Un hermano fuera de serie.

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Ya estaban allí. El parque estaba silencioso, y no había mucha gente. Annie pisó un montón de hojas secas, y un recuerdo llegó a su mente:
" Estaban en un parque algo parecido a ese, Annie, con unos cinco años, brincaba de montón en montón, haciendo crujir las hojas secas y heladas. Un copo de nieve cayó, y luego otro y otro, hasta que el suelo se llenó de nieve blanca y esponjosa. - ¡ Mira papá, puedo volar! - Annie dió un brinco hasta el siguiente montón de hojas, causando que estas se deslizaran y que ella resbalara. Su padre la alcanzó antes de llegar al suelo, y la alzó en brazos.
- ¿Estás bien, mapache? - le susurró en su oído. Annie asintió.
Su padre la bajó y dejó que caminara, mientras su madre los miraba con preocupación. Annie corrió adelante de su padre un rato, hasta que empezó a enfriar, y entonces, los tres, subieron al auto y se dirigieron a casa.

Annie se limpió las lágrimas, tras recordar ese corto momento en el que ella había sido feliz.
- Hmm... Hola.
Annie volteó rápidamente. Si, era su "hermano".
- Hola. - Annie se dió la vuelta, dispuesta a irse de allí.
- Hace mucho frío ¿no? - Dijo el chico. Luego carraspeó y dirigió su mirada al suelo, incómodo.
- Pues.... - Dudó Annie, ¿qué estaba haciendo? - Si, parece que empezará a nevar en cualquier momento.
Qué incómodo es esto, Dios
- Eh... Pues... Será mejor que volvamos.
- Si, tal vez tengas razón.
Annie sonrió altivamente y dijo:
- Yo siempre tengo la razón.
Ambos voltearon a mirarse, y rieron, tuvieron que sentarse para que la risa remitiera, cuando acabó, se desplomaron sin aliento en el frío suelo.
- Hey, ¿quieres jugar? - le preguntó Michael, que así se llamaba, a Annie.
Annie ladeó la cabeza, sopesando sus posibilidades. - Bueno, vale. ¿A qué?
Dando un impulso, Michael se levantó y le tendió la mano. Ella cedió, y se sacudió el abrigo lleno de hojas secas.
Su hermano se dió la vuelta y comenzó a andar por la acera.
Annie lo siguió. ¿El juego se trataba de seguir a la gente?
Después de varios metros, llegaron a una gigantesca haya. El tronco estaba lleno de nudos y marcas, como los árboles que han vivido mucho tiempo. Entonces, Michael dió un giro hacia la izquierda, y desapareció en aquel enorme tronco. Annie lo siguió, y descubrió una pequeña avertura, del tamaño perfecto para que Michael entrase. Pero dudaba que ella tuviese la misma suerte. Se agachó, y arrastrándose, pudo entrar. No pudo evitar dar un pequeño gritito de asombro. ¡Era como una casa en el árbol, pero no encima del árbol, sino en el tronco! Parecía que habían querido hacer una guarida improvisada. Tenía una silla y varias botellas de zumo de manzana, además de varios libros esparcidos por el suelo. Michael estaba sentado tranquilamente en la silla. - ¿Te gusta? - preguntó en cuanto Annie pudo entrar.
- Es muy bonito - Dijo ella, para no parecer que le había gustado demasiado. Pero le encantaba.
- Pues es tuyo. Te lo obsequio.
Annie no daba crédito a lo que oía.
- ¿Enserio? ¿No es una broma?
Michael movió negativamente la cabeza. - ¿Por qué lo sería?
- Pues últimamente la gente se aficionó a hacerme bromas.
Michael la miró un momento. - Es broma hasta donde tu permitas que lo sea, - miró por la estrecha salida - será mejor que volvamos, empezará a hacer frío de verdad.
- De acuerdo, pero.... - antes de que Annie acabase lo que iba a decir, Michael salió por el hueco.
Mientras Annie salía, iba meditando sobre lo que le había dicho Michael, "es una broma hasta donde tu permitas que lo sea" ¿Qué significaba eso?
Annie se dijo que tendría que meditarlo más tarde. Mientras se despedía del esposo de su madre y de Michael, sintió que le habían revelado algo, pero... ¿Qué?
- Nos volveremos a ver- había dicho Michael.
Ella esperaba que así fuera.

Sonríe, por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora