En la última ocasión en la que dejé una reunión de invitados fue aquel día en el que Oliver y yo estuvimos juntos (realmente juntos) por primera vez.
Y ahora lo hacía de nuevo con un fin totalmente diferente: reunirme conmigo mismo y esforzarme por ver todo de una manera positiva.
Mi habitación era la misma que habían usado muchísimos estudiantes pero, especialmente, Oliver. A finales del verano pasado, intenté de hacer ella la cambre verte de Truffaut, pero acabé desesperándome por los pocos recuerdos materiales que tenía de él.
Lo primero en lo que me fijé (como aquel día en el que me escribió "Grow up, I'll see you at midnight") fue en un sobre que estaba sobre mi mesa. Era una carta escrita a mano por una impecable letra cursiva. Era la letra de Oliver. "Para Elio", rezaba.
Comprobé, asombrado, que mis padres no la habían abierto para saber qué conteía, o para protegerme. Habían pasado mucho tiempo intentando que no me sintiese (tan) mal y ya lo habían conseguido cuando llegó la llamada.
Sin intentar contener mis ansias, abrí el sobre.