La Chica Del Puente.

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Un día como cualquier otro en Lady Banck, Annie Rose se despertó.
Era una chica callada, a la que le gustaban los libros, y la soledad.
Podías encontrarla en la vieja biblioteca, ahí, ella era libre, no tenía porqué esconderse, los libros eran su mundo y su todo.

Hasta que ingresó a la preparatoria, claro.

- ¡ No quiero ir! - Annie resopló mirando a su madre - no iré.

Ella suspiró y se llevó una mano a la cara. - Es una oportunidad inigualable, cariño, ofrece beca para la universidad - se sentó junto a su hija, en el viejo sillón de la sala, y, suspirando, le acarició el cabello. Annie abrió mucho los ojos y se apartó, gritando: -¡ Aléjate! ¡ No te atrevas a tocarme siquiera, no te me acerques! ¡Arruina vidas!
- ¡ Cállate! Te dí todo lo que necesitaste siempre,¡ todo!.
-¡¿necesitaba un medio hermano?! ¿ acaso lo necesitaba?! ¡Traicionaste a papá, no debiste de haber...

- ¡¡ PAPÁ ESTÁ MUERTO !!- se llevó una mano a la cara y volvió a gritar: - ¡Está muerto! ¡M-U-E-R-T-O! ¡Supéralo de una vez!
-¡Te odio! -Gritó Annie, con lágrimas en los ojos, y a continuación salir a grandes zancadas de la casa, y cerrándola de un portazo.
La madre de Annie quedó inmóvil en el umbral, al mismo tiempo que se caía su taza de cerámica china y se partía en pedazos, los cuales cayeron sobre la alfombra.

Dando grandes zancadas, Annie pasó por la calle Magnolia y la Toomber Street para dirigirse a la avenida 20, en la cual tomaría el metro y llegaría así a la calle Smitches, famosa por su heladería. Aunque ella no iba a la heladería, sino a la biblioteca.
Cuando cruzaba la calle de Toomber Street, las lágrimas asaltaron sus ojos, junto con el recuerdo de las palabras de su madre.
"Está muerto, m-u-e-r-t-o. ¡Acéptalo y supéralo de una vez!"

Su padre era profesor de la Universidad, aunque nunca le daban un trabajo fijo, por lo que tenían que mudarse seguido, a distintos estados.

El día de la muerte de su padre, Annie recuerda que discutió con él por cuestiones de su trabajo.
Cambiaba tan a menudo de Universidad, que ella no podía hacer amigos o adaptarse a su casa.
Eso la enojaba.
"-¡ No podemos estar mudándonos papá! Consigue que te den definitivamente tu puesto, ¡ no tengo amigos!
-¡ Y crees que no me esfuerzo para darles a tu mamá y a tí lo necesario? ¡ Paso más de 6 horas en ese maldito salón! ¡ tengo más de 100 alumnos! ¿ y dices que no me esfuerzo lo suficiente? ¡Deberías entrar a trabajar!
-¡ Tú sabes que no puedo, la gente no me ve así como tú o mamá, me ve como un bicho raro, incapacitado!... Papá, no quiero seguir viviendo así, consigue el trabajo permanente - se limpia una lágrima - hazlo por mí y por mamá, ¿si?, hazlo por nosotras.

Su padre no le respondió, estaba jugueteando con sus pulgares.
- Bueno, querida, - dijo al fin - me iré a trabajar, tú lleva al pequeño mapache - señaló a su hija, sonriendo, al mismo tiempo que la aludida subía a su cuarto, ofendida.
- Pero ¡pequeño mapache! Ven acá - extendió su brazo y le dió unas "palmaditas" en la cabeza, para luego tomar su chaqueta y su maleta [una vieja y llena de estampitas de Michael Jordan] y salir a la calle.

Esa fue la última vez que Annie miró a su padre vivo.

Sonríe, por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora