Problemas

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- ¿Las matemáticas siempre son así de estresantes? - le preguntó Annie a Jack, mientras salían de la estrecha aula.
- Solo cuando te da la maestra Avery, en lo general son de lo más emocionantes - Jack colocó el balón de basquetbol en su dedo, y lo giró.
Annie lo observó, muy callada.
- ¿Porqué todos los profesores me odian? - soltó al fin, resoplando, y se llevó una mano al puente de la nariz. Jack la miró  unos segundos, sonrió y se encogió de hombros.
- Supongo que no puedes caerle bien a todo el mundo.
Resoplando, Annie le quitó el balón a Jack, y salió corriendo.
- ¡Oye! - gritó este - eso es mío.
- Pues ven a por él, si puedes - Annie soltó una carcajada y aumentó su velocidad. Su cabello rojo flotaba detrás de ella mientras corría, dándole un aspecto de que se están quemando.
Jack puso los ojos en blanco, y sonrió, para luego ir detrás de ella.

Sonó el timbre. Annie ya esperaba ese momento, lo esperaba con todas sus ganas.
La verdad, la preparatoria ese día no cumplió con los requisitos necesarios para que Annie estuviera feliz; o tal vez no fuera eso, tal vez, le preocupaba su gato, al cual dejó encerrado en su baño. Conociendo a su madre, Annie sabía que el gatito tendría mucha suerte si salía intacto de esa.
Miró a su alrededor, mientras metía sus cosas en la mochila, y se quedó un segundo espectador en el asiento de Jack, el cual hablaba con Dylan, su mejor amigo.
Dylan miró hacia ella y rápidamente apartó la mirada.
La habían descubierto.
- ¡ Hey, pelirroja! Gritó Jack, como si estuviera a kilómetros de él.
- ¿ Qué pasa, castaño? - gritó ella del mismo modo.
- Dylan y yo saldremos hoy a la heladería, ¿quieres venir?
Annie lo pensó un momento.
- Pues... Vale - aceptó agitando la cabeza, sin embargo, ella sabía que no era muy correcto dejar a su gato con su madre más tiempo, así que le dijo a los chicos:
- Solo esperen a que me cambie.

Annie cerró con estrépito la puerta de madera, contra su costumbre, corrió al baño y comprobó aliviada que la puerta estaba cerrada, y había algo haciendo ruido adentro.
- ¿Gatito? - preguntó Annie con desconfianza.
- No soy gatito - la voz de su madre la hizo sobresaltarse. Chocó contra el lavamanos y corrió a su cuarto, aterrorizada.
Ahí, entre las cobijas, yacía dormido el pequeño mounstro. Annie suspiró aliviada.
"Un momento, si este es el gato, ¿qué está haciendo mamá dentro del armario?"
Annie frenó en seco, al borde del barandal.
¿Y si su madre no quería ser interrumpida, fuera lo que fuera que estuviera haciendo? No, mejor no la molestaba.
Prefería salir un rato.

Nota de la autora:
¡Hola, queridos lectores! Disculpen por la espera, pero me castigaron mi teléfono y estuve fuera de línea, además de algunas complicaciones con la app.
Ahora sí podré actualizar pronto.
Los quiere,
Kendra.

Sonríe, por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora