos poco desarrollados Aunque para mi sea bajo, tiene una estatura aceptable para la edad estimada. No se de que color serán sus ojos, pero tiene las pestañas muy espesas, no muy largas, del mismo color que su pelo. También tiene las ojeras un poco marcadas. Y se que ya lo he dicho antes, pero tiene unos labios, a mi parecer muy atractivos. ¿Serán tan suaves como parecen?

Llevo mi mano lentamente hacia su barbilla, la rozo un poco, evitando tocar una herida.

《Que suave》

Elevo mis dedos, y me dispongo a volver a posicionarlos, esta vez, un poco más arriba. No tengo ni idea de que estoy haciendo, ni porqué, simplemente lo voy a hacer.

- ¡¡Señor Rocinante!!

-¡¡¡Ahhhh!!! - Grito mientras doy un salto hacia atrás, retrocediendo sobre mis pasos, tropiezo con una alfombra y caigo de espaldas golpeándome la cabeza, quedando ridículamente con las piernas elevadas.

El doctor había entrado a la tienda a toda prisa, dirigiéndose a la cama donde se encontraba el muchacho, ignorando mi ridícula caída.

Aquí todos me conocen, y aunque me duela admitirlo, soy demasiado torpe. A nadie le sorprenden ya mis "accidentes".

- ¿Podría salir, señor Rocinante? Me gustaría tener privacidad.

- ¿Eh? ¡Ah claro!

Antes de salir, me acerco a un baúl, y saco una camisa para el chico, le estará grande, pero servirá de momento. No cojo un pantalón. Le estaría enorme.

-Tome- y pongo la camisa en un mueble que está cerca de la cama.

El doctor me agradece, y ahora si que si, salgo de la tienda. No se a donde ir, o que hacer, así que simplemente me siento frente a la tienda, a esperar que todo salga bien.

Empiezan a pasar los minutos, y escucho que alguien se acerca a mi. Es mi hermano.

-¿Se sabe algo del mocoso, Corazón?- dice mi hermano con su típica sonrisa.

-Aún no... espero que al menos se despierte.

-Si ... habría que hacerle muchas preguntas.

-¡Doffy!

-¿¡Qué pasa!?

-No lo presiones, lo ha tenido que pasar verdaderamente mal. Lo último que necesita ese chico es un interrogatorio. -digo mirando mis manos y jugueteando con mis dedos. - En todo caso, deja que sea yo quien le pregunte.

- ... No puedo contigo. Tu ganas. Después de todo no se lo que siente uno al ser violado.

- Gracias Doffy.

<<Aunque lo último que has dicho sobraba>>

Siguió pasando el tiempo hasta que el atardecer fue manchando el cielo. En ese momento salió el doctor de la tienda.

- ¿Cómo está? - pregunto levantándome. Doffy que seguía acompañándome siguió sentado.

- Débil, pero estable ahora. Tenía algunas heridas más profundas. Por suerte no tenía ningún hueso roto. Lo que más me preocupaba era la droga que le habían dado. En cuanto al otro problema... bueno presentaba desgarramiento, pero nada que no sane por si sólo. En cuanto a las secuelas psicológicas... me temo que no puedo hacer nada.

Trago saliva.

- De acuerdo. ¿Puedo pasar ahora?

-Sí, ahora está dormido. Procura que cuando se despierte, no se mueva mucho, y que procure beber agua. Puede tener náuseas, le he hecho vomitar. Que hoy no coma. Puede tener un poco de fiebre, pero sería normal. Sobre todo que esté tranquilo. Ponle esto en las heridas una vez al día. Y cámbiale las vendas a diario. Todo debería ir bien.

- De acuerdo. Muchas gracias doctor. Doffy será mejor que tu también te vayas.

- Claro. Como tu quieras.

En cuanto se alejan, me acerco a las gruesísimas cortinas que ejercen de puerta y las corro lentamente. En seguida llevo mis ojos a la cama, y efectivamente ahí está el muchacho. Está profundamente dormido.

CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora