VI

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Un pequeño círculo de guardias rodeaba a dos personas dentro del Anfiteatro, siendo éstos el emperador Gildarts y el persa capturado, Sting.

Entre la guardia personal del emperador se encontraban los de más confianza: Erza, Gray y Rogue; éste último miraba atento a lo que justo ahora estaba sucediendo frente a sus ojos, aunque le prestaba mucha más atención al rubio que a su superior.

─Escuché muchos rumores acerca de ti antes de que se diera el combate de aquel día, sabes? que acabaste con una legión celta tú solo, que eres ágil al momento de salir al combate en campo abierto, que tienes una destreza que sólo mi mejor Gladiador pudo doblegar─decía Gildarts mirando detenidamente al muchacho enfrente suyo, quien no le quitaba los ojos de encima.

Rogue tragó en seco al ver la pequeña mención que hizo el emperador al decir "mi mejor Gladiador", ya que pudo ver cómo las facciones de Sting se tensaron al momento de oír aquello; sabía que eso no se debía a lo sucedido entre ellos hace dos noches atrás, sino que el muy idiota de ojos azules aún no superaba su derrota en aquella batalla.

─Además de que su mejor Gladiador me haya derrotado aquel día, ahora me hacen usar la vestimenta militar de ustedes, la cual es un poco incómoda, por cierto─Sting se abstuvo de hablarle con un tono altanero y de desprecio, ya que una fiera de cabello escarlata lo tenía en la mira hace varios minutos.

─Ya te acostumbrarás, después de todo formarás parte de la guardia pretoriana ahora─Gildarts le extendió una de las espadas que llevaba al costado de su cintura─. Erza, mi Comandante en Jefe, estará a cargo de tu disciplina por un tiempo indeterminado.

Sting escuchó risas mal disimuladas entre todos los guardias a su alrededor, en excepción de Rogue, quien sólo mantenía su semblante serio.

─Enséñame lo que tienes─le ordenó Erza, desenfundando su espada y poniéndola frente a su adversario.

Sting no demoró en obedecer a ello atacándola rápidamente con la espada, la cual pasaba de mano a mano junto con ágiles movimientos alrededor de la mujer. Erza se defendía al mismo compás, chocando ambas espadas a la vez, haciendo que el eco de los ataques invadiera todo el lugar.

Rogue pudo notar que Sting podía igualar a la mujer más temida del imperio si se lo proponía, aunque por el momento éste apenas podía evitar los golpes que ella le daba; y es que sí, la peliescarlata estaba más que perfeccionada en cuanto a fuerza física se trataba.

─Tal parece que los rumores no son más que mentiras, por lo que veo... ─Erza no supo en qué maldito momento el filo de una fría espada pasó de estar en la arena a estar haciendo presión sobre su cuello.

Gildarts, Rogue y todos los allí presentes se quedaron atónitos e inmóviles, ya que nadie se dió cuenta de la rápidez con la que Sting se movió y revirtió de forma increíble la situación.

─Te tienes tanta confianza que cometiste el grave error de bajar tu guardia. Qué pasaría si mi espada se incrustara con más profundidad en tu piel? morirías? o revivirías al igual que los inmortales? porque en algunas zonas del oriente ya te conocen como "Titania, la inmortal" ─se atrevió a decirle Sting, manteniendo su espada en el cuello ajeno.

─Eso es todo?─Erza sujetó la espada y de un sólo apretón la hizo trizas, alarmando enseguida al rubio─. No te creas la gran cosa sólo por haberme "intimidado", o mejor dicho, un miserable intento de intimidación.

Las risas volvieron a hacerse oír en el lugar, sin embargo Sting no se amedrentó ante aquello; sabía que todos allí buscaban humillarlo, hacerlo sentir menos, pero si quería sobrevivir, tenía que pasar todo eso por alto e intentar llegar al más alto rango que hubiese en Roma.

Sangre y Acero | StingueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora