Películas.

8 0 0
                                    

Annie miraba al vacío que se creaba entre la pared y su cama, concentrada en la araña que bajaba por ahí. Cerró los ojos y deseó no haber tropezado con la señora en el metro, porque así no hubiera conocido a Jack, ni tendría el corazón destrozado.
"¡ Jack idiota!
¡Perro idiota!
¡Mi corazón idiota!"

Entonces, su móvil empezó a sonar. Lo tomó, preguntándose quién sería, y descubrió un número desconocido.
Descolgó, llevándose lo a la oreja, y preguntó: ¿Bueno?

- ¿Annie?

Conocía esa voz, pero, ¿de dónde?
- Si soy yo, ¿qué pasa?
- Soy yo, Dylan, el del lago.

Frunció el entrecejo, extrañada, luego, unos ojos azules llegaron a su mente, y comprendió.
- Ah, si, (no, no,) ¿cómo conseguiste mi número?
Le pareció escuchar como esbozaba una sonrisa.
-Tengo mis fuentes, pero bueno, dejando eso de lado, ¿qué dirías si yo te invitara a mi casa a ver una peli?
"No lo sé Rick, parece falso"
-Pues no sé, además, tengo muchos deberes...
-Será rápida, vamos, dí que sí...
Annie sonrió, imaginando su puchero, y, sopesando sus posibilidades, aceptó.
-Bien, entonces hoy a las 5:00 pm, ¿va?
-Me parece bien.
Colgó y se quedó mirando el suelo, tratando de no pensar en que hubiera pasado si Jack la invitase.

[...]

Annie suspiró, mirándose al espejo, traía una camisa con volabán en los hombros, dejando al descubierto parte de su espalda y cuello, unos jeans azul marino un poco rotos en las rodillas y sus Vans blancos en los pies. Traía el largo pelo rojo atado en una coleta alta, y este caía por su espalda como una cascada. Se había puesto labial, pero no llevaba maquillaje.
Luego de aprobar su aspecto, tomó su móvil y salió a la fría noche.

-Pensé que no llegarías - dijo burlonamente Dylan, mientras dejaba pasar a Annie.
Su casa era de un bonito color salmón, decorada con cuadros con personas de ojos azules y pelo rubio.
Había una mesa atiborrada de comida chatarra y para picar, junto con refrescos y pastelillos. Annie se preguntó cuánta gente habría invitado Dylan.
-Siéntate, - dijo él mientras le acercaba una silla.
- ¿Cuánta gente va a venir? - Cuestionó Annie sin obedecer a Dylan. - Sólo tú, ¿por qué?
-Bueno, aquí hay comida para un campamento entero, y tal vez más.
Dylan sonrío avergonzado, y acotó: -pensé que te gustaría tener variedad de dónde escoger, ¿quieres ver la peli?
Annie se rindió, y se sentó a su pesar.

[...]

Una hora después, cuando acabó la película, y el suelo estaba lleno de restos de comida, Annie se desperezó y se levantó, sacudiéndose los restos de comida que habían quedado en su ropa.
Volteó a su izquierda, donde Dylan dormía plácidamente.
Sonrió, y le dió un suave apretón en su hombro. Dylan arrugó la nariz, y abrió un ojo. Luego, miró a Annie y esbozó una sonrisita burlona, y, haciendo un esfuerzo, se levantó, con su cabello desaliñado y despeinado.
-¿Quieres que te lleve? - Sacó unas llaves y las hizo girar en su índice.
-Gracias, pero mi mamá vendrá por mí.
-Insisto, tu mamá no sabe dónde vivo, y si te llevo será más rápido.
-Vale, pues llévame.

Cuando llegó a su casa, Annie se dejó caer en su cama, y dió un suspiro, odiando por enésima vez a sus hormonas alborotadas.

Sonríe, por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora