"¿Elio?Elio, ¿estás ahí dentro?"
Golpes en la puerta.
Una voz sibilante.
El trino de algún pájaro.
La luz del sol tardío en mi rostro.
Las sábanas calientes.
Mi pelo sudoroso.
Desperté, sin saber cuánto tiempo había pasado durmiendo, sin recordar qué era lo que había estado soñando.
"¿Elio?" repitió mi madre.
"Voy..." murmuré con la voz ronca del que acaba de salir de unas interminables horas de sueño.
Abrí la puerta.
"Ya era hora, bello durmiente. Los invitados llegan en una hora."
Somnoliento como estaba, no pude evitar poner cara de pez. ¿Invitados de los que yo no sabía? ¿Qué tenían ahora en mente?
"¿Invitados? ¿Por qué?"
"Si hubieses leído la carta de Oliver sabrías las respuestas a tus preguntas."
Miré hacia otro lado, realmente no quería volver a recordar ni hablar de la boda.
"Algún día tendrás que superarlo."
"Cuando lo olvide" murmuré sin ganas.
"Quizás lo olvides conociendo a Asher."
Asher.
Un nombre melódico y exótico donde los haya.
Asher.
"Y ahora, Elio, vístete y arréglate rápido para estar preparado."
Volví a cerrar la puerta. Estaba solo de nuevo. El mundo se derrumbaba, se caía otra vez sobre mí.
Pero esta vez no lo dejé.
Ni siquiera sé cómo lo hice.