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El día había llegado. El momento en el que podría tomar parte de su venganza estaba a casi nada de comenzar. Las gradas del Anfiteatro estaban repletas de gente, esperando todos ansiosos a que empezara la Munera Gladiatoria.

Rogue y Sting fueron encadenados por medio de sus muñecas, mientras oían todo el griterío de allí fuera. Ninguno de los dos dijo nada, y mucho menos cruzaron miradas; ahora simplemente sería el fin de todo, y eso estaba bien.

Ambos iban con la vestimenta de un típico Gladiador que entra a su último combate: armaduras, protecciones en brazos y piernas, el casco y las armas en mano junto con el escudo.

El oponente de Rogue era alguien débil a plena vista, por lo que el ojirojo esperaba que le diera suficiente pelea; mientras que el oponente de Sting era un Gladiador que no estaba en sus cinco sentidos, y corrían rumores de que los veía a todos como sus enemigos después de varias torturas seguidas en un tiempo pasado.

Los cuatro salieron hacia la arena, siendo recibidos con aplausos y gritos; el emperador junto con Erza estaban en uno de los palcos, y ésta última estaba atenta por si ocurría algún percance durante la pelea.

Una vez que los cuatro estuvieron en medio del lugar, se voltearon hacia el emperador Gildarts y sólo tres pronunciaron "Ave, Cesar. Morituri te salutant". Sting sabía que aquello era un saludo, pero le era completamente indiferente.

Ambas parejas se pusieron a una distancia prudente, preparando sus armas para empezar el ataque.

─Espero que luches igual de bien como aquel día─Rogue miró con ojos asesinos al rubio─. No dejaré que tu oponente me robe la gloria.

─Crees que será fácil estando amarrados?─le preguntó Sting.

─La cadena es demasiado larga para poder movernos con libertad─Rogue desvió su mirada hacia los dos hombres que ya estaban listos para atacar.

El encargado de dar comienzo a la pelea hizo una señal con su mano, y fue entonces que todo empezó. El oponente supuestamente débil se lanzó con todo para derribar al ojirojo, pero éste bloqueó el ataque poniendo su espada como soporte.

Por el lado de Sting, su adversario daba ataques directos, moviéndose abiertamente de un lado a otro, con la vista fija en su objetivo. Al rubio le fue imposible salvarse del ataque con el escudo que aquel Gladiador le propinó, dándole así justo en el rostro.

Rogue sintió un pequeño tirón en su muñeca izquierda, y negándose a mirar continuó atacando y defendiéndose.

Sting se levantó rápidamente, anteponiendo su escudo sobre su cuerpo; su labio inferior sangraba por el lado derecho, y ahora no tenía tiempo para preocuparse del dolor que éste provocaba. Los ataques con la espada venían desde arriba y abajo, Sting tenía que echarse hacia atrás o saltar para esquivarlos, pero en cada salto era abordado por el escudo contrario, incluso si chocaba con el suyo propio. Su prioridad era dejar desarmado a su adversario.

Rogue no tenía ningún daño en su piel, mientras que su oponente ya tenía cinco cortes en el rostro y brazos; estaba claro que aquel combate estaba arreglado, pero al público no parecía importarle. Todos estaban atentos a los otros dos que luchaban un poco más lejos. El ojirojo sintió un ardor punzante en su pierna derecha, percatándose de que aquel débil aprovechó el momento de distracción para contraatacar.

Sin embargo, Rogue atacó con el doble de fuerza, saltando ágilmente y haciéndole añicos la armadura de una sola patada, igual como lo hizo aquella vez con quien luchaba a su lado. Sin darle tiempo a cubrirse, Rogue le hizo un profundo corte en el pecho a aquel tipo débil, oyendo el primer grito desgarrador en lo que llevaban de tiempo.

Sangre y Acero | StingueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora